Dinamica Del Capitalismo Completo
Enviado por nikconik • 10 de Marzo de 2014 • 1.513 Palabras (7 Páginas) • 276 Visitas
I. REFLEXIONANDO ACERCA DE LA VIDA MATERIAL Y
LA VIDA ECONÓMICA
COMENCÉ a pensar en Civilización material, economía y capitalismo, obra larga
y ambiciosa, hace ya muchos años, en 1950. El tema me había sido propuesto
entonces o, mejor dicho, amistosamente impuesto, por Lucien Febvre, que
acababa de sentar las bases de una colección de historia general, "Destins du
Monde", de la cual tuve que asumir la difícil continuación tras la muerte de su
director, en 1956. Lucien Febvre se proponía escribir, por su parte, Pensées et
croyanees d'Occident, du XV au XVIII sueles, libro que debía acompañar y
completar el mío, formando pareja con él, y que desgraciadamente no se
publicará nunca. Mi obra se ha visto definitivamente privada de este
acompañamiento.
Sin embargo, pese a limitarse en general al campo de la economía, esta
obra me ha planteado numerosos problemas, debido a la enorme cantidad de
documentos que he tenido que manejar, a las controversias que suscita el tema
tratado —la economía, en sí, es evidente que no existe— y a las incensantes
dificultades que suscita una historiografía en constante evolución, ya que
incorpora necesariamente, aunque con bastante lentitud, de buen o mal grado, las
demás ciencias humanas. A esta historiografía en estado de perpetuo alumbramiento,
que nunca es la misma de un año para otro, sólo podemos seguirla
corriendo y trastornando nuestros trabajos habituales, adaptándonos mejor o peor
a exigencias y ruegos siempre distintos. Yo, por mi parte, siento siempre un gran
placer cuando escucho este canto de sirenas. Y los años van pasando. Habré
consagrado veinticinco años de mi vida a la historia del Mediterráneo, y casi
veinte a la Civilización material. Sin duda es mucho, demasiado.
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La llamada historia económica, que se encuentra todavía en proceso de
construcción, tropieza con una serie de prejuicios: no es la historia noble. La
historia noble es el navío que construía Lucien Febvre: no se trataba de Jacob
Fugger, sino de Martín Lutero o de Frangois Rabelais. Sea o no sea noble, o
menos noble que otra, la historia económica no deja por ello de plantear todos los
problemas inherentes a nuestro oficio: es la historia íntegra de los hombres,
contemplada desde cierto punto de vista. Es a la vez la historia de los que son
considerados como sus grandes actores, por ejemplo: Jacques Coeur o John
Law; la historia de los grandes acontecimientos, la historia de la coyuntura y de
las crisis y, finalmente, la historia masiva y estructural que evoluciona lentamente
a lo largo de amplios periodos. Y en esto reside precisamente la dificultad, ya que,
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LA DINÁMICA DEL CAPITALISMO
tratándose de cuatro siglos y del conjunto del mundo, ¿cómo podíamos organizar
semejante cúmulo de hechos y explicaciones? Había que escoger. En lo que a mí
respecta, he elegido los equilibrios y desequilibrios profundos que se producen a
largo plazo. Lo que me parece primordial en la economía preindustrial es, en
efecto, la coexistencia de las rigideces, inercias y torpezas de una economía aún
elemental con los movimientos limitados y minoritarios, aunque vivos y poderosos,
de un crecimiento moderno. Por un lado, están los campesinos en sus pueblos,
que viven de forma casi autónoma, prácticamente autárquica; por otro, una
economía de mercado y un capitalismo en expansión que se extienden como una
mancha de aceite, se van forjando poco a poco y prefiguran ya este mismo
mundo en el que vivimos. Hay, por lo tanto, al menos dos universos, dos géneros
de vida que son ajenos uno al otro, y cuyas masas respectivas encuentran su
explicación, sin embargo, una gracias a la otra.
Quise empezar por las inercias, a primera vista una historia oscura y fuera
de la conciencia clara de los hombres, que en este juego son bastante más
pasivos que activos. Es lo que trato de explicar mejor o peor en el primer volumen
de mi obra, que yo había pensado titular en 1967, con ocasión de su primera
edición, Lo posible y lo imposible: los hombres frente a su vida cotidiana, título
que cambié poco después por el de Las estructuras de lo cotidiano. ¡Pero qué
más da el título! El objeto de la investigación está tan claro como el agua, si bien
esta búsqueda resulta aleatoria, plagada de lagunas, trampas y posibles errores.
En efecto, todos los términos resaltados —inconsciente, cotidianeidad,
estructuras, profundidad— resultan oscuros por sí mismos. Y no puede tratarse,
en este caso, del inconsciente del psicoanálisis, pese a que éste también entra en
juego, pese a que quizás haya que descubrir un inconsciente colectivo, cuya
realidad tanto atormentó a Carl Gustav Jung. Pero es poco corriente que este
tema tan amplio sea abordado, a no ser en sus aspectos laterales. Aún está
esperando a su historiador.
Me he ceñido, por mi parte, a unos criterios concretos. He partido de lo
cotidiano, de aquello que, en la vida, se hace cargo de nosotros sin que ni
siquiera nos demos cuenta de ello: la costumbre —mejor dicho, la rutina—, mil
ademanes que prosperan y se rematan por sí mismos y con respecto a los cuales
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