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Exordio: La geografía económica en el punto crítico

sandra1983Examen2 de Marzo de 2014

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Exordio: La geografía económica en el punto crítico

Aunque la geografía económica se puede identificar como una subdisciplina desde hace casi un siglo, es apenas desde la Segunda Guerra Mundial que su historia intelectual ha estado profundamente influida por la ciencia económica. No obstante, a mediados de los 80s la geografía económica ya se establece como un campo de esfuerzo académico bien estructurado, organizado alrededor de dos principales programas de investigación relacionados entre sí, que se enfocan respectivamente sobre la dinámica de la localización industrial y los procesos del desarrollo regional desequilibrado, y usan conceptos y teorías que provienen de la economía neoclásica, de los postulados keynesianos y del marxismo. No es extraño que, teniendo en cuenta las marcadas diferencias entre estas "visiones del mundo" que caracterizan a las tres más importantes escuelas del pensamiento económico (ver Wolff y Resnick, 1987: Cole, Camerún y Edwards, 1991), este trigémino teórico dentro de la geografía económica haya producido dispares y antagónicos análisis de la economía espacial.

Sin embargo, apuntalando esos enfoques disímiles, existen ciertos supuestos, principios y aspiraciones comunes, que, aunque han sido poco reconocidos, sirven para darle cierta unidad a la geografía económica que se desarrolló desde la mitad de los años 50s hasta mediados de los 80s.

Sobre todo, la moderna economía capitalista se ha asumido como un sistema industrial con patrones y trayectorias de localización industrial y desarrollo regional desigual, ordenados y predictibles. Este orden percibido garantiza la interpretación esencialista o "lógica profunda" del paisaje económico, en la que los procesos que forman el espacio se atribuyen a profundos mecanismos conductuales o a irresistibles fuerzas evolucionistas. Este esencialismo económico ha estado acompañado de la gran ambición de construir los principios generales y las leyes universales de la localización industrial y del desarrollo regional. En esta forma la moderna geografía económica deviene en su orientación objetivista que privilegia el conocimiento "científico", en detrimento del conocimiento subjetivo basado en la introspección, la percepción y la intuición. Y en desarrollo de esos presupuestos y aspiraciones, la geografía económica tendió a estructurarse a sí misma de acuerdo con los mismos principios "científicos", con la pretensión de identificarlos en el paisaje económico.

En los últimos años, sin embargo, las teorías, las premisas y los principios de la geografía económica se han sometido progresivamente a crítica. Un nuevo sentido de reexamen, incertidumbre y exploración se ha apoderado de la disciplina, en tanto que sus principales programas de investigación se están reformulando. Lo que deseo argumentar en este capítulo es que esta transformación se puede rastrear a partir de tres principales e interrelacionadas fuentes de tensión. La primera es sustantiva y tiene que ver con la creencia en el advenimiento de una nueva y cualitativamente diferente fase en el desarrollo económico capitalista, el surgimiento de "nuevas realidades económicas" (ver, por ejemplo, Hall y Jacques, 1989; Drucker, 1989; Reich, 1991).

Esos cambios ponen en cuestión nuestras teorías aceptadas de la economía espacial, y reclaman la reestructuración de la geografía económica. La segunda es que la economía en sí misma se torna turbulenta, principalmente por la misma razón. Existe una crisis en y de la economía (Wiles y Routh, 1984; Drucker, 1989). Ninguna de las principales escuelas económicas -neoclásica, keynesiana o marxista- explica adecuadamente los eventos y cambios ocurridos en las dos décadas pasadas, y cómo esos paradigmas centrales han sido objeto de numerosas revisiones, se han planteado reformulaciones y perspectivas alternativas. Pero, en tercer lugar, como si esos retos no fueran suficientes, algunos de los fundamentos epistemológicos y ontológicos en que se basa la investigación teórica, tanto de la economía como de la geografía económica, se están impugnando. Desde el punto de vista de la llamada crítica "posmoderna", lo que estamos presenciando no es apenas un movimiento de una fase a otra del desarrollo del capitalismo, sino también un cambio de una a otra tradición epistemológica. El núcleo de este desafío es el asunto general de cómo vemos y representamos el mundo, de las relaciones entre nuestros conceptos y la "realidad", y de cuál es el sentido de ésta.

