Aeropagitica
Enviado por tefyra • 27 de Marzo de 2014 • 1.622 Palabras (7 Páginas) • 287 Visitas
Dadas las varias historias emergiendo y concerniendo a la censura, me pareció un buen momento considerar uno de los más grandes documentos en defensa de la libertad de expresión.
En 1643, el Parlamento Inglés instituyó la Orden de Legislación. Esto significó censura pre-publicación para todos los escritos impresos, incluyendo y apuntando sobre todo a los periódicos. Este hecho siguió la abolición, dos años antes, de la Cámara Estrellada, la cual de acuerdo a Kevin Marsh, “había sido la más poderosa herramienta de represión por siglos de la Monarquía: una corte que mantenía sesiones secretas, sin jurados, produciendo juicios arbitrarios… todo para satisfacer al rey.” Esta censura total, sin embargo, desapareció, requiriendo al Parlamento el tomar acciones, por consiguiente se dio la Orden de Legislación. Mas el siguiente edredón de autoridad se tejió simplemente desde los deshilachados hilos de los anteriores.
Arrestos, búsqueda y confiscación de libros, quema de libros y todas las otras representaciones clásicas de odio autoritario constituyeron los resultados de esta Orden. La Stationers Company (responsable oficial de establecer derechos de autor), un gremio de libreros, editores, etc., instituidos por la Reina María II, fue puesta a cargo de hacer cumplir esta Orden. La retrospección intensifica aquellos fuegos, acrecienta la estupidez y disminuye el miedo; papeles ondulados que nos invitan a la ira frente a la opresión; mas, a ojos de los moralizadores, aquello significaba algo llamado orden.
El gran poeta, John Milton, brindó un discurso en 1644, llamado Areopagítica (o, su título completo, Areopagítica: Un discurso de Mr. John Milton para la libertad de la impresión sin permiso del Parlamento de Inglaterra). En él, realizó una apasionada petición que resuena hasta hoy, invocando al libre pensamiento, discurso y razón, dado que “cuando las quejas son libremente escuchadas, profundamente consideradas y rápidamente reformadas, entonces se trata del sumo objetivo alcanzado por la libertad civil, aquella que los sabios hombres buscan”.
Su argumento más contundente está encapsulado en el que es seguramente uno de los más bellos enunciados jamás escritos:
Si un hombre cree las cosas sólo porque su pastor así lo dice, o porque la congregación así lo determina, sin conocer otra razón, puede convertirse en un herético en la verdad. Aunque su creencia sea verdad, esa verdad que él sostiene se convierte en herejía.
Aquí Milton llega al corazón del problema.
La creencia no es conocimiento, es meramente una creencia o una formación de puntos de vista en un particular tema. La creencia respaldada por la evidencia, la razón, el compromiso y autocrítica es el ideal de cualquier ser pensante. Pero no podemos esperar que todas nuestras creencias sigan este ejemplo; aunque deberíamos, en todo lo posible, ponerlas a prueba contra estas formas de auto compromiso, ya que podríamos estar equivocados.
Milton resalta que aún si una creencia fuera absolutamente cierta —“el planeta no está sobre el caparazón de una tortuga”—, es la base de esa creencia la que resalta si uno es un hereje o no. Si tu base o tu creencia se produce porque un pastor o asamblea la dicta, entonces todo puede ser creído. Un pastor podría afirmar que los profilácticos incrementan la expansión y el peligro del VIH[1]; una asamblea podría determinar que el gasto público en células madre es incorrecto[2]; pero nadie debería aceptar eso sólo porque el pastor o la asamblea así lo determinan.
Si un grupo de gente decide que una particular obra escrita viola lo que ellos consideran moral, actitud u opinión apropiada, censurarán aquella obra escrita, ya sea a través de una completa obliteración o, peor, a través de modificaciones a la medida del gusto de los conscientes moralizadores; su existencia es un aspecto, mas su distribución otro que concierne a los censores. Una idea, o un punto de vista contrario, será encerrada dentro de la cabeza de su autor y será forzada a pudrirse, dado que le será negado el sustento de las mentes prójimas. Este es el objetivo, en todo caso, de cualquier forma de censura.
Pero no funciona.
La “herejía” a la que Milton se refiere no es de antagonismo bíblico; no está desafiando las órdenes de la autoridad religiosa reinante (aunque obviamente es la definición que asumimos). La herejía de Milton trata acerca de la dominación total del pensamiento.
La verdad y conocimiento no son una mercancía que pueda ser monopolizada y regulada mediante certificados, leyes y reglamentos. No debemos pensar en tratar a la cultura universal como si fuera una mercancía, y autorizarla y calificarla como si fueran nuestros paños o fardos de lana.
Milton, sin embargo, no debe ser visto como un secularista, luchando para desenmarañar la raíz de la religión en las decisiones políticas. Él no estaba contra el status quo, y efectivamente estaba simplemente abogando por: si una opinión o punto de vista está en contra del status quo, entonces que así sea. Esta blasfemia, sin embargo, puede ser descubierta
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