Chile y su desarrollo ¿una dificil meta?

“Chile y su desarrollo, ¿una difícil meta?”

Desde finales de la década de los noventa, el concepto de “país desarrollado” es algo que hemos escuchado mucho en la prensa, en nuestra vida cotidiana y de parte de los distintos gobiernos que han liderado nuestro país, a través de sus discursos políticos en los cuales destaca la frase “somos un país en vías de desarrollo”, pues alcanzar esta categoría de país del primer mundo es uno de los más ambiciosos objetivos de la nación y de muchos países tercermundistas, sin embargo, no toda la población sabe a ciencia cierta qué significa esto y que beneficios traería al país. Entonces nos hacemos la pregunta, ¿a qué nos referimos con el desarrollo, ser un país industrializado… un país rico?

Distintas instituciones han establecido criterios para clasificar a las múltiples naciones en la categoría de “país desarrollado”, es decir, un país con un alto nivel de desarrollo; de acuerdo a la FMI, el desarrollo se entiende como “economía avanzada”, y según el Banco Mundial, el desarrollo se mide a través de la renta per cápita; por otra parte, para la OCDE, si bien el ámbito económico es un buen indicador de desarrollo, este no es el único y se ha propuesto la utilización del Índice de Desarrollo Humano (IDH) como un indicador más completo para medir el grado de desarrollo de un país, ya que en él no solo se tiene en cuenta la renta per cápita de la población según poder adquisitivo, sino también la educación, la tasa de alfabetización, la tasa de desempleo y la esperanza de vida entre otros, todos estos componentes relevantes para aproximarse mejor a la condición real del desarrollo económico de una sociedad.

Dentro del contexto nacional vemos a lo largo de los años como los dirigentes de turno del país han planteado distintos programas de desarrollo y políticas de crecimiento, no obstante, aquellos temas en los que se debe poner énfasis para comenzar un verdadero camino hacia el desarrollo, no son tomados en cuenta por los distintos gobiernos, dado que no hay una visión de un Chile hacia el futuro, sino que hoy en día priman las agendas políticas personales. Temas como la reforma educacional, el fomento a la innovación, el emprendimiento, los subsidios del Consejo de la Cultura y las Artes, proyectos energéticos o la desigualdad económica existente suelen dejarse bajo el tapete porque son discusiones delicadas que tienden a obstaculizar los ya atareados programas de gobierno, por lo que nos sentamos en los logros actuales y en comparaciones con países menos avanzados de Latinoamérica y no hacemos mucho por progresar, por ende, nos estancamos.

Los países desarrollados saben a qué dirección apuntan y toman “decisiones país” con una clara visión de largo plazo; arman una estrategia de desarrollo, entre el sector público y privado, para cumplir el objetivo que se han proyectado. En nuestro país esto no ocurre; lo único que se dice es que cuando lleguemos a los US$ 25 mil per cápita seremos un país desarrollado, en otras palabras, los números nos indican que logrando esta meta alcanzaremos llegaremos a ser un país desarrollado, empero, ¿es esto suficientes?, si conseguimos los US$ 25 mil per cápita manteniendo la misma producción y las mismas condiciones sociales actuales, ¿seríamos desarrollados?, la respuesta es no.

A pesar de lo anterior, es necesario decir que gracias a la globalización hemos podido dar un gran salto como país en términos tecnológicos, de relaciones de comercio exterior y de integración con el resto del mundo, pues se han sabido utilizar las características geográficas de la región a favor nuestro, lo que ha permitido un gran avance en cuanto a estándar de vida. Junto a esto, cabe destacar que el pasado 14 de Diciembre del 2015, la oficina mundial del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo ubicó a Chile dentro del grupo de países con un nivel de Desarrollo Humano muy alto en su Informe de Desarrollo Humano Mundial 2015, acompañado solo por Argentina dentro de los países latinoamericanos, lo que significa que Chile tiene un alto nivel de éxito promoviendo el desarrollo de las capacidades de sus habitantes. Si bien esto nos demuestra que Chile ha tenido la capacidad de avanzar sostenidamente en relación a crecimiento económico y políticas públicas, dentro de este mismo informe se ha clasificado también al país dentro de las naciones con mayor desigualdad, lo que – tal como se mencionó anteriormente – es un tope en nuestro camino al desarrollo total.

