CHIARAMONTE, JOSE CARLOS. NACION Y ESTADO EN IBEROAMERICA. EL LENGUAJE POLITICO EN TIEMPOS DE LAS INDEPENDENCIAS
Enviado por barranco_77 • 20 de Marzo de 2017 • Resumen • 1.716 Palabras (7 Páginas) • 358 Visitas
CHIARAMONTE, JOSE CARLOS. NACION Y ESTADO EN IBEROAMERICA. EL LENGUAJE POLITICO EN TIEMPOS DE LAS INDEPENDENCIAS
El propósito de este capítulo no es ofrecer una historia de la formación de los Estados iberoamericanos, sino exponer algunas comprobaciones importantes para la mejor comprensión de esta historia. La primera dificultad para cumplir con este propósito es la clásica cuestión del diccionario, por tanto debe aclararse que el autor no parte de una definición de Estado, sino solo de una composición de lugar fundada en las propiedades que generalmente le atribuyen los historiadores que se ocupan del tema.
La mayor parte de los escollos que complican las tentativas de realizar una historia de los Estados iberoamericanos provienen de la generalizada confusión respecto del uso de época de las nociones de nación y Estado. Esta confusión es consecuencia de presuponer que la mayoría de las actuales naciones iberoamericanas existía ya desde el momento inicial de la Independencia. Esta confusión arroja luz sobre la falta de atención que se ha prestado a cuestiones como la emergencia, en el momento inicial de las independencias, de entidades soberanas en el ámbito de ciudad o de provincias y sus peculiares prácticas políticas. Se trata, en suma, de proyectar sobre el momento de las Independencia una realidad inexistente.
La irrupción de la Historia del fenómeno político de las naciones contemporáneas asoció el vocablo nación a la circunstancia de compartir mismo conjunto de leyes, un mismo territorio y un mismo gobierno. Y por lo tanto, conferían al vocablo un valor de sinónimo del de Estado.
La insistencia del autor en cuestiones de vocabulario político busca aclarar con qué sentido lo usaban los protagonistas y evitar el anacronismo proyectando hacia el pasado el uso de términos actuales.
Tal es el caso del concepto nacionalidad, que como vemos, hacia 1810 estaba ausente. En todo caso cabría decir que la formación de una nación o Estado era concebida en términos racionalistas y contractualitas.
Constituir una nación era organizar un Estado mediante un proceso de negociaciones políticas tendientes a conciliar las conveniencias de cada parte, y en las que cada grupo participante era firmemente consciente de los atributos que lo amparaban según el derecho de gentes. Sin embargo, aun cuando parte de los actores políticos del siglo XIX leían con simpatía y solían citar a los autores de las modernas teorías del Estado, por lo general en su acción política no partían de la composición de un lugar individualista del sujeto de la soberanía, sino de la realidad de cuerpos políticos. El propósito de este capítulo es comprender mejor la naturaleza de esos cuerpos políticos, cuerpos intermedios entre los que se incluyen las ciudades y provincias con pretensiones soberanas, que vieron rotuladas sus demandas con los conceptos de “localismos” o “regionalismos”.
La emergencia de los pueblos soberanos
El mayor problema que enfrentaban los líderes de los movimientos de independencia hispanoamericanos era el de la urgencia de sustituir la legitimidad de la monarquía. Desde la Nueva España hasta el Rio de la Plata la nueva legitimidad se buscó por medio de la prevaleciente doctrina de la reasunción del poder por los pueblos. Es por ello que las respuestas americanas a la crisis de la monarquía castellana se expresan en iniciales pretensiones autonómicas de las ciudades, pretensiones que van del simple autonomismo de unas en el seno de la monarquía, hasta la independencias absoluta de otras. Esta idea de autonomía y alejamiento de la corona generarían una serie de escollos. En principio, estaba la cuestión de la legitimidad del nuevo poder que reemplazaría al monarca, debido a que en torno a él se conformaría el nuevo Estado. Por otra parte, encontramos el hecho de que las principales ciudades del territorio darían prioridad al concepto de primacía que les correspondía como “antigua capital del reino”. Por consiguiente, vemos como en gran parte de las primeras décadas de la vida independiente se desarrollaran conflictos entre estas ciudades que se auto adjudican el papel hegemónico y las demás ciudades con pretensiones igualitarias.
El conflicto desatado por las encontradas posturas ante la emergencia de las “soberanías” independientes se prolongó en otro, más doctrinario, que se conformó como una pugna entre las tendencias centralistas y federalistas. Aquí es importante que nos detengamos a explicar que según la antigua tradición doctrinaria, debía preservarse la soberanía de los “pueblos”. Posteriormente, y dentro de la teoría moderna del Estado, surgirá la idea de la indivisibilidad de la soberanía, debido a que esta era fuente de anarquía.
El dogma de la indivisibilidad de la soberanía se encarnaba en las elites políticas de las ciudades capitales que proyectaban la organización de un estado centralizado bajo su dirección. Frente a esta propuesta centralizadora de las ciudades capitales, las otras ciudades apelaron a la figura de la confederación, conformada por Estados independientes que poseen órganos propios permanentes para la realización de un fin común. Asi se dio en casi toda Hispanoamérica, como lo muestran los casos de México, Nueva Granada, Venezuela, el Río de la Plata o Chile. Asunción del Paraguay fue una de las primeras en recurrir a la idea de una confederación para defender su autonomía frente a Bs As. Finalmente, además de la postura con federalista y centralista encontramos la federal.
En el caso particular de Brasil vemos que el resultado final de la transición a la independencia sería el
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