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JUICIOS DE LA HISTORIA


Enviado por   •  6 de Mayo de 2013  •  2.210 Palabras (9 Páginas)  •  380 Visitas

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RESEÑAS:

JUICIO A SAULO DE TARSO.

La Judea que encontró Pablo en el año 58, a su regreso de su tercer viaje apostólico, estaba al borde del caos. El odio y el resentimiento de los judíos hacia sus dominadores romanos se hallaban en su punto culminante y una chispa hubiera bastado para desencadenar una sublevación general. Bajo el gobernador romano Cumano (del 48 al 52) habían estallado varias revueltas, y los frustrados rebeldes habían formado guerrillas clandestinas, conocidas por el nombre de sicarios. El sucesor de Cumano, Félix (año 57), no tuvo mayor fortuna en el restablecimiento del orden, pese a sus implacables medidas, o quizás debido a ellas.

Pablo llegó a Jerusalén a tiempo para celebrar la fiesta de Pentecostés y allí fue recibido calurosamente por Santiago y los hermanos de la ciudad. Tras entregarles sus donativos se dirigió al Templo. Al pasar por entre los peregrinos llegados de Asia, un grupo de judíos de aquella zona lo reconoció y aprovechó la ocasión para hacerlo arrestar. En voz alta le acusaron de introducir paganos en los atrios del Templo, delito que podía ser castigado con lapena de muerte. Sólo la llegada de los soldados romanos le salvó de morir apaleado por la enfurecida muchedumbre.

El tribuno de la cohorte de Jerusalén lo envió a Cesárea para que fuera juzgado ante el gobernador Félix. Allí, una delegación de judíos encabezada por el sumo sacerdote Ananías le acusó de blasfemia y de traición, y exigió su ejecución. El astuto Félix, deseoso de evitar conflictos, se negó a pronunciar la sentencia, pero retuvo a Pablo prisionero en Cesárea durante dos años, aunque Félix permitió que Pablo pudiera recibir la visita de sus amigos.

Durante la prisión de Pablo, Félix se enfrentó a un importante estallido de violencia. El intento de los judíos por expulsar de Cesárea a los ciudadanos de habla griega desencadenó una guerra, en la que los soldados de Félix dieron muerte a cientos de personas. Los judíos se quejaron a Roma y el nuevo emperador, Nerón, sustituyó a Félix por Porcio Festo.

Festo tenía gran interés en aplacar a los judíos. Por eso cuando Ananías y los suyos renovaron su petición de que Pablo fuese juzgado en Jerusalén, Festo se inclinó inicialmente a aceptar tal propuesta. Pero Pablo invocó un derecho legal inherente a su ciudadanía romana, y anunció: "Apelo a César". En el otoño del año 60, cuando contaba 55 años de edad, Pablo fue embarcado junto con otros presos rumbo a Roma bajo la custodia de un centurión El grupo zarpó en una pequeña embarcación de carga en Cesárea y navegó costeando el Asia Menor. En Mira transbordaron a un gran barco de transporte de grano que se dirigía a la península itálica. Su siguiente escala fue en el lugar llamado Puertos Hermosos, al sur de Creta, pero al no reunir ese puerto buenas condiciones para fondear, el patrón trató de alcanzar otro mejor acondicionado: el de Fenice, al oeste de Puertos Hermosos. En ruta, la nave fue desviada por una tormenta invernal y, tras dos semanas de navegar sin rumbo, siguiendo la dirección del viento, fueron a naufragar en la isla de Malta, a casi mil kilómetros de Creta. A instancias de Pablo, el capitán y los pasajeros alcanzaron a nado la orilla. Las gentes de Malta les ofrecieron sustento y albergue, y se quedaron ahí durante el invierno. Pablo realizó curaciones y predicó durante aquellos meses.

En la primavera del 61 reanudó el viaje hacia Roma, junto con sus compañeros, a bordo de otra nave alejandrina de transporte de granos. Se dirigieron hacia el norte, a Sicilia, y luego al puerto italiano de Pozzuoli, desde donde se desplazaron a pie hasta Roma. Un pequeño grupo de cristianos romanos salió a recibir a Pablo al Foro de Apio, a unos 60 kilómetros de Roma, y juntos marcharon por la Vía Apia hacia la capital. Pablo quedó bajo arresto domiciliario durante dos años, en espera del juicio al que debía ser sometido. Esto significaba que era libre de moverse dentro de la ciudad, pero no podía salir de Roma. Una cálida noche de verano del año 64 estalló un gran incendio en el extremo norte del Circo Máximo. Las llamas se propagaban con celeridad alimentadas por las frágiles mercancías de las tiendas cercanas e impulsadas por un fuerte viento. El incendio persistió durante cinco días, destruyendo y reduciendo a cenizas la mayor parte de la ciudad de Roma.

Los ciudadanos de Roma sospechaban que el incendio se debía a la iniciativa del emperador Nerón para reconstruir la capital con mayor magnificencia. Pero para desviar las sospechas que recaían sobre él, Nerón acusó a los cristianos de Roma de haber originado el incendio, y se desencadenó una vasta persecución. A los cristianos sospechosos se les acorralaba sistemáticamente y, después de ser interrogados, se les ejecutaba en crueles espectáculos públicos.

Pablo resultó atrapado también en el torbellino de esa depravada persecución. Al parecer se le había levantado el arresto al no insistir nadie en Jerusalén en acusarlo. Salió de Roma y visitó las iglesias de Grecia y algunas del Asia Menor. En Tróade los enemigos del cristianismo lo detuvieron y le acusaron de traición. Una vez más Pablo pidió ser juzgado en Roma y volvió a la capital, donde no tardó en sucumbir víctima del odio de Nerón. Como ciudadano romano que era le fue otorgado el juicio solicitado y, declarado culpable, fue sentenciado a muerte en el año 67. Sin embargo, al ser ciudadano romano, tenía el privilegio de que su muerte fuera por decapitación y no de otra forma más cruel aún. Pablo fue decapitado horas después a las puertas de la ciudad de Roma, según era costumbre con los ciudadanos romanos. Los cristianos trasladaron reverentemente sus restos a un cementerio cercano y le dieron sepultura. Su sepulcro se encuentra en la actualidad en la basílica romana de San Pablo, en las afueras de Roma.

JUICIO A JESUCRISTO.

Los miembros del Sanhedrín, temerosos de Cristo, decidieron su muerte espoleados por Caifás, sumo sacerdote. Pero el sanedrín no tenía competencias jurídicas civiles y no podía aplicar el Ius gladii, la pena de muerte. Entregan a Jesús acusándolo de ser un malhechor traído ante Pilato para ser condenado debido a que en la ley judía no había o no tenían la facultad para aplicar la pena de muerte. Pensaron que seria mejor que Roma fuera la que ejecutara la pena y se llevara las culpas. Así que llevaron a Jesús ante Poncio Pilato y le acusaron no sólo de ser un blasfemo

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