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Fundacion De Ibarra


Enviado por   •  18 de Septiembre de 2013  •  1.478 Palabras (6 Páginas)  •  506 Visitas

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El acto más importante del Licenciado Miguel de Ibarra, como Gobernador del distrito audiencial, fue, indudablemente, la fundación de una "Villa de Españoles", en el valle de Carangue, destinada a ser cabecera de un corregimiento, que desmembró del de Quito.

¿Por qué fundar una villa? Esto es lo que explica el doctor Gabriel Cevallos García. En contraste él dice que el primitivo hombre de los Andes, incluso de los Incas, hallamos la tendencia y el empeño español de fundar y organizar, Jurídicamente, la vida de las ciudades en los lugares que descubría.

"El español venido al Nuevo Mundo pudo llegar desde la ciudad o desde el campo, para el caso daba lo mismo; pero demostró siempre su designio radical de hacer vida urbana, y de partir desde la urbe para cumplir en otra urbe o en el campo cualquier empresa, ya fuera material o ya fuera espiritual. El español no fue solamente un fundador de altísimas condiciones sino un adaptador de la vida al medio; y esto es lo descomunal en su tránsito por América. Fue un dominador del paisaje en beneficio de la vida y un modelador de lo material en beneficio de maneras inéditas de existencia histórica".

Muchos motivos persuadían a establecer una villa española en el Valle de Carangue, en el suave declive de la ladera norte del volcán Imbabura, en el triángulo formado por los ríos Tahuando y Ajaví. Era el sitio adecuado para la bifurcación de los caminos de Popayán y el Nuevo Reino, por el norte; y por el occidente, al Mar del Sur, siguiendo el natural camino abierto por los ríos nacidos en ese valle que se abrían paso a través de la infranqueable cordillera y desaguaban navegables, en ensenadas de profundos fondos. De esos excelentes puertos estaba a pocos días Tierra Firme, por la vía más corta y segura, abierta todo el año al trajín de recuas y caballos. Se acortaba en medio mes el enlace de la Metrópoli, se disminuía el peligro de tropiezos con los piratas y azares del mar.

El valle era rico en manantiales, en bosques y tierras de pan llevar, albergaba una densa población laboriosa de indígenas y 200 españoles habían establecido estancias en el lugar y vivían de asiento con sus familias. Para su atención espiritual los Padres Agustinos habían establecido un convento en el Olivo; y el superior de los Dominicos, Padre Pedro Bedón, había fundado una recoleta en el extremo sur del valle.

Estos colonos, distantes de Quito y más de las villas del Nuevo Reino, habían pedido al Virrey Marqués de Cañete, García Hurtado de Mendoza (1.589 - 1.596), que fundase allí una villa para administración de la real justicia y buena crianza de los hijos. Atendióles el Marqués encomendó al oidor Doctor Matías Moreno de Mera, en 1.597, para que partiese hacia el valle caranqueño e hiciese prolija información de las conveniencias y perjuicios de la proyectada fundación. El oidor pidió 2.000 pesos para viáticos y acompañantes; las circunstancias impidieron dárselos, y el proyecto se quedó en mero proyecto.

Otra vez se solicitó la fundación de la villa al nuevo Virrey Conde de Monterrey, quien estuvo inclinado a otorgarlo; pero la distancia obstaculizó su realización y todo se desvaneció por la enfermedad y muerte del virrey.

Lo que no fue dado realizar a esos virreyes lo llevó a cabo el Gobernador Don Miguel, respondiendo a una nueva súplica de los españoles y de los caciques de la región. Luego de la debida información y elección del sitio adecuado, que por una parte reuniera las disposiciones de temple de la tierra, abundancia de agua y leña, fertilidad de los campos, posibilidad de expropiaciones, número de indios que atendiera a los trabajos y sustento de la villa y que por otra no causara detrimento al corregimiento y vecinos de la capital, resolvió poner manos en el asunto, de inmediato; al hacerlo, Miguel de Ibarra se consideró sucesor de otros fundadores en el Quito, del mariscal Diego de Almagro, Sebastián de Benalcázar, Gil Ramírez Dávalos; echó, pues, mano de los mismos métodos y usanzas, de su mismo lenguaje y ceremonias y derechos de nombrar cabildo, justicia y regimiento.

Escogió, para ponerlo en efecto, a un caballero quiteño en quien concurrían las partes y cualidades necesarias: "celo y Cristiandad en el servicio de Dios y de su Majestad, ya antes mostrado,

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