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El Renacimiento


Enviado por   •  18 de Febrero de 2012  •  3.344 Palabras (14 Páginas)  •  470 Visitas

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El Renacimiento

El descubrimiento y exploración de nuevos continentes, el auge del individualismo y la visión antropocéntrica del mundo, la aplicación de importantes inventos como la brújula y la imprenta, la afirmación de los estados nacionales y la difusión de unas formas artísticas inspiradas en el mundo grecolatino, definieron la configuración del Renacimiento, un brillante período de la cultura europea inmediatamente posterior a la edad media.

El Renacimiento fue un movimiento cultural de los siglos XV y XVI, iniciado en Italia y propagado por Europa, que por extensión acabó dando nombre a un período de la civilización occidental caracterizado por la vuelta a la antigüedad clásica como reacción contra la mentalidad teológica medieval.

Considerado en un principio por eruditos e historiadores como un resurgir de la cultura clásica tras un largo declive medieval, posteriormente el término ha ido adquiriendo también una serie de connotaciones políticas, económicas e incluso religiosas. Aunque, por lo general, se ha creído que fue completamente opuesto al Medioevo, algunas tendencias historiográficas tienden a ver el Renacimiento más como un proceso evolutivo que como un corte profundo, ya que diversas transformaciones propiamente renacentistas habían sido ya apuntadas a comienzos del siglo XII, entre ellas el retroceso de la influencia de la Iglesia Católica y del Sacro Imperio Romano germánico, la aparición de ciudades-estado, el desarrollo de las lenguas nacionales y el resquebrajamiento de las estructuras feudales.

Historiografía

Los propios artistas de los siglos XV y XVI, como Giorgio Vasari, ya empleaban el término Renacimiento para hacer referencia a la recuperación de las formas artísticas de la antigüedad tras la oscura época medieval. Los primeros pasos en la definición historiográfica, del período se dieron en el XVIII con el racionalismo al formularse la antítesis entre edad media (período que no se regía por la razón) y Renacimiento; además, algunos hombres de letras como el francés Voltaire o el británico Edward Gibbon comenzaron a considerar la caída de Constantinopla en 1453 como un hecho trascendental para occidente, ya que dicho acontecimiento permitió conocer en mayor profundidad la cultura grecolatina. Otro historiador británico, William Roscoe, en su libro The Life of Lorenzo de' Medici (1976; La vida de Lorenzo de Medici) demostró por vez primera el papel primordial que había ejercido Florencia en el siglo XV.

En el siglo XIX se sistematizaron los estudios sobre el Renacimiento. Fue Jules Michelet en La Renaissance (1855) quien asentó el término para aludir a una época cultural e histórica. Coetáneo de Michelet fue el gran historiador Jacob Burckhardt, autor de Die Kultur der Renaissance in Italien (1860; La cultura del Renacimiento en Italia), donde consideró que el arte renacentista fue la más alta cota alcanzada por la Europa moderna, ya que logró un perfecto equilibrio entre realismo e idealismo. Posteriormente, el siglo XX vio la aparición de numerosos estudios sobre el arte del período como los de Erwin Panofsky, André Chastel y Rudolf Wittkower.

Política

Hacia el siglo XIV, la baja edad media se encontraba en pleno declive, y con ella parte del sistema feudal. El Sacro Imperio Romano germánico, que había luchado anteriormente contra el papado por el control de Italia y el logro de una Europa unida, se hallaba muy debilitado y fragmentado entre distintas familias nobiliarias rivales, sobre las que emergía la autoridad casi honorífica del emperador. La crisis afectaba también a la Iglesia Católica, que primero vio trasladada temporalmente su sede pontificia en 1309 a Aviñón, en el sur de Francia, y luego sufrió el llamado cisma de occidente, en el que el mundo cristiano se dividió entre los partidarios del Papa Urbano VI y los del antipapa Clemente VII.

La reorganización política se inició en Italia a fines del siglo XIII con su desvinculación del poder imperial y su fragmentación en diversas ciudades-estado que pasaron de un régimen comunal o municipal a otro señorial, ejercido por ciertas familias nobles (Gonzaga, Sforza, Medici). Más tarde, estas ciudades se convirtieron en el centro de los variados estados italianos de la época moderna (las repúblicas de Venecia y de Florencia, el ducado de Milán, el reino de Nápoles y los Estados Pontificios), que mantuvieron entre ellos constantes conflictos por lograr la hegemonía.

Esta fragmentación no persistió en otros territorios europeos donde, en cambio, se configuraron diversas monarquías nacionales y autoritarias: los Reyes Católicos en España (Fernándo e Isabel), Enrique VII en Inglaterra y Luis XI en Francia. Ello se debió, en primer lugar, a la consolidación de la autoridad del soberano frente al poder de la nobleza. Estos nuevos estados modernos se caracterizaron por la centralización, la organización administrativa, la creciente burocratización y la creación de un poderoso ejército. En la implantación de estos regímenes autoritarios tuvo gran importancia el cambio producido en la mentalidad política que, basándose en el derecho romano y la filosofía aristotélica, legitimaría la autoridad suprema del monarca y la existencia de un estado fuerte y organizado. La gran figura del pensamiento político fue el florentino Nicolás Maquiavelo, autor de Il príncipe (1513), donde expresaba las cualidades de todo buen gobernante.

Economía y sociedad

Aunque la base de la economía seguía siendo la agricultura cobraron un gran impulso la industria textil, la minería y, sobre todo, las actividades comerciales gracias al auge de las ciudades mediterráneas (Venecia, Marsella, Nápoles) y del norte de Europa (Amberes, Amsterdam, Hamburgo). La creciente importancia del sector comercial trajo consigo la formación de grandes riquezas familiares, como las de los Medici, los Strozzi o los Fugger, que permitieron a dichas familias su intervención directa en la política o su apoyo a las monarquías que atravesaban crisis económicas.

El descubrimiento de América supuso un hecho trascendental para la vida económica del Renacimiento, ya que se abrieron nuevos mercados, florecieron ciudades de la fachada atlántica, como Sevilla y Lisboa, y fluyeron los metales y las riquezas, que proporcionaron grandes beneficios a burgueses y banqueros y sirvieron a España para llevar a cabo una vasta política de intervención en gran parte de Europa y el Mediterráneo. Sin embargo, la excesiva afluencia de tesoros americanos al continente europeo favoreció una alarmante subida de los precios debido a la abundante moneda en circulación.

La desaparición de las grandes pestes medievales, el auge de la vida urbana y ciertas mejoras en la forma de vida ocasionaron un crecimiento demográfico

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