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España en los siglos XV y XVI: Árabes y Mediterráneos


Enviado por   •  28 de Agosto de 2015  •  Resumen  •  864 Palabras (4 Páginas)  •  328 Visitas

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España en los siglos XV y XVI: Árabes y Mediterráneos.

Las dos fuentes que tuvieron grandes aportes a España fueron Árabes y Mediterráneos, en las que la razón por la cual sucedió, es dado ya que estas dos eran zonas de tránsito comercial entre países de Asia y Europa. Alimentos traídos por los árabes como especias, flores, arroz, azúcar, cítricos. Los alimentos de la dieta Mediterránea como lo es el trigo del que se obtenía el pan.

En el siglo IX, los comerciantes árabes fueron los primeros en explorar las tierras lejanas, África China y el Actual Rusia. Los árabes introdujeron al occidente perfumes especias, así como confituras y flores japonesas. El relato del viaje de Soleiman escrito en el 851 y terminado en el 880 por Abu Zeyd, fue el primer trabajo que se público sobre China. Masudi (Hassan Ali Al Masudi), cuyo gran mérito fue reconocido por el mundo científico a finales del siglo XVIII, viajó a mediados del siglo X a través del inmenso imperio de los califas, de un extremo a otro. Además, visitó Ceilán, Madagascar y Zanzíbar. En su famosa obra "Pastos dorados" describe la naturaleza de los países que vio, "sus montañas, sus océnos, sus dominios, sus dinastías, así como las creencias y costumbres de los habitantes". 

La influencia árabe se transmite a los reinos cristianos de la península Ibérica, a los estados italianos por la gran pujanza cultural que tubo el Al-Andalus y a las posesiones musulmanas en Sicilia. Se puede decir que la primera gran revolución culinaria renacentista en las cortes de Florencia, Siena o Venecia está influida directamente por la cocina musulmana y por los nuevos productos que ésta utiliza. Los alimentos que más influyen en la nueva cocina de los siglos XIV-XV son, fundamentalmente, el azúcar (extraído de la caña), el arroz, la mayor parte de cítricos y algunas hortalizas que tuvieron un gran éxito en la alimentación de los españoles: sobre todo las espinacas y las berenjenas.

Los musulmanes enseñaron a los cristianos diversas maneras de emplear los productos de la huerta y de cocinar el arroz. La gran cocina medieval-cristiana de los países meridionales utilizaba la naranja, la mandarina y otros cítricos en muchas de sus salsas. El arroz se convirtió en un alimento popular en el sudeste peninsular, en Cataluña y en el sur de la península italiana. Toda la turronería italiana y española contemporánea tiene sus bases en el uso del azúcar, los frutos secos y la miel tal como se hacía en las ciudades del Al-Andalus en la época medieval. Recientes estudios demuestran también que el uso de la pasta de trigo, que hasta ahora creíamos que había traído Marco Polo del lejano oriente, se consumía en la Sicilia musulmana y en otras zonas del Mediterráneo de dominación árabe. (Cocinaalacartablog, 2008)

La alimentación de las clases populares del Mediterráneo era prácticamente la misma en Castilla que en Alemania, en Inglaterra que en el Piamonte. Y es que el 70% de la ración calórica de todos los europeos que pertenecían a las clases bajas era la misma: el pan y las harinas de cereal.

El pan se comía acompañado, con muy poca cantidad, de tocino, salazón, cebolla, ajo, aceite o cualquier otro producto que le diera un complemento de sabor o que disimulara su sequedad. El pan que consumía el pueblo era siempre de aspecto negro o moreno, ya que para su elaboración se utilizaban otros cereales diferentes al trigo que le daban esta coloración. Por ejemplo en Alemania y Polonia era casi exclusivamente de centeno, y en otros lugares se añadía a la harina de trigo, la de avena, de centeno, de mijo etc., y cuando faltaba el cereal se añadía incluso harina de garrofín, de garbanzo, o de maíz. Las piezas de pan eran de tamaño muy grande, generalmente de más de cuatro o cinco kilos, y se horneaba solamente un vez cada mes o, incluso, una vez cada dos o tres meses, como es el caso de algunas regiones alpinas. Las clases aristocráticas tomaban, a diferencia de las clases populares, el pan blanco de trigo y en piezas de tamaño mucho más pequeño. Era un pan más parecido al actual, y no presentaba un aspecto tan amazacotado y negruzco como el que consumían las clases populares. La gente pensaba que este pan blanco era muy poco alimenticio y, aunque era apreciado por su textura y color, se consideraba más un alimento de lujo que un alimento con valor nutritivo.

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