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Invacion De Panama 1989


Enviado por   •  1 de Octubre de 2013  •  7.877 Palabras (32 Páginas)  •  528 Visitas

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Título:Panamá: Crisis, Invasión y la Nueva Era de Hegemonía Norteamericana

Autor:Carlo Nasi[*]

Tema: Varios

Enero - Marzo de 1990

Páginas 13-24

[PDF]

Inicio Revista No 09-

Panamá: Crisis, Invasión y la Nueva Era de Hegemonía Norteamericana

Carlo Nasi[*]

Política Mundial

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El 20 de diciembre de 1989 más de 24 mil soldados norteamericanos dieron inicio a la llamada "Operación Causa Justa", que culminó con el derrocamiento y la posterior entrega del general Manuel Antonio Noriega. Desde hacía varios meses, la imagen del "hombre fuerte" de Panamá se hallaba seriamente deteriorada en el ámbito doméstico y externo. La opinión pública nacional e internacional percibía al general como un personaje sórdido, brutal y oscuro, que en contraste con su aparente poca inteligencia, había logrado engañar a tirios y troyanos. Muchos se preguntaban cómo, durante tantos años, Noriega se había favorecido de tratos paralelos con la CÍA, con los servicios de inteligencia cubanos, con los narcotraficantes, con los negociadores de armas, e incluso con las guerrillas de varios países latinoamericanos. Era inconcebible tanta habilidad para hacer converger fuerzas contradictorias, todas en beneficio propio, sin las mínimas consideraciones de lealtad hacia nadie, y además sin sufrir consecuencias.

Pero el fin de Noriega significó más que la remoción de una figura incómoda para demasiada gente, o la caída de un "dictadorzuelo" de un país de América Latina. La toma de Panamá, versión 1989, fue el epílogo de un largo y tortuoso proceso que se caracterizó por el progresivo agotamiento de alternativas, dada la intransigencia de algunos protagonistas del conflicto. De cierta manera, se forzaron las vías de hecho luego que la diplomacia fue expresamente confinada a un callejón sin salida.

El caso panameño fue además una excelente oportunidad para evaluar si hubo algún tipo de cambio en la dinámica de las relaciones internacionales entre Estados Unidos y América Latina, frente a una situación de crisis en la región.

Los hechos: una historia convulsionada

En los orígenes de la crisis panameña se combinaron varios elementos. Por una parte, el general Manuel Antonio Noriega fue el principal artífice de un fraude electoral en 1984 que determinó el triunfo, por un estrecho margen de votos, de Nicolás Ardito Barletta candidato nominado por el mismo hombre fuerte de Panamá, pero que contaba con el beneplácito de Washington, sobre Arnulfo Arias, entonces líder de una coalición opositora.

Tan sólo un año más tarde No-riega destituía a Ardito Barletta, en razón de que éste había ordenado abrir una investigación sobre el asesinato con tortura de Hugo Spadafora, un viejo antagonista del jefe de las Fuerzas de Defensa Panameñas[1]. En su remplazo fue nombrado Erik Arturo Delvalle, quien fue reconocido sin mayores cuestionamientos por parte de los gobiernos de Estados Unidos y de América Latina. Los primeros brotes de descontento en sectores de la población civil, surgieron en conexión con esas prácticas autoritarias, y con la poca continuidad que se le dio a las iniciativas democratizadoras impulsadas por el ya fallecido general Ornar Torrijos.

Por otra parte, en el plano internacional Noriega empezó a perder el respaldo de los Estados Unidos, país que hasta mediados de la década de los 80 se había constituido en uno de los principales soportes del régimen. Al parecer, el cambio de actitud obedeció al surgimiento de una disputa entre dos agencias estatales norteamericanas: la CÍA y el Departamento de Estado. Durante la década de los 70 y la primera mitad de los 80, Noriega mantuvo estrechos vínculos con la CÍA a través de la provisión de información reservada. Según varios observadores, la CÍA estaba enterada desde tiempo atrás de otras actividades ilícitas o inconvenientes del general panameño (lucrativas relaciones con narcotraficantes, venta de información a Fidel Castro, tratos con guerrillas colombianas), pero, al sopesar costos y beneficios, consideraba rentable mantener a Noriega en el poder. Otra era la opinión del Departamento de Estado, que en cercanías del cumplimiento de los tratados Torrijos-Carter, veía en peligro la integridad de los intereses norteamericanos en la zona del Canal, con la permanencia de una figura demasiado ambivalente al mando del país. Al no llegar las dos agencias a un acuerdo en esta materia, en el transcurso de 1986 el Departamento de Estado procedió a divulgar mediante filtraciones claramente diseñadas

para la prensa estadounidense, algunas actividades turbias de Noriega, hecho que a la postre "obligó" al ejecutivo a buscar una rectificación de su política global frente al gobierno de Panamá[2]. Un elemento adicional de comprensión lo brindan las mismas declaraciones de Noriega, según las cuales el cambio de actitud de la administración Reagan se produjo por la renuencia del gobierno panameño a embarcarse como punta de lanza, en una "loca aventura contra Nicaragua"[3].

Pero más allá de este trasfondo, hubo un hecho que se constituyó en el verdadero detonante de la crisis. En junio de 1987, Noriega forzó al coronel Roberto Díaz Herrera a presentar su pedido de retiro. Díaz Herrera entonces acusó públicamente a Noriega de tener vínculos con el narcotráfico y de haber ordenado el asesinato del general Torrijos y de Hugo Spadafora. Además divulgó, con lujo de detalles, los mecanismos empleados en el fraude electoral de 1984. Era la primera vez que un miembro de las altas jerarquías de las fuerzas militares afirmaba ante la opinión pública lo que para algunos era un secreto a voces, y para otros simples rumores malintencionados[4]. Esto dio lugar a una serie de manifestaciones de protesta contra el régimen, que fueron reprimidas por la fuerza pública[5]

Cabe anotar que en los inicios de la crisis, los grupos sociales estaban claramente alinderados. El sector antigubernamental encabezado por la recientemente creada Cruzada Civilista, aglutinaba básicamente gente de los estratos medio-alto y alto de la población. Eran los representantes de la burguesía empresarial y el comercio, los principales interesados en buscar el derrocamiento de Noriega. Por el contrario, el hombre fuerte de Panamá había logrado consolidar una significativa base de apoyo en vastos sectores populares, mediante el adelanto de políticas populistas y la apelación al nacionalismo. En este contexto, se dio la paradoja de que el 27 de julio de 1987 hubo una orden de paro patronal, que fue rechazada por el Consejo Nacional de Trabajadores

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