Aspectos Ideológicos Y Políticos Que Causaron El Desequilibrio Entre América Del Norte Y América Del Sur
Enviado por Marianaorg • 17 de Diciembre de 2013 • 1.966 Palabras (8 Páginas) • 477 Visitas
UNIVERSIDAD SAN FRANCISCO DE QUITO
HISTORIA POLÍTICA
Aspectos ideológicos y políticos que causaron el desequilibrio entre América del Norte y América del Sur
Por
Mariana Moreno
2013/07/30
Los aspectos que ocasionaron el desequilibro político entre América del norte y América del sur fueron las distintas maneras de instituir los sistemas gubernamentales, el éxito de la democracia en el norte y el intento fallido de América del Sur por forjar una nación unificada que desembocó en el desorden político. A diferencia del proceso de colonización, que comenzó en Sudamérica y luego se extendió hacia el norte, el curso de independencia comenzó primero en América del Norte y ejerció influjo en las naciones de América Latina para su posterior emancipación. Pero la independencia de las colonias americanas no significó un sosiego y liberación total para sus habitantes, por el contrario, acarreó una serie de conflictos económicos, culturales y políticos internos y externos en las naciones, que dieron lugar a la fragmentación latinoamericana y a las continuas guerras estadounidenses. Esta lucha encarnizada por encontrar autonomía política marcó un desequilibrio formidable en el continente, privilegiando al norte con prosperidad y poder, y desplazando al sur a un desarrollo forzoso y precario. Con el pasar de los tiempos, y tras una ardua tarea plantadora, las colonias inglesas comenzaron a constituirse exitosamente y pronto adoptaron ideas defensoras de la libertad. No obstante, estas tendencias independentistas no nacieron de la noche a la mañana, por el contrario, fueron integrándose paulatinamente con el auge de la Revolución Francesa y el desarrollo de la Ilustración, acontecimientos que modelaron la institución de los derechos humanos. Pronto, las ideas libertadoras colmaron Norteamérica y buscaron subterfugios encaminados hacia América del Sur, donde, finalmente, se suscitaron altercados destinados a la manumisión del yugo español.
El caos político que vivía Gran Bretaña, provocado por la contienda civil, produjo el abandono de las colonias y postergó el establecimiento de condiciones económicas y políticas favorables, tanto para los territorios americanos como para la metrópolis. Pero ese descuido fue la clave para que las sociedades norteamericanas comiencen a sentirse independientes y desligadas del país matriz. La casi nula supervisión de los plantadores les hizo tomar decisiones políticas propias y promover en un futuro, no tan lejano, ideas redentoras compuestas fundamentalmente con unión popular. En el norte, “ansiosos por alentar la inmigración y hacer ganancias debido a la creciente alza en el valor de la tierra, los propietarios prometieron tolerancia religiosa y adoptaron un sistema de tierras liberal” (Sellers, 1988), permitiendo a los propietarios de dichos territorios elegir a sus representantes y las leyes de su conveniencia, situación que en Hispanoamérica era inconcebible, pues, eran los mismos funcionarios enviados desde España los que administraban a su antojo y salvaguardaban los intereses de la corona. Con la culminación de las contiendas inglesas, Gran Bretaña devuelve su atención al Nuevo Mundo, intentando establecer una estricta regulación de impuestos que, en lugar de traer orden y estabilidad, causó el descontento en los colonos, cada vez más asidos a pensamientos independientes. Los pobladores americanos rechazaron las asignaciones fiscales alegando que solo obedecerían las leyes dictadas por sus representantes en América. Igualmente, se negaron a importar productos británicos, haciendo que el parlamento inglés, en 1770, derogue todos los impuestos por miedo a causar revueltas emancipadoras. De modo que la tranquilidad colonial se mantuvo por un periodo considerable de tiempo y las relaciones con la metrópolis continuaron realizándose con normalidad, sin embargo, las colonias analizaban constantemente su vínculo con el gobierno matriz y sopesaban las diferencias existentes, forjando gradualmente un boceto de soberanía independiente.
Por otro lado, la colonización en el sur se llevó a cabo desde un principio con precisión y éxito (en contraste con la desorganización inicial de los ingleses), ya que la avidez de los colonizadores los llenó de audacia y, hasta cierto punto, violencia para la contundente administración de las colonias y la obtención de ganancias. Del mismo modo, la centralización del gobierno dirigido desde la corona española estuvo presente desde los inicios y se mantuvo durante todo el espacio de colonización. La inexperiencia de los ingleses se vuelve aún más penosa cuando se los compara con los españoles, quienes se establecieron con ímpetu y mantuvieron control constante en las colonias. Pero así como mantuvieron una vigilancia estricta sobre éstas, también retrasaron el impulso de ideas emancipadoras en los colonos. Los pobladores americanos no podían ver más allá de lo que los peninsulares les permitían observar. No fueron solo las diferencias sociales las que impidieron la lucha en conjunto del pueblo, la rápida independización y el ulterior desarrollo, sino también la costumbre de estar regidos por un gobierno central sin posibilidades de protesta. No obstante, la normalidad con la que se administraba las colonias pronto se vio amenaza por la invasión napoleónica a España provocando un desequilibrio y olvido del Nuevo Mundo.
Así pues, uno de los hechos que despertó en Norteamérica la idea de la soberanía del pueblo fue el desencadenamiento de la Revolución Francesa y el subsiguiente nacimiento del iluminismo o La Ilustración, que influyeron en gran medida en la construcción de la realidad política norteamericana. Los modelos propuestos en este acontecimiento, basados primordialmente en el respeto a los derechos naturales del hombre, ayudaron al perfeccionamiento de los propósitos libertadores a perseguir por América del Norte y, luego, por América del Sur. Entre los estamentos proclamados por ese movimiento revolucionario está “la sustitución del poder absoluto del rey por un nuevo principio: La legitimidad del poder basada en los ciudadanos. La división del poder en lugar de un único poder en manos del rey.” (Locke, 1656). A la postre, los Estados se unieron en un sistema de gobierno federal que facilitó la coalición y la fortaleza. Siempre tuvieron claro su objetivo, querían luchar por una soberanía a gran escala, y
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