Independencia de Guatemala
Enviado por Luisarevalo5018 • 25 de Julio de 2019 • Informe • 3.329 Palabras (14 Páginas) • 249 Visitas
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Universidad del Istmo
Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales
“Libertad social, una conquista pendiente: Una reflexión al acercarse los 200 años de la Independencia de Guatemala”.
Claves del Pensamiento Político y Económico 1
LUIS DIEGO PRADO ARÉVALO
Guatemala, 24 de Abril del 2018
Introducción
La celebración del bicentenario de la Independencia en Guatemala es una notable oportunidad para iniciar la reflexión entre todos los ciudadanos en torno al estado de la Nación. Al acercarse el año memorable, el tema de la Independencia lleva a la discusión entre los guatemaltecos. La imaginación vuelve a nacer y aparecen las similitudes, los símbolos y los llamados a un país que se fundó hace casi doscientos años y aún no se fortalece como Institución Rectora de la Nación. Frecuentemente hay hechos pasados en los cuales se dieron graves problemas socioeconómicos y culturales pendientes de resolver. En otros casos, la Independencia es tema de programas escolares o formación cívica; en éstos, se repite una y otra vez la misma versión proveniente de la historia predominante. Pero es notorio que hasta ahora no tengamos idea de una versión de la gesta independentista que recupere a todos los actores sociales, a intelectuales valiosos, a las lideresas o los líderes que tuvieron un rol en nuestra historia. Su fin es enaltecer a los protagonistas sociales, intelectuales, mujeres, jóvenes indígenas, afro-guatemaltecos, gestores, todos del movimiento independentista, de realizar una relectura de la historia que nos diga, por fin, la manera cómo el mundo se transformó a raíz de la creación de las nuevas repúblicas independientes en América.
Desarrollo
Para comenzar la celebración del 15 de septiembre suele despertar en la ciudadanía reflexiva una sensación complicada en el que converge la inconformidad con respecto a la manera en que se construyeron los cimientos del país y el amor patrio que se quiere convertir en compromiso. Esta refutación se aclara cuando se tiene la certeza de que todos los cambios requeridos siempre son interrumpidos por grupos que, incapaces de pensar en el bien común, siempre terminan por imponer sus intereses.
La respuesta debe empezar por afrontar que nuestro proceso independentista se constituye como una utilización de superioridad motivada por el más duro oportunismo político. Cabe añadir que no se intentó cambiar de lugar los cimientos del orden colonial, sino acomodarlos a los tiempos que venían. Ralph Lee Woodward Jr. hace ver, por ejemplo, cómo la mano férrea del Capitán General Bustamante y Guerra mantuvo aislada a la región centroamericana de la alborotadora década independentista en México. La independización guatemalteca fue casi inevitable luego de que el país del norte se liberara del yugo español. La anexión al México monárquico se acomodaba a las perspectivas de las elites criollas guatemaltecas. Ahora bien, el oportunismo político no puede abastecerse con las preguntas cruciales a las que se vieron sometidas otras sociedades de la región. No se trata de lamentar la carencia de violencia independentista en un país que ha aceptado la más denigrante violencia en contra sus segmentos más vulnerables. Sin embargo, se puede reparar en el hecho que la escasez de una amplia participación social impidió la generación de referentes políticos de largo plazo. Esta falla de origen no puede desvincularse del destino de una nación excluyente.
De este modo, la falta de proyectos históricos no es casual. Karl Mannheim hizo ver la insuficiencia del pensamiento retrogrado cuando se trata de proyectar un conjunto positivo de ideas; estos sectores solo “reaccionan” ante el peligro que supone la pérdida de sus privilegios. El tradicionalista configura su estructura ideológica con los lineamientos, así sean irracionales, de la realidad de la que ellos se han beneficiado con el paso del tiempo. La inercia de las instituciones ilegítimas se presta para esa tarea.
‘‘Por ese camino, la incógnita por el continuo hundimiento de nuestros movimientos emancipadores tiene relación con la forma en que las imposiciones conservadoras cambian el sentido histórico del conjunto de la sociedad. Una buena explicación de este fenómeno se da cuando el filósofo español Manuel Cruz invita a ver la historia como una “temporalidad intersubjetiva en la que todos estamos inmersos”. Es por eso que nos hacemos la pregunta de ¿cómo se puede generar una intersubjetividad histórica cuando se le ha negado la categoría de sujeto a importantes sectores de nuestra población, especialmente los pueblos originarios? La baja perspectiva del indígena en la época colonial fue seguida por el violento despojo del que fue objeto durante la época liberal. ¿En dónde, pues, está la historia compartida –la temporalidad intersubjetiva– en un país que ha visto a los miembros de los pueblos mayas como seres de segundo orden, despojados de sus tierras, sometidos a prácticas genocidas y múltiples vejaciones de todo orden?’’ (Martinez, 2016)
Somos seres históricos y, como tales, nos acostumbramos a entender el futuro con base en el pasado. La historia es construida y nos dispone como seres cuidadosos de nuestros derechos o como seres incapaces de concebir el bien común. En base a esta teoría nos debemos de plantear la siguiente pregunta: ¿Cómo podemos los ciudadanos, en la actual circunstancia, construir un presente inclusivo cuando hemos vivido una historia en la que los procesos emancipadores son torpedeados por sectores sin visión a largo plazo? En este entorno, pensar en un futuro factible para nuestro país demanda una actitud crítica ante una historia invalidada que hace cada vez más difícil poder encontrar los caminos de una sociedad orientada al bien común.
Desafortunadamente, la situación se obstaculiza por las malignas acciones de la globalización. Asimismo afecta más la posibilidad de cambio que la apoliticidad de la ciudadanía apartada en sí misma, desconfiada, asqueada de la política, escandalizada de una corrupción estructural que, por su naturaleza, crece en las interacciones sociales en las que participamos todos.
Hoy en dia, la población debe de comprender que el fin es recuperar el Estado para poder fomentar el bien común, es por eso que esta tarea debe de ser impulsada por la conciencia de nuestros errores y no por la adicción del altercado. La conciencia de la población debe de tomar un respiro en cada momento que se efectué un cambio político: acuerdos entre las corrientes profundas de nuestra sociedad, horarios comunes de los sectores más débiles y unas propuestas partidarias que transmiten demanda de población, esto lleva a pensar que vivir bien está al alcance de un pueblo capaz de generar proyectos verdaderamente incluyentes.
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