Estructura de la obra
Enviado por danielaguilar18 • 14 de Octubre de 2014 • Tesis • 2.419 Palabras (10 Páginas) • 258 Visitas
Estructura de la obra[editar]
El tiempo[editar]
Para enmarcar el relato, sabemos que el adverbio «ahora» es de suma importancia ya que hace referencia al tiempo que pasó, al tiempo que transcurrió en la vida de Ángela Carballino y por lo tanto al tiempo mismo de la novela. Ahora Ángela ya es adulta: «a mis más que cincuenta años». Con el transcurso del tiempo se produce un cambio de madurez importante; también cambió su relación con Don Manuel, el rol maternal que cumplía él, llegó a revertirse cuando confiesa a Ángela su secreto; por lo tanto transcurre en la época en la que se escribe (principios del siglo XX) tanto como el trato que tenía hacia él.
El lugar[editar]
La obra se desarrolla en un pueblecito llamado Valverde de Lucerna.
Argumento[editar]
La narradora es una mujer, Ángela Carballino. Su madre es una piadosa cristiana de fe recia e inamovible. Vive en un pueblecito de la provincia de Zamora, Valverde de Lucerna, situado al borde de un bello lago, junto a un macizo de montaña. El escenario queda sugerido por el maravilloso lago de Sanabria en San Martín de Castañeda, Sanabria, al pie de las ruinas de un convento de Bernardos, y donde vive la leyenda de una ciudad, Valverde de Lucerna, que yace en el fondo de las aguas del lago.
Tan real es el escenario descrito por Unamuno que le consagra dos poesías:
Ay, Valverde de Lucerna,
hez del lago de Sanabria,
no hay leyenda que dé cabria
de sacarte a luz moderna.
Se queja en vano tu bronce
en la noche de San Juan,
tus hornos dieron su pan,
la historia se está en su gonce.
Servir de pasto a las truchas
es, aun muerto, amargo trago;
se muere Riba del Lago,
orilla de nuestras luchas.
San Martín de Castañeda,
espejo de soledades,
el lago recoge edades
de antes del hombre y se queda
soñando en la santa calma
del cielo de las alturas
en que se sume en honduras
de anegarse, ¡pobre!, el alma...
Men Rodríguez, aguilucho
de Sanabria, el ala rota
ya el cotarro no alborota
para cobrarse el conducho.
Campanario sumergido
de Valverde de Lucerna,
toque de agonía eterna
bajo el caudal del olvido.
La historia paró, al sendero
de San Bernardo la vida
retorna, y todo se olvida
lo que no fuera primero.
Sin embargo, Unamuno no se atiene con servilismo literario al paisaje que le sirve de modelo, tanto en lo físico como en lo humano. No quiere significar esto que el autor no sepa explicar estéticamente los elementos del paisaje.
Ángela se ha educado en la ciudad. Pero al concluir los años del colegio, el magnetismo que irradia Don Manuel (contado todo por la madre de Ángela), la atrae inexorablemente a Valverde de Lucerna.
Lázaro, el hermano incrédulo, que vuelve de América, rico y con un amplio bagaje cultural laico, viene al pueblo muy decidido a trasladar a su familia a la ciudad. El señorito laico enriquecido parece despreciar todo lo que huele a religión. Pero cae inmediatamente en la cuenta de que Don Manuel no es como los otros curas. Es un santo. Con él hace una excepción. Cuando muere su madre, reconoce claramente que Don Manuel es un hombre maravilloso. Finalmente termina por sucumbir en este duelo entablado entre las dos figuras próceres del pueblo, y entra de lleno en la órbita de Don Manuel. Desde ese día, Lázaro no falta nunca a misa, ayuda al cura, etc. ¿A qué se ha convertido Lázaro? ¿Al catolicismo ortodoxo? ¿A la sugestiva y electrizante personalidad de Don Manuel?
Don Manuel ve eclipsarse paulatinamente su vida. Entretanto, Lázaro es el mejor coadjutor del párroco en la vida pastoral. El pastor de almas muere en medio de sus feligreses en la iglesia parroquial. Lázaro y su hermana recogen la herencia espiritual legada por Don Manuel. Lázaro ve también resquebrajarse su salud y muere como su maestro.
Ángela Carballino, la última superviviente de la familia espiritual de Don Manuel, es la que nos trasmite sus recuerdos personales y el secreto de la vida de este párroco excepcional.
Este es el esqueleto externo de la novela. Desde el punto de vista de la acción, la novela es muy simple. No hay episodios apasionantes. No hay peripecias sensacionales que atraigan nuestro interés. Hay una auténtica tensión dramática, pero queda relegada a un dramatismo sobre todo interno. La anemia externa de la obra queda compensada con la riqueza espiritual de los personajes y de sus diferentes actitudes.
Personajes[editar]
El censo de personajes en esta novela de Miguel de Unamuno es sumamente reducido. Los que monopolizan casi exclusivamente la escena son el trío compuesto por el párroco don Manuel y sus fieles discípulos, Lázaro y Ángela. Los nombres propios de personajes son sumamente escasos, al igual que las descripciones físicas de éstos.
Don Manuel[editar]
El nombre[editar]
El simbolismo del nombre en el caso de don Manuel apenas necesita demostración. Está impregnado de referencias bíblicas. El nombre es portador de una bendición o de una maldición, revela el destino de una persona, o mejor, lo consagra para una misión nueva.
Manuel es la versión española de Emmanuel, el nombre del Mesías anunciado por el profeta Isaías; su significado es «Dios con nosotros». Don Manuel es el forjador de una nueva religión, nueva no por su forma, sino por su interioridad.
La figura exterior[editar]
Poco se habla del aspecto exterior del protagonista. Tres rasgos físicos: la altura enhiesta de su cuerpo, el color azul de sus ojos y su potente voz. Y un rasgo psíquico muy importante: la capacidad de leer dentro de los corazones. Los dos primeros rasgos encuadran al cura dentro del ambiente de la aldea: la montaña y el lago. El tercero le asemeja al poder de penetración del Mesías.
El carácter[editar]
Son las menudas acciones, repetidas, las que definen el carácter de un personaje. La autora del relato comienza por referir sobre todo las anécdotas externas de la vida del párroco. No ha visto en él ni un solo defecto. Todo son virtudes. Su vocación se inició por un movimiento de caridad familiar. Su familia es una incógnita.
Don Manuel es una persona muy activa, siempre quiere estar haciendo algo. Ayudaba en la aldea a sus feligreses en todo cuanto podía. Era el alma del pueblo. Colaborador íntimo del médico, del maestro, se interesaba por la vida de todos, tanto espiritual como materialmente.
Es el personaje que
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