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Corrientes y el tango


Enviado por   •  14 de Mayo de 2016  •  Trabajo  •  1.223 Palabras (5 Páginas)  •  183 Visitas

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Corrientes y el tango

Es martes por la noche, la temperatura descendió considerablemente en los últimos días. Los porteños debieron sacar del ropero su ropa de inverno con anticipación. El tiempo parece ir más de prisa en esta ciudad que nunca duerme, tanto que, aunque aún no haya terminado el mes de abril, Buenos Aires respira el aire frío típico de junio por adelantado.

“Calle Corrientes no es lo que era antes” dice un hombre mayor detrás del mostrador de un puesto de diario ubicado sobre una de las principales avenidas porteñas, abrigado con una gruesa campera negra de lona, una bufanda de lana color verde oscuro y una boina que cubre su cabeza poco poblada de cabello, una de las desventajas de envejecer. Pero si hay algo bueno de volverse viejo es la sabiduría. No importa la edad de Ernesto. Después de escucharlo hablar sobre el tango y de aquella avenida, importa poco la cantidad de años que tiene, importa cómo los ha vivido.

“Si habré escuchado tango en los bares de por acá. Esas voces ya no se escuchan más…” sus ojos están ausentes, perdidos en el recuerdo de su juventud, cuando habla de aquellos años las luces blancas y potentes de los locales vecinos se vuelven más intensas y brillan con mucha más fuerza en esos ojos color café, vidriosos y cansados. “Antes solía meterme en algún bar, a tomar un café, o a veces un vinito, y a escuchar tango. Cuando era joven ya no se escuchaba tanto esa música, pero los bares antiguos seguían conservando esa costumbre, y me gustaba prestarle atención a las letras. ¡Esos tipos sabían de qué hablaban!” La mirada de Ernesto dice más de que suelta su boca. La chispa de la juventud sigue encendida y lo mantiene vivo en la noche helada. “Eso se perdió, es algo que extraño. Hoy eso ya no existe, o quedan muy pocos lugares. Qué se yo, ahora la gente se junta a mirar los partidos de fútbol o en vez de charlar se ponen a mandar mensajitos con el celular…” Y de pronto la realidad vuela en el aire frío y le choca la cara. Las manos arrugadas de Ernesto tiemblan mientras se deslizan sobre un periódico que aún no vendió. “Tengo esa sensación de que no disfruté lo suficiente del tango, como cuando descubrís algo que dejó de existir. Nací tarde, pero aún hoy, de vez en cuando, me encuentro silbando un tango mientras acomodo los diarios, y me gusta, sonrío.”

Y así como la mirada de Ernesto mantiene una chispa encendida, calle Corrientes mantiene viva la llama del tango. El tango no ha muerto. Sigue vivo en cada esquina. Y se puede sentir, como se siente el olor a café impregnado en el aire que encierra cada bar. El típico café porteño, con grandes ventanas con marcos de madera. Ese café que se repite en cada cuadra de Corrientes, la esencia visible de que las costumbres argentinas siguen vigentes, y podrán mezclarse con franquicias internacionales pero jamás se olvidarán.

Ernesto Sabato dijo hace mucho tiempo que “el tango es un híbrido, una expresión original y nueva que deriva de una movilización humana gigantesca y excepcional”. El tango es aquello que nos unió desde el principio, que nos dio una identidad. El tango nuestra historia.

Las raíces yacen en la cultura gauchesca, las costumbres originales del suelo argentino, que se fusionaron con las costumbres africanas, italianas, hispana, debido a la gran ola inmigratoria proveniente de Europa. Y al mismo tiempo que se fundó el país de nuestros abuelos y tátara-abuelos, también se fundó el tango. Es por eso que tango es parte de la identidad del argentino. Refleja la viveza criolla, la insatisfacción, el amor, la pasión, todo lo que nos conmueve, lo que nos identifica en todas partes del mundo.

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