Archivo Histórico Provincial Neuquén - 1982
Enviado por niconqn • 2 de Mayo de 2023 • Documentos de Investigación • 6.182 Palabras (25 Páginas) • 70 Visitas
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PRESENTACIÓN
Jorge Fernández([1]*)
Archivo Histórico Provincial Neuquén - 1982
Entre 1804 y 1806 se efectuaron importantes viajes de exploración entre las ciudades de Concepción y Talca (Chile) y la capital del Virreynato del Río de la Plata, a través de la cordillera de los Andes y la Pampa, dos de cuyos propósitos eran a apertura de nuevas vías de comunicación y el reconocimiento de los territorios indígenas, virtualmente desconocidos para la geografía hasta ese momento.
En rápida síntesis, las expediciones a que se alude fueron las efectuadas por Santiago del Cerro y Zamudio (1802 -1803), la de éste conjuntamente con Sourriere de Souillac (1804), el reconocimiento preliminar de José Barros (1804), el viaje de Concepción a Buenos Aires y regreso a Chile de Justo Molina (1804-1805), y finalmente el de Luis de la Cruz (1806). Con fines diferentes, se han ocupado de algunos de estos viajes en tiempos recientes, Alvarez (1970) y Canals Frau (1937). El motivo de éstos, según dijimos, fue el de abrir nuevas vías de comunicación; sin embargo, sería injusto reducirlas al mero aspecto de expediciones comerciales. Muy otras, y más profundas, han sido las causas concomitantes que condujeron a su realización. Pero aún despojadas de estas últimas, quedan estos reconocimientos como verdaderos modelos de exploraciones geográficas verificadas en territorios no solamente desconocidos, sino también dominados por tribus indígenas celosísimas de la soberanía que sobre ellos ejercían indisputadamente. Acerca de la forma y de los recursos con que sus ejecutores se ingeniaron para llevarlas a buen término, habría mucho que escribir. No siendo ésta la finalidad principal de nuestro trabajo, baste expresar que los conductores de estas empresas parecen haber sido seleccionados para el despliegue ininterrumpido de la audacia inteligente, de la constancia sin límites ante los obstáculos, así como de una energía indoblegable para enfrentar a los hombres y a la naturaleza.
Martínez Sierra (1975) ha proporcionado una insuperable revisión de las causas y antecedentes de estos viajes de reconocimiento geográfico, cuya valoración por parte de la Historia y de la Geografía ha tenido un destino dispar. Así, por haber Pedro de Angelis incluido los Diarios respectivos en su "Colección de Obras y Documentos", publicada primero en 1835 y con dos ediciones posteriores (1890 y 1969), son hoy perfectamente conocidos y valorados los viajes de Sourriere de Souillac, el de Cerro y Zamudio y, principalmente, el meritísimo del general Cruz. Injustamente, si no en el olvido absoluto, han quedado por lo menos rezagados otros viajes igualmente importantes, el de Justo Molina principalmente y el más modesto de José Barros, por haber permanecido inédita la relación de sus respectivos reconocimientos. Del primero, Alvarez (Op cit.) ha dado a conocer un extracto, pero el Diario completo Permanece inédito, siendo propósito del Archivo Histórico del Neuquén darlo a conocer en fecha próxima.
En cuanto al viaje de Barros, que hoy damos a conocer en su integridad, con algunos comentarios, es de importancia el aporte que su Diario puede hacer con referencia a la etnohistoria del Neuquén antiguo, baste decir que su derrotero no volvió a ser repetido por ninguno de los exploradores posteriores, ni aún después de 1879. [2]ß
La documentación que hemos utilizado existe en el Archivo General de la Nación, Sala IX, legajo 19-7-4. Se trata de un informe que el capitán Barros dirige al Gobernador Intendente Luis de Alava, fechado en Linares el 25 de marzo de 1804, en el que da cuenta de la exploración efectuada, y cuya fotocopia queda ahora depositada en el Archivo Histórico del Neuquén, cuyos fondos pasa a integrar.
Desconocemos datos biográficos del capitán José Barros, pues no existe referencia alguna en la documentación original que hemos investigado. Entendemos que no era militar, sino simplemente un "capitán de amigos", esto es, una especie de comisario o alcalde que las autoridades coloniales de Chile establecían entre las agrupaciones indígenas. El cargo implicaba la posesión de un profundo conocimiento de las costumbres indígenas, tanto como de su lengua, a más de personales dotes de habilidad en su manejo y trato y en la captación de su particular psicología. En una palabra, lo que se requería era haber vivido con los indios. Es de lamentar que, dado el carácter de su Informe, Barros no haya podido dejarnos un mayor caudal de sus –indudablemente- vastos conocimientos acerca de los Pehuenches de la cordillera.
A diferencia de los viajes de Cerro y Zamudio, Cruz, etc., el propósito que animaba a esta exploración no era atravesar la Pampa hasta Buenos Aires, sino solamente tantear la viabilidad de los caminos transcordilleranos que en el sector chileno siguen los valles de Ancoa, Achihueno y Alico, y llegar por el más franco de ellos hasta las primeras lomas bajas que bordean los campos de llanura, camino de Buenos Aires. Téngase presente que lo que se buscaba era "un camino de ruedas", según expresión de la época, es decir, una huella por la que pudieran circular carretones y carros.
No obstante su finalidad bastante menos ambiciosa, el viaje de Barros se caracteriza por la complejidad de su recorrido y el atravieso del cuerpo cordillerano por dos puntos diferentes, a más de una incursión verdaderamente audaz por las nacientes de los ríos Neuquén, Varvarco y Barrancas, por terrenos sumamente abruptos y desparejos. Esto le obligó a marchar por sectores del territorio neuquino que por primera vez registran su nombre en la crónica escrita. Para investigar la evolución de la toponimia, esta información es invalorable.
Salió Barros de la villa de Linares con cinco acompañantes, con lo montado y ocho mulas cargueras, llevando siempre rumbo al este a lo largo del valle del río Ancoa. Ascendió la Cuesta del Melado y bajó al cajón del río del mismo nombre, en medio de bosques de cipreses y robles. Siguiendo el curso descendente del Melado, se introdujo en el cajón de uno de sus tributarios, el río de la Puente, hasta el puente de piedra que le da nombre, lugar donde le confluye otro camino para cargas, el que viene de Achihueno.
Desde este punto, Barros regresó a Linares.
Desde esta villa vuelve a partir con el propósito de estudiar la segunda variante de la ruta, es decir, la que remonta al este ascendiendo por el valle del Achihueno. De esta forma llega al pie del Nevado de Longavi, donde se encuentran las primeras vertientes del río. Trasmonta un ramal de cordillera baja y desciende al cajón del río Relvun, tributario del Guayquivilo-Melado, y siguiendo este último curso llega a la desembocadura del río de la Puente, el cual ya había alcanzado en su tanteo del viaje anterior. Con esto, había recorrido las dos variantes posibles del camino al filo de la cordillera principal, antes de atravesarlo por un boquete próximo a la laguna del Maule.
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