El Ignorante Privilegiado
Enviado por miguecorona • 4 de Febrero de 2014 • 332 Palabras (2 Páginas) • 386 Visitas
El ignorante privilegiado
No siempre, pero casi siempre, Francisco Arce Beltrán iniciaba la siesta con el mismo pensamiento: Gracias. Una palabra que representó con millares de imágenes y ninguna letra, porque su nombre completo era lo único que sabía escribir.
Se consideraba un privilegiado. Yo lo veía como un ignorante, además de conformista. Y me refiero a su etapa adulta, porque era comprensible que de niño no hubiese podido estudiar. Labró la tierra hasta que la sequía del 62 dejó a su familia sin propiedad en favor del banco, viéndose obligado a migrar a la ciudad antes de cumplir los trece años. Mendigando por las calles, entabló amistad con un vagabundo que tocaba la guitarra. Le enseñó una canción. La aprendió con muchísimo esfuerzo. Quiso enseñarle otra. A Francisco no le interesó. Para él, una bastaba para ganarse la vida.
Durante cuatro décadas, únicamente ha cantado ese tema. Le gustaba decir que entre él y un sellador de sobres no había ninguna diferencia. No profundizaba. Ahí terminaba su comentario, con un rostro que rebozaba satisfacción. ¡Ignorante, conformista y descaradamente estúpido! Me irritaba.
Ya no.
Comenzó a desbaratar mis prejuicios la tarde que me preguntó qué buscaba alcanzar con tanto estudio y competitividad. Respondí. Mi meta era su presente. A Francisco Arce Beltrán se le veía tranquilo, contento y en paz. Era feliz, monótonamente feliz.
De todas formas, él estaba equivocado. Su actividad distaba mucho de la que realizaba un sellador de sobres. Si bien Francisco repetía una misma acción a lo largo del día, el público interrumpía su rutina cuando, entusiasmado, le pedía “otra, otra”. Y eso ocurrió con una frecuencia creciente porque cada vez interpretaba mejor el tema. En varias ocasiones, salió del apuro improvisando historias que nunca reutilizaba, puesto que no se daba el trabajo de memorizarlas. Sin embargo, al madurar su autoestima, se aventuró a decir la verdad, complementándola con el siguiente argumento: “Si un compositor puede subsistir toda su vida con las regalías de una canción, por qué yo no puedo hacerlo cantándola”.
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