El Azteca
Enviado por 09danyel • 4 de Marzo de 2014 • 249 Palabras (1 Páginas) • 182 Visitas
Oc ye nechca —como ustedes dirían: «Érase una vez»— cuando en nuestra tierra nada
se movía más rápido de lo que nuestros mensajeros-veloces podían correr, excepto cuando los
dioses se movían y no había ningún ruido más fuerte que el que podían hacer nuestros
voceadores-a-lo-lejos, excepto cuando los dioses hablaban. En el día que nosotros llamamos
Siete Flor, en el mes del Dios Ascendente en el año Trece Conejo, el dios de la lluvia, Tláloc,
era el que hablaba más fuerte, en una tormenta resonante. Esto era poco usual, ya que la
temporada de lluvias debía haber terminado. Los espíritus tlaloque que atendían al dios Tláloc
estaban golpeando con sus tenedores de luz, rompiendo las grandes cascaras de nubes,
despedezándolas con gran rugido de truenos y escupiendo violentamente sus cascadas de
lluvia.
En la tarde de ese día, en medio del tumulto causado por la tormenta, en una pequeña
casa en la isla de Xaltocan, nací de mi madre para empezar a morir.
Como ustedes pueden ver, para hacer su crónica más clara, me tomé la molestia de
aprender su calendario. Yo he calculado que la fecha de mi nacimiento debió de ser el
vigésimo día de su mes llamado septiembre, en su año numerado como mil cuatrocientos
sesenta y seis. Esto fue durante el reinado de Motecuzoma Illuicamina, en su idioma el
Furioso Señor que Dispara sus Flechas Hacia el Cielo. Él era nuestro Uey-Tlatoani o
Venerado Orador, nuestro título de lo que vendría a ser para ustedes rey o emperador. Pero el
nombre de Motecuzoma o de cualquier otro no significaba entonces mucho para mí.
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