Adolfo Hitler
Enviado por jackoperez • 8 de Noviembre de 2013 • 1.609 Palabras (7 Páginas) • 284 Visitas
mpf”), de Adolfo Hitler, es un libro de palpitante actualidad y sin duda
una de las obras de política más sensacionales que se conoce en la postguerra. Circula por el mundo
traducido a ocho idiomas diferentes y hace tiempo que la edición alemana ha alcanzado una cifra de
millones.
Si hasta antes del 30 de enero de 1933, fecha en que Hitler asumió el gobierno del Reich, se
consideraba a “Mein Kampf” como el catecismo del movimiento nacionalsocialista, en la larga
lucha que éste sostuviera para llegar a imponerse, ahora que Alemania está saturada de la ideología
hitleriana, bien se podría afirmar que “Mein Kampf” constituye la carta magna por excelencia de
este poderoso Estado que, en el corazón de Europa, rige hoy el conjunto armónico de la vida de un
gran pueblo de 67 millones de habitantes.
El carácter de autobiografía que tiene la obra, aumenta su interés, perfilando, a través de hechos
realmente vividos, la recia personalidad del hombre a quién sus conciudadanos han consagrado con
el nombre único de FÜHRER.
En las páginas de “Mi Lucha”, el lector encontrará enunciados todos los problemas fundamentales
que afectan a la Nación Alemana y cuya solución viene abordando sistemáticamente el gobierno
nacionalsocialista. Quien juzgue sin ofuscamientos doctrinarios la obra renovadora del Tercer
Reich, habrá de convenir en que Hitler fue dueño de la verdad de su causa al impulsar un vigoroso
movimiento de exaltación nacional llamado a aniquilar el marxismo que estaba devorando el alma
popular de Alemania. El nacionalsocialismo llegó al gobierno por medios legales, fiel a la norma
que Hitler proclamara desde la oposición: “El camino del Poder nos lo señala la ley”. Bien ganado
tiene por eso el galardón de haber batido en trece años de lucha a sus adversarios políticos en el
campo de las lides democráticas.
El socialismo nacional que practica el actual régimen en Alemania, revela, en hechos tangibles, la
acción del Estado a favor de las clases desvalidas; es un socialismo realista y humano, fundado en la
moral del trabajo, que nada tiene en común con la vonciglería del marxismo internacional que
explota en el mundo la miseria de las masas. Hitler, que nación en esfera modesta y forjó su
personalidad en la experiencia de una vida de lucha y de privaciones, sabe que dentro de la
estructura de un pueblo y de su economía no caben preferencias odiosas, sino un espíritu de mutua
comprensión y de justa valoración del rol de cada uno y de su esfuerzo en el conjunto de la
nacionalidad. La ideología hitleriana, en este orden, es una elevada ética, porque busca en el
individuo la ponderación del mérito por el trabajo. El campesino y el obrero, así como el trabajador
mental, todos tienen su lugar y ni a uno ni a otro puede menospreciárseles, como factores eficientes
de la colectividad que integran. El Estado nacionalsocialista no es dictadura del proletariado ni
puede serlo, puesto que repudia los privilegios.
Uno de los órganos representativos de la prensa inglesa – el “Daily Mail” – editorializaba hace poco
sobre la situación de la nueva Alemania en los siguientes términos: “El gobierno de Hitler promete
ser el más duradero de cuantos haya visto Alemania y Europa mismo. En él nada hay inestable
como ocurre en el gobierno de los países de régimen parlamentario, donde un partido intriga
contra el otro y donde el Premier no representa sino una parte de la nación dividida. Hitler ha
probado no ser un demagogo, sino un estadista y un verdadero reformador. Europa no deberá
olvidar que gracias a él fue rechazado de una vez para todas el comunismo, que con su horda
sangrienta amenazaba en 1932 avasallar a todo el Continente. Que los críticos digan lo que
quieran, pero no podrán negar que el gobierno nacionalsocialista ha llevado a la práctica muchas
de las ideas de Platón y que lo anima una pasión altruista al servicio de miras elevadas: la
grandeza de la patria, el establecimiento de la justicia social y una lealtad inmutable en el
cumplimiento del deber, además del enorme progreso material que Alemania ha logrado en los dos
últimos años. El número de desocupados que en 1933 llegaba a 6.014.000 ha quedado reducido a
2.604.000”.
La ideología del nacionalsocialismo alemán –opuestamente a lo que propagan sus detractores- es
constructiva y, por tanto, pacifista, pero no pacifista en el sentido de aceptar la imposición de
violencias internacionales contrarias a la dignidad y al honor de un pueblo soberano. ¿Habrá nación
alguna que, desde su propio punto de vista, sea capaz de admitir condiciones de vida diferentes a las
que le corresponden en el plano general de la igualdad jurídica de los Estados, dentro del concierto
internacional? El pacifismo nacionalsocialista se inspira, pues, en principios elementales del
Derecho y descansa sobre la unidad moral del pueblo alemán.
En una interview publicada en “Le Matín” decía Hitler en noviembre de 1933 a propósito del
espíritu bélico que se le atribuía: “Tengo la convicción de que cuando el problema del territorio del
Sarre –que es suelo Alemán- haya sido resuelto, nada habrá ya que pueda ser motivo de discordia
entre Alemania y Francia. Alsacia y Lorena no constituyen una causa de disputa”. Y añadía: “En
Europa no existe un solo caso de conflicto que justifique una guerra. Todo es susceptible de arreglo
entre los gobiernos, si es que éstos tienen conciencia de su honor y de su responsabilidad. Me
ofenden los que propalan que quiero la guerra. ¿Soy loco acaso? ¿Guerra? Una nueva guerra
nada solucionaría y no haría
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