El Lenguaje De Las Vanguardias
MonanaStar30 de Septiembre de 2013
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El movimiento vanguardista se caracteriza por su oposición a toda la estética anterior, por la importancia de la innovación y por la reacción contra la sensibilidad romántica y burguesa. El arte de vanguardia es esencialmente provocador y lúdico: busca escandalizar y sorprender.
Esta actitud de experimentación se concretó en diversos movimientos a los que se aplica en conjunto el nombre de ismos. Las primeras vanguardias -futurismo, dadaísmo, cubismo y, en el ámbito hispánico, creacionismo y ultraísmo- intentaban reflexionar sobre la naturaleza del arte, persiguiendo una renovación total de los temas, las formas y los modos de expresión. Los juegos gráficos o caligramas son un ejemplo de ello.
En la literatura española tiene una especial relevancia la figura de Ramón Gómez de la Serna (1888-1963). Es el gran introductor de estos movimientos en España: funda la revista Prometeo y la tertulia literaria en el Café Pombo, en la madrileña calle Carretas. Gómez de la Serna lleva la vanguardia a su obra y a su vida, plagada de excentricidades: pronuncia conferencias vestido de torero o sobre un elefante, celebra un banquete en un quirófano, etc.
Otro autor considerado padre de las vanguardias es Rafael Cansinos Assens (1883-1964), difusor del ultraísmo, que cultivó también Guillermo de Torre (1900-1971). Asimismo, el creacionismo, introducido por Vicente Huidobro, aparecerá en la obra de Gerardo Diego y Juan Larrea (1895-1980).
El Futurismo concede un papel especialmente importante a la tipografía en el juego de las formas plásticas, hecho sin precedentes históricos, iniciándose de este modo una curiosa revolución tipográfica. Para los artistas futuristas la tipografía debía enfatizar el contenido escrito.
No es algo nuevo que a principios del siglo XX con el surgimiento de las vanguardias se le diera cierta importancia a la tipografía, ya que algunos arquitectos modernistas experimentaron de algún modo en este tema.
A partir de la Primera Guerra Mundial y tras la Revolución Rusa, nació lo que hoy conocemos como cartel político o de propaganda.
Gracias a la necesidad de influir en la masa demagógicamente con ideas políticas, surgió la propaganda la cual se presentaba de un modo predominantemente visual para que fuera comprensible por todo el mundo sin la necesidad de tener cierto nivel cultural y que se captara la información con rapidez, ya que una imagen se traduce muchísimo más rápido que un texto.
El Constructivismo Ruso tuvo mucha influencia en el diseño gráfico, en las tipografías y en las estructuras para libros y periódicos.
Un autor revolucionario en este campo fue El Lissitzky, cuyo contacto con importantes imprentas de Alemania le permitieron desarrollar sus ideas tipográficas; como diseñador gráfico Lissitzky no decoraba el libro simplemente, sino que lo construía al programarlo visualmente por completo.
Por otro lado, Rodchenko, se inclinó, además de por otras artes aplicadas, por la comunicación visual; produjo diseños gráficos con sólida construcción geométrica y extensas áreas de color puro, y utilizó tipografías de mucho peso.
En el movimiento dada cabe destacar la innovación de incluir en el collage la tipografía como un elemento más de montaje, creando cosas sueltas libradas al azar, resultando unas curiosas composiciones abundantes en asociaciones provocadoras.
A finales de la primera década del siglo XX surge el periodo de los grandes cartelistas en Alemania, sin olvidar la influencia que pudo tener en estos el cartelismo francés.
Un buen ejemplo en esta categoría es Hohlwein que trata sus composiciones de un modo básico y esencial, de modo que reduce formas, líneas y sombras y enfatiza la vitalidad del cartel figurativo.
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