Arquitectura Gotica

Arquitectura gótica

A pesar de que “gótico” procede de la palabra “goth”, término empleado para hacer referencia – no precisamente encomiástica – a los bárbaros, nosotros entendemos como tal el estilo puntiagudo de los edificios construidos en la Europa septentrional, entre los siglos X a XIV, fundamentalmente.

Es difícil establecer cronológicamente un modo preciso de transición de las formas románicas hacia las góticas.

Los historiadores discuten aún si fueron franceses o ingleses los primeros en realizar obras de acuerdo con los nuevos cánones; lo cierto es que en Francia, el abate Suger (1081- 1151), promotor de la abadía de St. Denis, inició la construcción de ésta en el año 1144, mientras que en Inglaterra, le catedral de Durham, que a pesar de ser estrictamente románica manifiesta ya algunos rasgos góticos, se comenzó en 1093.

En cualquier caso, Francia e Inglaterra desarrollaron una tradición constructiva similar, aunque no idéntica; así, las catedrales nervadas del norte de aquélla, y las más bajas y alargadas de ésta, muestran dos caminos paralelos de evolución de la edificación en la época gótica.

Durante este período asistimos a un notable desarrollo de la tecnología de la piedra, material que fue utilizado a gran escala, no sólo explotando al máximo sus posibilidades, a efectos de delimitación y conformación espacial, sino apurando, mediante una labra precisa y estudiada de los elementos que las constituían, el diseño de las fábricas, liberándolas de la literalidad estructural que hasta entonces no había podido evitarse.

Catedral de Chartres, Francia (1194-1220)

La perfección del estilo supone, en el gótico, un empleo de la piedra cada vez más económico y precioso, lo que posibilita aligerar los muros hasta extremos insospechados.

En contraste con la catedral de Durham, la nave ofrece aquí un aspecto mucho más liviano y grácil.

Bóvedas y pilares se enlazan mutuamente a través de grupos de nervios que manifiestan la vibración estructural del conjunto.

Por otra parte, el empleo creciente de los arbotantes, como sistema de recepción y transmisión al terreno de los empujes de la cubierta, permitió restar masa a los muros laterales e insertar en sus lienzos generosas vidrieras, añadiendo al espacio unas cualidades de transparencia y luminosidad sin precedentes.

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