Otros países bajo condiciones similares ya lo han logrado, pero en Chile, los diferentes gobiernos han fallado en escuchar las demandas sociales, centrándose más en lo político y económico a nivel externo en vez de hacer hincapié en lo interno. En el libro “Leones contra dioses”, el periodista chileno y ex director del diario El Mundo - John Müller - analiza la crisis económica española y reflexiona sobre los puntos en común que existen entre Chile y España y las oportunidades que cada país ha dejado pasar en el último tiempo; respecto a la situación nacional actual, Müller menciona lo siguiente respecto al desarrollo: “Lo que veo es que Chile se está perdiendo una oportunidad: la de generar su propio paradigma. Desgraciadamente, el país está pensando todo el día en la media de la OCDE, cuando a mí me parece que no es nada ejemplar. Chile representaba un modelo de desarrollo, que con todas sus fallas, era muy eficaz a la hora de crear riqueza, y no tengo claro que el nuevo modelo que pretende implantar la presidenta Bachelet sea tan eficaz. Es más, creo que su modelo va a crear pobreza”^[1]. Aquí Müller se refiere a los intereses de la presidenta de refrenar a las instituciones de libre mercado, lo que podría afectar gravemente al empleo y, por ende, perder el trabajo generaría aún más desigualdad y miseria alejándonos cada vez más del desarrollo. El gobierno actual se ha empecinado en invertir una cuantiosa cantidad de recursos en lanzar una reforma tras otra, pero seguimos dejando de lado las desigualdades, y es correcto mencionar que cierto grado de desigualdad incluso entorpece el crecimiento económico; sobre esto Müller comenta lo siguiente: “A mí me da la impresión de que el modelo chileno, que era muy radical en reafirmar un Estado pequeño, una fe en el individuo inconmensurable, podría haber seguido con una amplia legitimidad si no se hubieran dado algunos casos que han cuestionado el buen funcionamiento del mercado y donde los defensores de éste han estado ausentes. […] Y creo que estamos descubriendo por qué los mayores beneficiados con ese modelo no lo han defendido: y eso es porque había una íntima relación entre algunos políticos y agentes económicos muy poderosos en Chile que han estado sistemáticamente capturando la política para sus intereses. Esto resulta muy decepcionante”1. Esto deja en claro que en el contexto nacional no se están tomando en cuenta todas las artistas que componen a un país desarrollado, porque no está primando el desarrollo per se en las decisiones políticas, sino  que este gobierno y anteriores, conservan una postura indiferente ante ciertas situaciones sociales y se mantienen a la orden de las clases acomodadas de manera de mantener funcionando “el sistema” que nos ha llevado a crecer económicamente, lo que a nivel país es beneficioso para los gobiernos de turno y para los partidos que hay detrás, porque si lo analizamos de manera crítica, lo que hacen es generar un avance parcial en el desarrollo que deja contenta a una parte de la población y luego nos premian con un puesto semi-positivo en el informe de desarrollo de la OCDE con lo que quedamos conformes; y así también, los gobiernos “cumplen” con sus agendas políticas, pero en el fondo no hay un ideal de un Chile como una sociedad-cultura desarrollada en todos sus ámbitos. Esto es un fiel reflejo de la idiosincrasia chilena, pues no somos desarrollados, pero tampoco subdesarrollados, por lo que quedamos satisfechos con que nos digan constantemente que estamos en “vías de desarrollo” pero no hacemos mucho por avanzar.

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