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Desde Las 9 Esquinas


Enviado por   •  5 de Mayo de 2014  •  571 Palabras (3 Páginas)  •  350 Visitas

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Desde las Nueve Esquinas

benjamín gutiérrez lucas

Para algunos era el lugar de llegada, la meta añorada durante las largas travesías por los polvosos caminos de la Nueva Galicia. Para otros más constituía el lugar desde donde iniciarían el largo camino que les llevaría a lugares remotos cargados de mercancías para volver de nuevo, una práctica que no por ser repetitiva se convertía en rutina.

El ir de aquí para allá y de allá para acá permitía a los arrieros conocer de costumbres ajenas y llevaban a los poblados que tocaban las noticias y acontecimientos de otros lugares, en una suerte de actividad de mensajería sui generis.

Sin duda, Las Nueve Esquinas reflejaba la vocación de Guadalajara como centro de atracción comercial de la región occidental de la Colonia Española. Sandoval Godoy (1992) le describe de manera destacada:

“Como quien dice, esta era la puerta grande de la ciudad. Las garitas por los otros vientos abrían salida o controlaban la entrada de diferentes rumbos, pero en este sitio, donde luego habría de conformarse una plazuela con la denominación de Las Nueve Esquinas, hubo movimiento mercantil, concentración de arrieros, descarga de recuas de burros, mesones, jácara y liviandades de todo género, como corresponde al más tumultuoso ingreso que tuvo la ciudad”.

Descargar de su peso a las recuas para alimentarlas y darles de beber era una tarea obligada para aquellos hombres, después de todo, se trataba de atender al único medio de carga terrestre de la época. Luego, extender sobre un rincón cualquiera de los infaltables mesones de la zona el imprescindible petate constituía una recompensa apenas sobrepasada por la obligada visita a las fondas y cantinas. Tal vez el momento de partir de nuevo vendría pronto y el regreso no siempre era seguro dadas las condiciones de inseguridad de los caminos neogallegos de la época.

La zona de Las Nueve Esquinas se asentaba entonces a las afueras de la ciudad, algo nada raro para una ciudad que todavía en las primeras décadas del Siglo XX tenía a la terminal del Ferrocarril justo atrás de los templos de San Francisco y Aranzazu. Al lugar acudían a surtirse de granos, sal, frutas, carnes, vegetales y demás artículos del comer cotidiano, la servidumbre de las casas de peninsulares y criollos, mestizos, indígenas y demás castas neogallegas. Se comercializaban asimismo los artículos de uso común: reatas, sillas de montar, telas, rebozos, huaraches, leña, cacharros de cocina y demás. No debieron faltar los utensilios que por su elevado costo eran asequibles únicamente a las clases sociales pudientes, habitantes de las zonas cercanas a la catedral tapatía y la plaza mayor.

Ahí mismo se almacenaban la mercaderías que partirían después a lomo de burros y mulas a surtir las despensas de las cocinas de lugares lejanos. Un interminable proceso de intercambio que aseguraba el alimento al

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