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Historia De Yarini


Enviado por   •  25 de Mayo de 2014  •  1.296 Palabras (6 Páginas)  •  250 Visitas

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(Soy este que va a mi lado sin yo verlo que, a veces recuerdo y a veces olvido.

Conmemoracion al Rey de la Habana en 1910, muchos saben a quien me refiero bajo estas lineas.

Una estrella radiante, una vida convulsa y breve, una leyenda, una canción, una obra de teatro, un ballet, un filme muy polémico… A pesar de tantos dioses rotos durante cinco décadas, el mito Yarini está muy lejos de morir y cada día parece cobrar nueva vitalidad en el imaginario de La Habana, ciudad portuaria que a pesar de los cambios sociales ocurridos en el país a partir de la histórica fecha de 1959 no puede, ni podrá jamás, sustraerse a su condición de puerto de mar ni a la naturaleza cosmopolita, promiscua, efervescente y sórdida que tal destino impone.

Pocos días antes de que me fuera encomendada la escritura de este trabajo conocí a un habanero bellísimo, con menos de treinta años, amante de la cultura y posiblemente con el mundo a sus pies… que acostumbra limpiar de polvo y hojarasca la tumba de Alberto Yarini y Ponce de León, con la misma pasión y lealtad que si lo hubiera conocido. Inmersa en la búsqueda de datos por Internet, topé también con un foro donde alguien hablaba extensamente de Yarini y publicaba fotografías poco recordadas, y en cuyo recuadro de comentarios se leía poco menos esto: “No importa, men, tu recuerdo no muere y siempre habremos otros como tú que mantendremos en alto…” He olvidado el resto. He caminado por San Isidro pronunciando en alta voz el nombre de Yarini, y he visto arder en muchos ojos la llama inextinguible de la veneración. Aunque no logro verlo como otra cosa que como el chulo, el proxeneta explotador de mujeres que realmente fue, tengo que admitir que para muchísimos cubanos sigue siendo alguna misteriosa clase de héroe popular espontáneo, de esos que no requieren del culto repleto de banderas y consignas. Yarini reina por derecho desde los silenciosos territorios de la muerte, lo mismo que una soprano que desgrana con el mayor éxito la más difícil y estridente de las áreas operáticas sentada en un taburete que le oprime el diafragma.

Yarini, sí. El más famoso de todos los tiempos en ese oficio. El guayabito elegante, sobrio, de buenos modales, pero agresivo, guapo, conocedor, gastador, gozador del dinero fácil, no ganado, no sudado, no trabajado por él, sino recaudado entre doce y una de la madrugada con su sola presencia, o más cómodamente con un breve recado repetido por uno de los que vivían a su sombra. Ese. El mismo a quien al ser bautizado en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de Monserrate, en La Habana, pusieron por nombres Alberto Manuel Francisco. El que nació el 5 de febrero de 1882 entre pañales de la mejor tela, cuidados de tercero y último hijo y apellidos de recio, preciado, exhibido abolengo, conservado con cruces y recruces familiares, con uniones de primas y primos, de tías con sobrinos, de parientes y parientes, para mantener la alcurnia, como homenaje a Taita Ponce, su bisabuelo, don José Ponce de León Fantoni, el primero por línea materna en llegar a Cuba con ilustre linaje, dignidad que era necesario conservar y realzar a toda costa a finales del siglo XVIII.

Este, el alardoso, conocido, amado y temido en la zona de tolerancia próxima a los muelles de La Habana; el hijo de don Cirilo José Aniceto, cirujano dentista, miembro fundador de la Sociedad de Odontología de La Habana y además catedrático titular de la Escuela de Cirugía Dental de la Universidad habanera, hasta su muerte, en 1915; el sobrino de don Alberto, cuyo nombre hereda, pero no sus costumbres, su moral ni su determinación de cumplir varios sacramentos de la Iglesia Católica hasta llegar al matrimonio; y también de don José Leopoldo, médico cirujano, señor de meritoria empresa, de bondadosa profesión, por quien todavía una sala del Hospital General Calixto García honra

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