Conflicto Estados Unidos Cuba
Enviado por juanramaro • 10 de Julio de 2014 • 5.278 Palabras (22 Páginas) • 465 Visitas
Conflicto Estados Unidos - Cuba. Las relaciones entre Cuba y Estados Unidos datan de casi dos siglos. En términos de las aspiraciones y objetivos fundamentales, tanto de las diferentes clases y grupos que han integrado la realidad política interna de Cuba, como de los objetivos esenciales que han precedido el comportamiento de Estados Unidos hacia la Isla, las esencias políticas de la confrontación entre ambos países parecen haber resistido la prueba del tiempo.
Cuba no pone condiciones para un dialogo con Estados Unidos ni exige a los norteamericanos que cambien su sistema de gobierno o que abandonen el capitalismo y mucho menos exigen la renuncia de su actual presidente. A la hora de reclamar Cuba sólo exige un diálogo respetuoso con respecto a su soberanía nacional y libertad para los Cinco.
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Orígenes
El apetito norteamericano por esta región caribeña precede la constitución de su propia república. Benjamín Franklin, uno de los padres de la independencia estadounidense, ya recomendaba a Inglaterraen la época de las Trece colonias la toma de la Isla de Cuba.[1] Thomas Jefferson expresó oficialmente el interés de los EE.UU por Cuba al notificar al Ministro de Gran Bretaña en Washington, que en caso de guerra con España, los EE.UU se apoderara de Cuba.[2]
John Quincy Adams formuló la tesis conocida como "La fruta madura".
En 1823 John Quincy Adams, posteriormente presidente, formuló la tésis conocida en la historia cubana como la política de "La fruta madura", según la cual Cuba por su cercanía geográfica, debía caer en manos de los EE.UU.
El Presidente James Monroe,para referirse a la isla, afirmaba que:
Agregar Cuba era lo que necesitaban los Estados Unidos, para que la nación americana alcanzara el mayor grado de interés... Siempre la miré como la adquisición más interesante para nuestro sistema de estado.[3]
El 28 de abril del propio año 1823, John Quincy Adams, a la sazón Secretario de Estado, escribe que:
...hay leyes de gravitación política, como leyes de gravitación física, y Cuba, separada de España, tiene que gravitar hacia la Unión, y la Unión, en virtud de la propia ley, no iba a dejar de admitirla en su propio seno. No hay territorio extranjero que pueda compararse para los Estados Unidos como la Isla de Cuba. Esas islas de Cuba y Puerto Rico, por su posición local, son apéndices del continente Americano, y una de ellas, Cuba, casi a la vista de nuestras costas, ha venido a ser de trascendental importancia para los intereses políticos y comerciales de nuestra Unión".[4]
Con posterioridad, hasta hoy, prácticamente ninguna administración norteamericana ha logrado desembarazarse de ello, que no es de ningún modo una simple imagen, sino una concepción política. Uno de los ejes de la proyección externa de Estados Unidos en este hemisferio. De modo que, hacia el final del primera cuarto del Siglo XIX, ya el destino de Cuba estaba diseñado, ser de España mientras no pudiese pasar a manos de Estados Unidos.
Intentos de EE.UU. para apoderarse de Cuba
Estados Unidos recorrió un largo camino en sus aspiraciones por apoderarse de Cuba: formular su destino, mantenerla en manos del original dueño hasta que pudieran quitársela, reclamar para ella la autonomía, tratar de comprarla, reclamar su independencia a partir de una denominada Resolución Conjunta del Congreso Norteamericano que resulto ser un engaño comprado, intervenirla y finalmente aplicar en ella un modelo neocolonial (según algunos con etapa de protectorado), que no sobrevivió mucho tiempo a los embates de la dialéctica entre la larga lucha que Cuba ya había librado por lograr su independencia y el impulso revolucionario que vino después.
La historiografía nacional atesora valiosos documentos que revelan las apetencias yanquis sobre el archipielago, y que van desde las maniobras políticas hasta el respaldo al desembarco del anexionistaNarciso López, en 1850.[5]
En 1848, el presidente Polk trata de comprar Cuba a España por 100 millones de dólares de la época.[6] Intentos similares harían en 1853 y 1861 los presidentes Pierce y Buchanan.[6] En 1869, terminada la Guerra de Secesión y cuando ya ha comenzado en Cuba la primera Guerra de Independencia ("Guerra de los Diez Años"), el presidente Ulysses Grant hace un nuevo intento de adquirir la Isla mediante compra y en fecha tan cercana a la intervención estadounidense como 1897, cuando los cubanos se enfrentaban victoriosamente a los españoles, el presidente William McKinley hizo un nuevo intento de comprar a Cuba.[6]
El desarrollo de la insurrección en Cuba, visto con creciente simpatía por el pueblo norteamericano, hacen que el 19 de abril ambas Cámaras del Congreso estadounidense aprueben la Resolución Conjunta mediante la cual el gobierno de Washington intervenía en el conflicto.[1] Según el documento Cuba debia ser libre e independiente y Estados Unidos se retiraría de la isla cuando existieran las garantias de un gobierno estable.
Explosión del Maine
Artículo principal: USS Maine.
La explosión del USS Maine fue utilizada utilizado por Estados Unidos para justificar el inicio de la guerra contra España
Mientras los mambises luchaban victoriosamente en la manigua por la independencia de Cuba, el acorazado norteamericano Maine explotaba misteriosamente en la bahía de La Habana a las 9:40 de la noche del 15 de febrero de 1898. La explosión fue en la proa donde la marinería tenía su dormitorio y seguidamente el fuego alumbraba un trágico espectáculo de muerte y horror. De inmediato hubo una respuesta solidaria de marineros españoles y habaneros que acudieron rápidamente a auxiliar a los sobrevivientes y trataron de dominar las llamas. El USS Maine estaba fondeado desde el 25 de enero en la bahía de La Habana.
El hecho ha sido objeto de reiteradas investigaciones a lo largo de más de un siglo, dirigidas primero a determinar las causas de la explosión y más tarde a establecer su relación con el proceso que condujo a la declaración de guerra por parte de los Estados Unidos a España.
La explosión sorprendió al capitán de la nave, Charles Sigsbee en el momento en que se disponía a escribirle una carta a su esposa. Fue tan violenta que logra doblar como papel los grandes cañones y las chapas de acero del blindaje. Doscientos cincuenta y dos hombres murieron en los primeros instantes entre el infierno de llamas y hierros retorcidos en un concierto de detonaciones que se mantuvo por varias horas; ocho víctimas más se cobraría el estallido en los próximos días entre los heridos que eran atendidos en hospitales habaneros. Los marinos que sobrevivieron a la explosión
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