El impacto de esas tensiones abrió importantes interrogantes, no sólo sobre el significado y la significancia de los actuales cambios y tendencias en la economía, sino también acerca de las aproximaciones teóricas, las metodologías de investigación y las categorías conceptuales que usamos, y aún sobre nuestro objeto de estudio. En muchas formas, la moderna geografía económica se encuentra en un decisivo cruce de caminos con respecto a su modo de teorización y a su contenido empírico. Mi objetivo en el resto de este capítulo es explorar con más detalle algunos de los perfiles e implicaciones de estas transformaciones, y hacer una lectura crítica de algunas de sus señales.

La inestable economía.

Existe un amplio acuerdo en que, desde comienzos de los 70s, están ocurriendo hechos dramáticos en las economías capitalistas avanzadas, sin decir nada de lo que ocurre en las economías socialistas. Hay menos consenso, sin embargo, para precisar la naturaleza y significancia de los cambios ocurridos, y de los que están ocurriendo.

El problema es que en una época de rápido y trascendental cambio, no existen los medios adecuados para evaluar en qué estado del proceso estamos, ni para identificar las tendencias del cambio, ni para separar lo fundamental de lo efímero. Como resultado se tienen muy distintas opiniones sobre cuáles son los cambios fundamentales, y muy diferentes interpretaciones de los mismos.

Sin duda, uno de los cambios más profundos es el advenimiento de un nuevo "paradigma tecno-económico" basado en la información (Schiller, 1986; Dosi, et al., 1988). En tanto que el paradigma de la posguerra se basó en los bajos costos del petróleo, en la maquinaria eléctrica, en los materiales de energía intensiva y en la producción masiva y el consumo masivo, las bases del nuevo paradigma son la información y las tecnologías de la comunicación, la microelectrónica, la computarización, la producción intensiva de conocimiento, y patrones de consumo que son mucho más diferenciados e individualizados. Este nuevo sistema tecnológico está transformando la organización técnica, corporativa y social de la producción, y los patrones de demanda, consumo y distribución. Un segundo cambio es la aceleración en la "terciarización" del desarrollo económico. Aunque en muchos países capitalistas avanzados los servicios sobrepasaron a la manufactura en términos de producto y empleo a comienzos de 1950s y 1960s, el ritmo de este cambio estructural fue acelerado dramáticamente desde los 1970s. La producción privada de servicios personales, de consumo, financieros, culturales y recreativos se ha expandido al mismo tiempo que la producción manufacturera se ha estancado, o en muchos casos ha habido desindustrialización (Petit, 186). Como resultado se tiene una reconstrucción de las estructuras de producción y consumo, y de la división social, de clases, de género y espacial del trabajo. Un tercer cambio significativo es la tendencia a lo que se ha llamado el "hiper-consumismo". La cultura del consumo masivo que caracterizó el período de la posguerra, ha explotado en una nueva cultura del consumo simultáneamente más individualizado, internacionalizado y multidimensional. La introducción de la "economía de crédito instantáneo"; el incremento del poder adquisitivo de la nueva clase media; los cambios en los gustos y estilos de vida; la revolución en la tecnología de la información, los medios y la publicidad; el incremento en la diferenciación de los productos y el surgimiento de una "industria de la cultura" basada en la comercialización de lo visual, lo estético y lo simbólico, todos esos nuevos patrones y paisajes de consumo ( especialmente el fenómeno de los centros comerciales) en los que la gratificación instantánea, la posicionalidad y la imagen son ahora tan importantes como valores de uso (Zukin, 1991). El cuarto cambio más importante es la globalización. Desde principios de los 70s la internacionalización de la industria, los servicios y el capital se ha intensificado dramáticamente. En algunos aspectos la economía del mundo se torna verdaderamente transnacional o global (Simai, 1990). La dinámica y exitosa firma se está convirtiendo en una "cadena empresarial" globalmente descentralizada de centros financieros, unidades de negocios, absorción de empresas, licencias y franquicias. De igual forma, más y más productos ahora son típicamente compuestos internacionales, cuyos propietarios corporativos y su control se vuelven globalmente difusos. Aunque los hechos más profundos han sido la emergencia de la banca global, el surgimiento de mercados monetarios integrados globalmente y la constitución de una economía supranacional "apátrida" con dinámica propia (Wachter, 1986; Ohmae, 1990; O'Brien, 1992). Finalmente, en la pasada década y media surgió un nuevo modo de regulación económica, tanto en los países desarrollados como en los países en desarrollo, que tiene que ver con una renegociación de las relaciones y los límites entre estados y mercados, y entre las esferas pública y privada de la economía. Países de todas las

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