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Harry Potter Y La Piedra Filosofal


Enviado por   •  28 de Octubre de 2012  •  1.045 Palabras (5 Páginas)  •  913 Visitas

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El señor y la señora Dursley, que vivían en el número 4 de Privet Drive, estaban

orgullosos de decir que eran muy normales, afortunadamente. Eran las últimas personas

que se esperaría encontrar relacionadas con algo extraño o misterioso, porque no

estaban para tales tonterías.

El señor Dursley era el director de una empresa llamada Grunnings, que fabricaba

taladros. Era un hombre corpulento y rollizo, casi sin cuello, aunque con un bigote

inmenso. La señora Dursley era delgada, rubia y tenía un cuello casi el doble de largo de

lo habitual, lo que le resultaba muy útil, ya que pasaba la mayor parte del tiempo

estirándolo por encima de la valla de los jardines para espiar a sus vecinos. Los Dursley

tenían un hijo pequeño llamado Dudley, y para ellos no había un niño mejor que él.

Los Dursley tenían todo lo que querían, pero también tenían un secreto, y su mayor

temor era que lo descubriesen: no habrían soportado que se supiera lo de los Potter.

La señora Potter era hermana de la señora Dursley, pero no se veían desde hacía

años; tanto era así que la señora Dursley fingía que no tenía hermana, porque su

hermana y su marido, un completo inútil, eran lo más opuesto a los Dursley que se

pudiera imaginar. Los Dursley se estremecían al pensar qué dirían los vecinos si los

Potter apareciesen por la acera. Sabían que los Potter también tenían un hijo pequeño,

pero nunca lo habían visto. El niño era otra buena razón para mantener alejados a los

Potter: no querían que Dudley se juntara con un niño como aquél.

Nuestra historia comienza cuando el señor y la señora Dursley se despertaron un

martes, con un cielo cubierto de nubes grises que amenazaban tormenta. Pero nada

había en aquel nublado cielo que sugiriera los acontecimientos extraños y misteriosos

que poco después tendrían lugar en toda la región. El señor Dursley canturreaba

mientras se ponía su corbata más sosa para ir al trabajo, y la señora Dursley parloteaba

alegremente mientras instalaba al ruidoso Dudley en la silla alta.

Ninguno vio la gran lechuza parda que pasaba volando por la ventana.

A las ocho y media, el señor Dursley cogió su maletín, besó a la señora Dursley en

la mejilla y trató de despedirse de Dudley con un beso, aunque no pudo, ya que el niño

tenía un berrinche y estaba arrojando los cereales contra las paredes. «Tunante», dijo

entre dientes el señor Dursley mientras salía de la casa. Se metió en su coche y se alejó

del número 4.

Al llegar a la esquina percibió el primer indicio de que sucedía algo raro: un gato

estaba mirando un plano de la ciudad. Durante un segundo, el señor Dursley no se dio

cuenta de lo que había visto, pero luego volvió la cabeza para mirar otra vez. Sí había

un gato atigrado en la esquina de Privet Drive, pero no vio ningún plano. ¿En qué había

estado pensando? Debía de haber sido una ilusión óptica. El señor Dursley parpadeó y

contempló al gato. Éste le devolvió la mirada. Mientras el señor Dursley daba la vuelta

a la esquina y subía por la calle, observó al gato por el espejo retrovisor: en aquel

momento el felino estaba leyendo el rótulo que decía «Privet Drive» (no podía ser, los

gatos no saben leer los rótulos ni los planos). El señor Dursley meneó la cabeza

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