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LOS JESUITAS MISIONEROS


Enviado por   •  3 de Julio de 2014  •  2.243 Palabras (9 Páginas)  •  273 Visitas

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LOS JESUITAS MISIONEROS.

La Compañía de Jesús (Societas Jesu, S. J.), cuyos miembros son comúnmente conocidos como jesuitas, es una orden religiosa de la Iglesia católica fundada en 1539 por san Ignacio de Loyola, junto con san Francisco Javier, san Pedro Fabro, Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Nicolás de Bobadilla, Simão Rodrigues, Juan Coduri, Pascasio Broët y Claudio Jayo en la ciudad de Roma, siendo aprobada por el Papa Paulo III en 1540.

Con 17 676 miembros en 2012 (sacerdotes, estudiantes y hermanos),4 es la mayor orden religiosa masculina católica hoy en día. Su actividad se extiende a los campos educativo, social, intelectual, misionero y de medios de comunicación católicos.

El actual pontífice Francisco, el argentino Jorge Mario Bergoglio, es el primer papa perteneciente a la Compañía de Jesús.5 También proceden de la Compañía de Jesús 82 obispos actualmente en vida.

Nadie puede negar, y aun no se han atrevido á hacerlo los más tenaces enemigos de los Jesuitas, que éstos han sido los misioneros que en todas partes del mundo han practicado, mejor que las otras órdenes religiosas, el arte de catequizar, convertir y civilizar á las tribus salvajes, lo cual, particularmente en América, se ha experimentado con toda certeza. Perteneciendo á una orden religiosa nueva (2), llena de celo y de vigor, instituída con el objeto de luchar sin tregua en favor de la Religión Católica Romana, ninguno de sus miembros es admitido en las órdenes más altas de la Compañía, sino cuando su talento, su juicio y su completa abnegación le recomiendan de un modo especial. Pero si la orden era nueva, en compensación su actividad y su celo eran tales, que al principiar el siglo XVII los Jesuitas se encontraban yá trabajando con fruto en numerosas Misiones de América. En el Canadá, en la Florida, y desde Méjico hasta el Paraguay, el vestido negro del Jesuita era bendecido por los indígenas, de quienes aquéllos se habían constituído defensores. (3) En el Brasil habían logrado dominar á los antropófagos. Cuéntanse en el siglo XVII más de trescientos mártires de la Compañía de Jesús. Aunque muchos de éstos perecieron á manos de los salvajes, también, según Crétineau-Joly y otros autores, más de sesenta misioneros fueron víctimas del calvinista Santiago Sourié, quien, apresando los navíos en que iban embarcados en alta mar, les dió una muerte cruel y feroz.

Aunque los Jesuitas habían recorrido yá la mayor parte de las colonias americanas y fundado Misiones en muchas partes, al Nuevo Reino de Granada no llegaron oficialmente, sino cuando les trajo de Méjico el ilustrísimo señor Lobo Guerrero, Arzobispo de Santafé. Este Prelado fundó un colegio que llamó de San-Bartolomé, por ser su nombre patronímico, y lo puso bajo la dirección de los Jesuitas, al empezar el siglo XVII. Mientras se iba construyendo lentamente el hermoso edificio de calicanto que hoy día conocemos, los Jesuitas abrieron aulas de gramática, latín y filosofía, en un lugar estrecho é incómodo, y muchos de los Padres se dedicaron á estudiar á fondo los diferentes idiomas de los indígenas, descollando entre todos el Padre José Dadey, de origen italiano, que no solamente aprendió la lengua muisca, sino que compuso una gramática que sirvió mucho á los misioneros. Pocos años después yá había colegios de Jesuitas en Cartagena y Tunja. En esta última ciudad se estableció el noviciado. Sorprendidos los indígenas de los contornos de aquellas ciudades de la dulzura con que les trataban los nuevos Religiosos, y agradecidos al notar que para catequizarles procuraban aprender su lengua y para enseñarles la doctrina cristiana hablaban en los dialectos indígenas, se convertían por millares al Cristianismo, y escuchaban con religioso fervor las pláticas de los Misioneros. Así, pues, si la ruda manera de tratarles los encomenderos les alejaba y desviaba de la civilización, la caridad y benignidad de los Jesuitas les alentaba á abrazar la religión de Cristo y entrar en la vía de La cultura y buenas costumbres. Así fué como en los alrededores de Santafé se formaron los pueblos de Cajicá, Tenjo, Fontibón, &c., cuyos habitantes se habían manifestado muy arraigados á sus costumbres é idolatrías.

En 1620, yendo de paso para Antioquia algunos Jesuitas, llegaron á la nueva población de Honda, y se detuvieron allí algunos días. El naciente caserío dependía de Mariquita, y estaba yá tan poblado, que un cura no bastaba para atender á las necesidades espirituales de aquel lugar. Así éste, en unión del Gobernador de Mariquita, suplicó á los Jesuitas que pidieran al Provincial de su orden licencia para establecer allí un colegio, lo cual les fué concedido con gusto. Los primeros Jesuitas que entraron allí fueron los padres Ossat y Alitrán; éstos levantaron una iglesia de tapia y teja en la población, y algo retirado el edificio para el colegio de los Jesuitas, con su buen templo. En ambas Iglesias se celebraba el Santo Sacrificio de la misa, y en ellas se enseñaba todos los días la doctrina á los niños y á los indígenas. No se contentaron los Jesuitas con catequizar á los hondanos, sino que recorrían los caseríos de Indios de todos aquellos contornos, civilizando y haciendo brillar la luz del Evangelio en todas partes. En pos de los Jesuitas edificaron conventos é iglesias los Franciscanos y Agustinos, y un templo y un hospital los Religiosos de San Juan de Dios. Hoy día Honda ha retrogradado á tal punto, que los feligreses no alcanzan á sostener sino un Cura muy pobremente, y apenas se dice una misa por día en una población de cerca de 4,000 almas; sus conventos están en el Suelo, las iglesias en ruinas y el colegio de los Jesuitas se encuentra convertido en piedras ,y murallones derruídos, perdido entre la maleza.

En Pamplona una señora fué la primera que albergó y protegió á los Jesuitas, hasta que éstos, más conocidos y apreciados, lograron cautivarse la buena voluntad de sus habitantes, que les ayudaron á construír colegio é iglesia.

Los misioneros recorrían continuamente los contornos y poblaciones indígenas de los lugares donde tenía asiento la orden. Al cabo de algunos años de trabajos asiduos, viendo los superiores que, más ó menos, todos los habitantes del Nuevo Reino estaban en vía de cristianizarse, resolvieron entrar en las tierras de los salvajes que aún carecían enteramente de civilización.

Aunque varias veces habían intentado los Españoles domar las tribus indígenas que moraban en las faldas de las cordilleras que van á morir en los Llanos, con dificultad habían logrado atraer á unos pocos. Estas tribus pertenecían á una raza altiva, amante de su independencia; y escarmentadas con los malos tratamientos de los Españoles, nada odiaban tánto como á los blancos, quienes, ó se llevaban á los

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