LA Danza De Tijeras

Durante el proceso de urbanización en el siglo XX se realizo un sinfín de cambios culturales, un claro ejemplo de esto es el caso de la danza de las tijeras que, tradicionalmente en Ayacucho, esta contextualizada en el calendario agrícola y en las fiestas patronales. En cambio, en Lima, ella tuvo que adaptarse al público capitalino, luego al sin fin turístico proveniente del exterior, adquiriendo rasgos de espectáculo de fin de semana y feriados. Esto ha hecho perder el sentido original que la danza tiene en la sociedad ayacuchana.

El origen de esta hermosa y tradicional danza se encuentra en el denominado “Taky onkoy” (enfermedad del canto y la danza) que surgió a inicios de la colonia y que suponía la reencarnación frenética de las huacas en los danzantes y era una forma de reafirmarse en las religiones prehispánicas. En esta danza tradicional los danzantes son siempre hombres, excepto en Huancavelica durante la Pascua y la Bajada de Reyes. En la puesta de escena de la danza encontramos, además del baile, otras expresiones artísticas, como música tocada por el dúo de intérpretes (violín y arpa), representaciones coreográficas, actos de faquirismo y rituales vinculados a la Pachamama.

El danzante no usa exactamente tijeras, sino dos láminas de acero que tienen una de sus extremidades en forma curvada. Estas láminas son independientes y no las sujeta ningún remache o eje. Este instrumento se sostiene en la mano derecha, con la palma dirigida hacia arriba y el sonido es logrado por la agitación de las láminas. El sonido metálico de las tijeras sigue exactamente el ritmo de la melodía ejecutada por los instrumentos de cuerda. Estas láminas tienen un peso de 700 gramos.

Además del entrenamiento corporal, el danzante recibe formación espiritual, pues es un mediador entre hombres y las divinidades; debe conocer los secretos de la naturaleza, la veneración a los wamanis, apus y la Pachamama. El danzante antiguo curaba enfermedades y predecía el futuro de sus comunidades.

La revalorización de la danza de las tijeras, se debe a José María Arguedas, en su libro “El zorro de arriba, y el zorro de abajo” señalo como su última voluntad que se bailara la danza de tijeras en su entierro. Desde mediados del siglo XX, esta danza ha interesado a un público urbano e internacional. En la actualidad, la danza de tijeras ha sido considerada parte del patrimonio cultural de la nación.

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