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El movimiento del 68 y en especial la matanza en la Plaza de las Tres Culturas


Enviado por   •  6 de Diciembre de 2016  •  Documentos de Investigación  •  1.451 Palabras (6 Páginas)  •  299 Visitas

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Te invitamos a recorrer de la mano de escritores, poetas y periodistas el movimiento del 68 y en especial la matanza en la Plaza de las Tres Culturas. [pic 3]

Intro / Aquel 68 Sangriento

[pic 4]“La tarde del 13 de septiembre de 1968, mi abuelo, un ranchero zacatecano que emigró a causa de la Revolución con su familia a la Ciudad de México, me dijo que lo acompañara a la Avenida de Los Insurgentes -que en ese entonces era una especie de Teatro de la Realidad, por ahí pasó el Sargento Pedraza cuando ganó la Medalla de Plata en Caminata en la Olimpiada, también el Papa y el Ejército con tanquetas cuando ocupó Ciudad Universitaria el 18 de septiembre del 68-, yo tenía 11 años, pero a diario en la mesa atestiguaba las discusiones de mi hermana que era de izquierda y mi abuelo que era de derecha, y ya estaba al tanto de lo que sucedía. Juntos caminamos una cuadra y media y nos quedamos asombrados, había una verdadera multitud presenciando el paso de miles y miles de estudiantes (de la UNAM, del IPN, de las prepas y vocacionales, etc.), amas de casa, intelectuales, obreros, profesionistas, encabezados por el Rector de la UNAM, Javier Barros Sierra, y todos tenían una venda en la boca, era la memorable Manifestación del Silencio que duró unas 6 horas y conmovió a la sociedad. En el camino de regreso a la casa, mi abuelo me dijo muy preocupado “esto se va a poner muy mal, hijo”. Y así fue, la represión no cedía en las escuelas, en las calles, era una verdadera cacería de brujas, porque el sistema aseguraba en su habitual paranoia, que el comunismo pretendía instalarse en México. Gustavo Díaz Ordaz, era tibio y mediocre, y basaba sus soluciones en el ambicioso y perverso Luis Echeverría, de mano dura, quien desde Gobernación armó la matanza cuando el sacrosanto “presidentito” estaba de gira en el interior. De tal forma que todas las cabezas encargadas de golpear, secuestrar y torturar por el bien de la patria, formaron parte del plan; gorilas como Luis Cueto (Cuerpo de Granaderos), Raúl Mendiolea Cerecero (Policía Preventiva), los Generales Marcelino García Barragán y Luis Gutiérrez Oropeza (Ejército), que incluía al tristemente célebre Batallón Olimpia (Grupo Paramilitar), juntos orquestaron la masacre, en una demostración de brutalidad y estupidez. Primero dejaron que los manifestantes se acumularan en la Plaza de las 3 Culturas en una tarde gris que presagiaba una tempestad. Después, fueron cortándole los servicios a los edificios de Tlatelolco; la luz, el teléfono y hasta el agua. Más tarde en forma de pinza fueron acorralando a la muchedumbre -incluyendo a los habitantes de la zona y los que por ahí pasaban-, y en la retaguardia bloquearon las vialidades para que nadie saliera e impedir que la gente de Tepito viniera a entorpecer su maravillosa tarea. Cuando un helicóptero lanzó una seria de bengalas, de las azoteas del edificio Chihuahua y otros, los francotiradores comenzaron a disparar, y empezó la matazón y como los de abajo venían con armas largas y apretando en fila hacia adentro, hubo víctimas colaterales de los propios asesinos, porque los estudiantes estaban totalmente desarmados y creía inocentemente que por esa razón nada les pasaría. Esa lluviosa noche las noticias en el radio se contradecían, no se sabía que era exactamente lo que había sucedido, hasta que más tarde con enorme cinismo Jacobo Zavludovsky dijo en el Noticiero 24 Horas “que las fuerzas del orden habían tenido que controlar un tiroteo que se había suscitado entre bandos opuestos de estudiantes armados y pendencieros, y que no había más de 20 muertos”.  Mientras tanto, tras la balacera, los cuerpos de seguridad seguían persiguiendo a los estudiantes que se habían escondido en la unidad habitacional, puerta por puerta, fue una vergonzosa noche de sangre e injusticia. De ahí los vivos fueron a parar a las oficinas del Servicio Secreto y la Dirección Federal de Seguridad, para ser torturados y los muertos, terminaron en el Campo Militar # 1, en donde fueron cremados. De golpe, a la malagueña y pasándose las leyes por el arco del triunfo acabaron con gran parte del CNH (Comité Nacional de Huelga) y nos demostraron de lo que eran capaces. La mañana del 3 de octubre por debajo de la puerta de la casa llegó el Excelsior que dirigía el maestro Julio Scherer y a toda plana decía la única verdad: “Masacre en Tlatelolco, cientos de muertos y desaparecidos”. 10 días después, con arrogancia y una serenidad casi nazi, el propio asesino de jóvenes pacíficos desarmados que se le oponían, inauguró los Juegos Olímpicos y miles de palomas surcaron el cielo en son de paz”. (Octavio Hernández).

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Los Libros y el Cine

“Son muchos. Vienen a pie, vienen riendo. Bajaron por Melchor Ocampo, la Reforma, Juárez, Cinco de Mayo… jóvenes despreocupados que no saben que mañana, dentro de dos días, dentro de cuatro estarán allí hinchándose bajo la lluvia, después de una feria en donde el centro del tiro al blanco lo serán ellos…” Así empieza La noche de Tlatelolco (1971), de Elena Poniatowska. Lectura obligada sobre el movimiento del 68’ que recrea de la mano de testimonios (estudiantes, madres y padres de familia, profesores y vecinos) la matanza del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas.

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