Como hemos señalado, el cuento “La jaula de tía Enedina” posee una multiplicidad de interpretaciones

Como hemos señalado, el cuento “La jaula de tía Enedina” posee una multiplicidad de interpretaciones; podemos asumir que Enedina está encerrada en su propia complacencia y eso la separa por completo del mundo; por ello, sólo puede encontrar consuelo cuando alguien sea más complaciente que ella, cuando logre poner dentro de la jaula a los pequeños canaritos, sus hijos, a quienes “les daba alpiste y los contemplaba tiernamente ahí encaramada sobre la jaula”;[1] pero también podemos mirar en el cuento algo simplemente agradable, a pesar del final terrible, pues al imaginarnos a los pequeños monstruos uno se estremece por completo, pero es agradable porque la historia nos sorprende y nos permite una multiplicidad de interpretaciones.

Podemos interpretar el texto como una denuncia hacia el racismo, pues el sobrino es negro y nadie lo quiere, ni su madre ni su padre, al igual que a la tía Enedina, ambos son despreciados porque no son lo que deberían ser; él es negro, hijo tal vez de alguna infidelidad de la madre y ella porque no cumple con la obligación de casarse; al ser despreciada por un hombre ya nadie desea ni siquiera verla. El cuento bien puede estar denunciado todo este racismo, este abandono al que están condenadas las mujeres que no cumplen con lo que la sociedad les demanda, pero también a los niños y a los de razas diferentes; pero también es interesante porque refleja con cierta ingenuidad cómo el sobrino se compadece de la tía y cómo, en su afán de obsequiarle un canario y no poder cumplir con su promesa, le obsequia caricias que al final se terminan transformando en canarios.

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