"Bobby", el perro fiel de Edimburgo
Enviado por irleny • 9 de Mayo de 2013 • Ensayo • 1.775 Palabras (8 Páginas) • 1.876 Visitas
"Bobby", el perro fiel de Edimburgo
John Gray fue un jardinero que llegó a Edimburgo, Escocia, junto a su mujer y su tierno hijo en 1850 en busca de mejores días. Lastimosamente, debido a los inclementes inviernos que en los últimos años había soportado esa ciudad, el suelo estaba prácticamente erosionado y era imposible trabajarlo. Para evitar quedarse en la desocupación, optó por unirse a la policía de Edimburgo en calidad de vigilante nocturno.
Una de las condiciones que se le imponían, era que para sus rondas nocturnas debía estar siempre acompañado por un perro guardián, por lo que se le asignó un joven Skye Terrier, al que lo bautizó con el nombre de "Bobby". Este perro se convertiría en su fiel compañero en las largas caminatas nocturnas por las frías calles de Edimburgo.
Luego de ocho años de trabajo nocturno y a la intemperie, la salud de John terminó resquebrajada, contrajo tuberculosis y falleció el 15 de febrero de 1858.
Su perro Bobby se mantuvo junto al féretro durante toda la velación y ceremonia fúnebre, pero asombró a todo el mundo, cuando no quiso abandonar el cementerio de Greyfriars Kirkyard luego de que enterraran a su amo. Todos pensaron que sería cuestión de tiempo, pero el noble animal se negó a abandonar la tumba de su amigo, aún en las peores condiciones climáticas.
El encargado del cementerio intentó muchas veces desalojar a Bobby del camposanto, pero todos sus esfuerzos fueron infructuosos ya que el perro regresaba al poco tiempo a acostarse junto a la tumba de su amo. Al final el hombre se dio por vencido, y con un poco de compasión por el animal, le hizo un pequeño refugio con unas tablas junto la tumba de John Gray.
Pero la inteligencia y nobleza de Bobby no tenía límites. En aquel tiempo se disparaba una salva de cañón desde el Castillo de Edimburgo a las 13:00 horas en punto, para que los ciudadanos pudieran igualar sus relojes y saber que era hora de ir a almorzar. Pues Bobby en cuanto escuchaba el disparo del cañón, salía presuroso a buscar su comida en "Greyfriars Place", un antiguo restaurante que frecuentaba con su amo, y donde el dueño del mismo, siempre lo esperaba con su plato a la misma hora. Éste era un espectáculo que les gustaba contemplar a muchos ciudadanos de Edimburgo, ya que en cuanto el perro apuraba su comida, volvía presuroso al cementerio para acompañar a su amo.
Habían pasado más de 10 años desde que Bobby empezó a cumplir con su fiel rutina, cuando en 1867, una nueva ley fue aprobada en Edimburgo. Ésta requería que todos los perros de la ciudad fuesen registrados y autorizados previo el pago de un impuesto, ya que en los últimos años hubo un alarmante aumento de perros callejeros, y se temían pestes y enfermedades. La ley especificaba que los perros no registrados o sin dueño, serían eliminados.
Después de la muerte de John Gray, Bobby no tenía dueño oficial y por lo tanto carecía de registro, pero eso no fue un problema para él, ya que al ser un animal tan querido en su ciudad, el mismísimo alcalde de Edimburgo, Sir William Chambers, decidió pagar su licencia indefinidamente y lo declaró como propiedad del Consejo de la Ciudad. Le hizo confeccionar un nuevo collar con su nombre y número de licencia.
Así se mantuvo Bobby, fiel a su amo durante 14 años, hasta el día que murió sobre la tumba de su viejo amigo, pero no pudo ser enterrado en el mismo sitio por ser considerado tierra santa.
Un año después de la última guardia de “Bobby”, una aristócrata de la ciudad hizo esculpir una fuente con su estatua, para conmemorar la vida de un perro devoto y la historia de una amistad que superó a la muerte.
Los restos de Bobby están ahora enterrados a escasos metros de los de su amo, y el 13 de mayo de 1981, la Dog Aid Society de Escocia le agregó una pequeña lápida que reza:
"Greyfriars Bobby - died 14th January 1872 - aged 16 years - Let his loyalty and devotion be a lesson to us all". (Que su lealtad y devoción sean un ejemplo para todos nosotros)
El ejemplo de lealtad de “Bobby” fue documentado en su tiempo y tuvo muchos testigos, por lo que ahora forma parte del patrimonio histórico de Edimburgo. Su collar y su plato se preservan en la Casa Huntly, el museo dedicado a la historia de la ciudad. En su plato de bronce consta la siguiente inscripción: “Greyfriars Bobby, autorizado por el Alcalde, 1867”.
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