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El Centauro de los Llanos


Enviado por   •  23 de Agosto de 2014  •  Informe  •  604 Palabras (3 Páginas)  •  240 Visitas

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encuentra su representación máxima en la figura de José Antonio Páez. Las circunstancias que condujeron a este hombre, de condición humilde, a convertirse en presidente de la República y en el gran defensor de Venezuela, no hacen sino dibujar un panorama de alianzas políticas y militares necesarias en un escenario de máxima inestabilidad. En su reverso, la historia revela las múltiples facetas de un hombre que, movido por el azar de una guerra civil con tinte independentista, declinaba su rostro en peón de hacienda, comerciante de ganado, jefe de los ejércitos llaneros y gran caudillo de la patria.

Muy lejos de la Caracas criolla de ímpetus revolucionarios y asideros conservadores de finales del siglo XVIII, José Antonio Páez nació en Curpa, estado Portuguesa, el 13 de junio de 1790. Era descendiente de canarios e hijo de Juan Victorio Páez y María Violante Herrera, ambos de fortuna muy escasa. La familia se encontraba más bien desarticulada; el padre vivía en la ciudad de Guanare y trabajaba para el gobierno colonial en un estanco de tabaco, mientras la madre iba reservando destinos a sus ocho hijos.

Cuando tenía ocho años de edad, Páez fue enviado por su madre a estudiar en una pequeña escuela de Guama. Claro está que las letras no formaban parte de las expectativas de aquella familia, pues la Colonia no reservaba muchos derechos para las clases desposeídas. Sin embargo, nada de esto sería impedimento para que José Antonio Páez se formara en aquello por lo cual se distinguiría. La escuela de este hombre fue la que ofrecían los Llanos de Apure y su estirpe era la del llanero. Grandes extensiones de tierras con pastizales de elevado tamaño húmedos, secos o inundados, según la temporada, componían el paisaje de esta especie de hombres, cuya actividad era lidiar con las bestias del ganado caballar y vacuno en un horizonte que sólo se comprendía a sí mismo.

Huyendo de un incidente que le costó la vida a un bandido que quería asaltarle, Páez se internó en los Llanos y se empleó como peón en el hato de La Calzada, propiedad de Manuel Pulido. Bajo las órdenes del negro Manuelote, esclavo de Pulido y capataz de la hacienda, aprendió todo aquello que un llanero debe saber: ojear el ganado, el rodeo, la junta, herrar, enlazar, colear. Para todo ello tuvo que aprender a montar de forma tal que su cuerpo se fusionara con la bestia hasta parecer un centauro. "Imagínese el lector cuán duro debía ser el aprendizaje de semejante vida (diría Páez en su autobiografía), que sólo podía resistir el hombre de robusta complexión o que se había acostumbrado desde muy joven. [...] Mi cuerpo, a fuerza de golpes, se volvió de hierro, y mi alma adquirió, con las adversidades en los primeros años, ese temple que la educación más esmerada difícilmente habría podido darle."

El Centauro de los Llanos

La ganadería se había convertido en ese entonces en un sustituto

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