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Ensayo de comparación entre la retórica antigua y moderna


Enviado por   •  25 de Julio de 2013  •  Ensayo  •  2.371 Palabras (10 Páginas)  •  3.724 Visitas

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ENSAYO DE COMPARACIÓN ENTRE LA RETÓRICA ANTIGUA

Y MODERNA

La retórica antigua que ensenaba a reflexionar, razonar y expresar las ideas persuasivas mediante la razón-palabra esa dualidad privativa del lenguaje humano, empleada, justamente, en esas

sus dos dimensiones, a saber: la dimensión en cuanto significado, o sea: «argumento», y la del en cuanto forma significante provista de significación, o sea: «palabra».

La retórica moderna no renace ya como arte o conjunto sistemático de regias derivadas de la observación y el uso continuado y ya familiar de su objeto, capaces de generar en quien las estudia y asimila la facultad de producir una actividad humana (en el caso de la retórica, el discurso persuasivo y elocuente) encaminada a un resultado útil (en el caso de la retórica, la persuasión del auditorio), sino como mera teoría, bien de la argumentación.

Da la impresión de que se prefiere lo teorético a lo prescriptivo, se abraza entusiásticamente la teorización sobre los dos componentes fundamentales de la retórica, y, en cambio, se rechaza por acientífico, o sospechoso de serio, todo lo que tenga trazas de recomendaciones, disposiciones o recetas de dicho arte.

Establecida esta diferencia entre los puntos de vista vigentes antaño y los actuales, la verdad es, pese a todo, que el área de estudio de la moderna retórica es el mismo que el de la retórica originaria y primigenia, es decir, la retórica griega, que ya desde su nacimiento, concebida como el arte de la persuasión mediante el lógos (voz que, como es bien sabido, significa en griego antiguo tanto «argumento» como «palabra»), dedicaba a ambos componentes del discurso sus esfuerzos, sometiéndolos a estudio teórico y a observación minuciosa y atenta encaminada a la fijación de regias o normas uniformes teórico-prácticas resultantes de la experiencia.

Por eso ya en la Retórica de Aristóteles, que es un arte, o sea, una disciplina teórico-práctica, las labores de observación y teorización que competen al arte de la elocuencia son tres: la obtención de medios de persuasión para fabricar con ellos persuasivos argumentos, actividad por la cual la retórica es un arte correlativo, homólogo y paralelo a la dialéctica, la disposición ordenada de los materiales obtenidos de esa primera función y ya trasladados al discurso, y el estilo en que este debe aderezarse y hacerse realidad, una vez compuesto, mediante la dicción, que, junto con la acción oratoria, son los dos factores de la ejecución del discurso oral. Sobre estas tres cuestiones (como lograr los medios de persuasión, como disponer los medios que se vayan logrando conseguir, y como presentarlos mediante un discurso de elocución digna y noble acompañada de adecuada entonación y bien medidos gestos) la Retórica aristotélica especula y a la vez aconseja. Hoy en día la especulación se acepta, pero los consejos no tanto.

Los tratadistas de retórica de la Antigüedad grecorromana desmenuzaron desde esa doble perspectiva el tema objeto de su disciplina de forma tan ejemplarmente concienzuda como exhaustiva, cuidando por igual la parte argumentativa, más próxima a la filosofía y en concreto a la lógica y la psicología, y la estilística, en la que más bien se plantean cuestiones lingüísticas y de índole literaria (recordemos, por ejemplo, como en los mismos comienzos del arte a los sofistas les encantaban las cuestiones éticopolíticas y también las gramaticales y de interpretación de textos literarios), y ello fue así porque por aquellos tiempos, en los que con mucha razón se desconfiaba de la Verdad absoluta y se preferían las verosimilitudes estimables a las aparentes y presuntas verdades indiscutibles, el conocimiento y el dominio del arte de la elocuencia se consideraba esencial.

Entendida la retórica antigua como el arte (disciplina teórico-práctica) de emplear atinadamente la lengua, en sus dos niveles de significante y significado, para lograr la persuasión hablando en público (así era en los orígenes) o también mediante los escritos ampliamente divulgados (así fue más tarde), las reglas de la composición oral o escrita variaron muy poco desde sus inicios hasta el siglo XIX y se distribuían en cinco capítulos correspondientes a las cinco partes que en un orden lógico se establecían dentro del proceso de la elaboración y la ejecución del discurso por parte del orador: la invención, que en realidad es el hallazgo del entramado argumenta que el orador va a esgrimir; la disposición, que es la organización en una estructura sólida y bien ordenada del material al principio solo entrevisto y luego cabalmente escudriñado en la operación precedente; la elocución, que es sencillamente la plasmación del estilo, o lenguaje elegido, del texto del discurso, que — por cierto — depende, lógicamente, en gran medida del asunto que en el discurso se trata o del auditorio al que se dirige; la memoria, que consiste en la aplicación de un cúmulo de reglas para memorizar el texto del discurso, las palabras que van a ser pronunciadas; y la pronunciación, que es la ejecución misma del discurso siguiendo una técnica determinada y bien precisa. Esta división del quehacer de la retórica en cinco partes a partir de las tres primitivas, a base de añadirles la memoria y la pronunciación, incremento paralelo al de las partes del discurso que pasaron de cuatro (proemio, narración, argumentación a base de pruebas, y epílogo) es propio de la retórica helenística tal como podemos reconstruiría apoyándonos en el De invenciones de Cicerón y la Rhetorica ad Herennium, que se dedicó con especial interés al estudio de las partes de la oración. Sin embargo, no obstante la importancia que actualmente tiene y siempre tuvo la persuasión de los congéneres mediante el uso de la palabra pronunciada en público — es decir, ante los tribunales de justicia (oratoria judicial), en las asambleas (oratoria deliberativa) y en las reuniones festivas.

La primera retórica que fue redescubierta en el presente siglo, el siglo de la televisión, la publicidad y la propaganda, la Nueva Retórica, reacciona contra la reducción de la retórica clásica a una especie de estilística a causa del racionalismo imperante desde mediados del siglo XVII al XIX, y, consiguientemente, protesta del hecho de que esta disciplina se entienda no como arte o tratado de la persuasión, que es lo que en su origen fue, sino como manual del estilo o conjunto de las normas y recomendaciones contenidas en uno solo de los tres libros — el III — de la Retórica aristotélica, o, peor aún, como el estudio de una larga lista de «figuras» para lograr un estilo florido y vacío, carente de contenido filosófico alguno, lo que resultaba de la

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