Ciudad En Damero
Enviado por danone3213 • 13 de Septiembre de 2012 • 2.313 Palabras (10 Páginas) • 609 Visitas
La ciudad ideal
The ideal city
■ Santiago Prieto Pérez
Resumen
Desde el origen de los asentamientos urbanos, el humano deseo de
perfección ha dado lugar a numerosos proyectos en los que se ha tratado de vincular la mejora de la ciudad con la sociedad que la habita. En este artículo se revisan elementos concurrentes en esa larga búsqueda que ha sido y es la ciudad
ideal.
Palabras clave
Ciudad. Urbanismo. Utopía. Geometría.
Abstract
From the beginning of urban settlements, human desire for perfection has led to numerous projects in which attempts have been made to link improvement of the city with the society who inhabit it. In this article the author reviews
the most important elements of the long search for this goal, which has always been
and still is the ideal city.
Key words
City. Urbanisation. Utopia. Geometry.
■ Probablemente, el lector que siga estas líneas vivirá en una ciudad.
Una ciudad con una ubicación, una organización y unas infraestructuras que a sus
ojos distarán más o menos de ser ideales. En consecuencia, podrá preguntarse: ¿qué
elementos debe tener una ciudad ideal?; ¿qué estructura?; ¿qué necesidades debe
cubrir?
Como veremos, hace siglos que se ha pretendido dar respuesta a estas cuestiones, que, salvando las distancias que el paso del tiempo impone, y al contrario de
lo que se suele pensar, apenas han variado. El exceso de tráfico, el ruido, la contaArtículos
El autor es doctor en Bellas Artes.
Ars Medica. Revista de Humanidades 2007; 2:215-234 215216
La ciudad ideal
Ars Medica. Revista de Humanidades 2007; 2:215-234
minación, las aglomeraciones, las comunicaciones o la seguridad, son problemas
que, aunque magnificados por el aumento demográfico, el consecuente crecimiento
de los enclaves urbanos y el desarrollo tecnológico, siempre han estado ligados a la
ciudad.
En las soluciones propuestas a lo largo de la Historia, observaremos numerosos
puntos en común y nuevos problemas asociados a la evolución tecnológica, ni siquiera contemplados unas décadas antes.
Condiciones que debe cumplir la ciudad ideal
Los puntos clave de la urbanística consisten en las cuatro
funciones: habitar, trabajar, descansar en tiempo libre y circular.
Carta de Atenas
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En primer lugar, debemos considerar las distintas concepciones que han orientado
y definido las agrupaciones urbanas a lo largo del tiempo, así como el origen y evolución de lo que se ha convenido en llamar ciudad ideal.
Desde siempre, las razones fundamentales para el establecimiento de una comunidad sedentaria han sido total o parcialmente las siguientes: la proximidad a cursos
fluviales, lagos u otras fuentes de agua dulce; la riqueza de la tierra; la protección
frente a las inclemencias atmosféricas, a las bestias o frente a otras comunidades
humanas y, finalmente, la valoración espiritual —sagrada— de un enclave. En principio, una ciudad que cumpliese todos los requisitos mencionados podría considerarse perfecta. Sin embargo, con el paso del tiempo, otros factores como una ubicación
favorable para el comercio con otras ciudades, o para el dominio de una región; la
dotación de infraestructuras, la misma belleza de la ciudad o de su emplazamiento
cobraron una gran importancia.
La capital, ciudad ideal
Durante siglos, sólo la capital de una provincia, de un reino o de un imperio podía
reunir las condiciones apuntadas. Principalmente, porque una capital, como residencia habitual de un gobernante o rey, había de expresar cierta grandeza. Teniendo
1
Del IV Congrés Internationaux d’architecture Moderne (Atenas, 1933) salió la lamada Carta de
Atenas, alentada por Le Corbusier, que ha sido referencia para arquitectos y urbanistas de todo el
mundo desde su publicación. En 57 puntos se abordaban en ella las condiciones a cumplir por una
ciudad moderna ideal.en cuenta que la capital gozaba de su privilegiado estatus debido a una localización
estratégica
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, tan sólo en algunos casos, ciudades cuya situación pudiera considerarse menor, manifestaban su magnificencia atendiendo únicamente a su condición de
residencia segura del monarca. Como nos recuerda Arnold J. Toynbee (1889-1975),
Luis XIV disfrazó la humillante verdad de que Versalles era una capital-refugio
haciéndola arquitectónicamente magnífica, pero: “No debemos permitir que nos
embauquen con la suntuosidad del palacio de Versalles; su importancia radica en su
distancia de París porque esto da la medida del miedo que sentía el Rey en la propia
capital de su reino —un temor justificado posteriormente por lo que aquélla le hizo a
Luis XVI—”
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.
Seguridad: La ciudad ideal como bastión
Como nos ilustra el ejemplo anterior, la seguridad es un factor esencial, quizá el
más importante —después del abastecimiento de agua— de una ciudad ideal. En este
sentido, al margen de una ubicación naturalmente resguardada, hasta hace apenas
dos siglos, el hombre ha vinculado su refugio a una buena muralla.
a) La ciudad amurallada
Es conveniente recordar aquí que la defensa de una ciudad comprende no sólo la
protección frente a un ataque, sino también frente a las inclemencias meteorológicas.
Algo observado ya en el siglo I a.C. por el arquitecto e ingeniero romano Vitruvio,
quien propuso la ubicación de la ciudad en el interior de un octógono para protegerla de los vientos. Esta original idea, abrió paso a una solución largamente adoptada
durante el Renacimiento, repetida y desarrollada hasta el siglo XVIII: el perímetro amurallado poligonal, en el que se vinculaban defensa y geometría.
En este sentido, a menudo se ha objetado a muchos proyectos ideales el atenerse a
una forma poligonal cerrada, a veces arbitraria, que impedía tanto el crecimiento de
la urbe más allá de sus muros como su adecuada ventilación. Sin embargo, siendo
cierto que un concepto defensivo, tipo fortaleza, no resulta aconsejable según un criterio higienista, no es menos cierto que la defensa primó durante siglos ante cualquier
otro precepto y que tales ciudades no contemplaban su propio crecimiento. Es el
caso, entre otros, de distintos diseños ideales concebidos a finales del Renacimiento,
como los de Antonio Averlino “Il Filarete”, Alberto Durero, o Girolamo Maggi, fechados
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