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Hidalgo: Sin Botas de Campaña


Enviado por   •  26 de Octubre de 2013  •  Ensayo  •  1.137 Palabras (5 Páginas)  •  224 Visitas

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Hidalgo: Sin Botas de Campaña

Andrés Lira González

Miguel Hidalgo tenía 58 años cuando los fusilaron en Chihuahua el 29 de julio de 1811. Lo que más se cuenta de él corresponde a cuatro meses de su vida, que van de la madrugada del 16 de septiembre de 1810 al 15 de enero del año siguiente, en el que derrotados los insurgentes en el puente de Calderón emprende la huida al norte. Se habla algo de sus actividades como conspirador, de 1808 a 1810, haciéndole aparecer más influido por el pensamiento de la ilustración y la Revolución Francesa de lo que en realidad parece haber sido; también, de la huida, del juicio y la ejecución, pero lo central ha sido la campaña insurgente en la que la historiografía se ha empeñado en mantenerlo después de muerto, descubriéndolo como iniciador y campeón de causas impuestas por la historia política nacional hasta llegar a consagrarlo precursor de la Revolución de 1910 y reivindicándolo frente a las acusaciones que historiadores del siglo XIX hicieron para condenarlo a él y a la insurgencia. De esa suerte, Edmundo O´Gorman se preguntaba en 1964: “¿No será ya tiempo de rescatarlo de sus estatuas y quitarle las botas de campaña?”.

Frente al héroe revolucionado urge saber algo más del pre-insurgente. Se han apuntado la agudeza que lo distinguió como estudiante y sus méritos como teólogo en Valladolid de Michoacán, donde llegó a ser rector del Colegio de San Nicolás. Se dice que luego fue separado del cargo y que se le castigó obligándolo a asumir un curato en Colima, del que paso a San Felipe y que fue el de Dolores de donde salió encabezando el movimiento que habría de convertido en numen tutelar de nuestra historia.

Carlos Herrejón, buen historiador de la cultura y la sociedad del gran obispado de Michoacán, donde transcurrió la vida de Hidalgo, nos acerca a su familia en la que hallamos un buen número de parientes dedicados a las labores del campo en diversas jerarquías y maneras (su padre como administrador de la Hacienda de Corralejo) y a las eclesiásticas que, como en el caso de Miguel, pudieron compartirse con las intelectuales, y advirtió que hubo además algunos abogados, como el hermano menor, que hizo alguna fortuna y compró una hacienda en Taximaroa, que anualmente visitaba Miguel, cura de Dolores, para tomar cuenta al administrador. Nos revela además una carrera en ascenso, pues la rectoría de El Colegio de San Nicolás era un cargo de poca numeración (500 pesos anuales), que Miguel, urgido por las necesidades del padre viejo y los hermanos más jóvenes, tuvo que complementar buscando ingresos en clases y actividades pobremente pagadas para llegar con mucho esfuerzo a los 1,400 pesos anuales. De esa suerte los curatos, representaban un asenso; el de Colima, que ejerció por medio año, significaba 3,000 pesos anuales, lo mismo que el de San Felipe, al que paso luego y que ofrecía la ventaja de acercarlo a su familia, ventaja acrecentada en Dolores pues a la cercanía familiar se sumaron 8,000 pesos anuales. Esto le permitió darse el gusto de deliberar tiempo para aficiones tan gratas como la lectura y la música, encomendando parte de las pesadas tareas del ministerio a otro sacerdote, a cambio de la mitad de su sueldo, dejando para sí la misa dominical, la prédica y el ejercicio de la caridad, entendida en buena parte como

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