La Edad Media Y Sus Monstruos
Enviado por dk_lawful • 22 de Junio de 2013 • 4.882 Palabras (20 Páginas) • 426 Visitas
ÍNDICE
Introducción……………………………………………………………...2
Mirabilis, Magicum, Miraculosus……………………………………..3
Conjuro del Temor……………………………………………………...4
Malae Bestiae…………………………………………………………....6
Voluntad Divina……………………………………………………..….7
Des Monstres Et Prodiges………………………………………...….9
Clasificación Monstruosa……………………………………….…..10
Bestiario………………………………………………………………..11
- Algunos ejemplos…………………………………….…..12
Conclusión………………………………………………………….....15
Bibliografía…………………………………………………………... 17
INTRODUCCIÓN
La Edad Media representa para nosotros más que un momento histórico base de nuestras fantasías. Se trata efectivamente, de la etapa por la cual una innumerable cantidad de símbolos nos llegaron y pasaron a formar parte de toda una estructura psíquica.
Nuestra forma de ver el mundo está estrechamente ligada con las angustias, miedos y fantasías del hombre medieval y con el folklore que se vivía y que llega hasta nosotros por medio del arte y de gran cantidad de imágenes y fuentes literarias.
La Edad Media y particularmente durante sus fines, es el momento en el que el hombre emprende aventuras hacia lo inexplorado, lugares cuyos destinos son totalmente desconocidos.
Para los hombres de esta época el mundo era un lugar enorme, inexplorado, en el que existían toda clase de maravillas inimaginables ya que la Tierra era el reino donde todo podía suceder.
Se podría considerar a la Edad Media como la edad de los viajes, ya sea por mar, por tierra pero sobre todo, por los caminos de la fantasía. Viajar implicaba necesariamente adentrarse en un mundo misterioso, un mundo sin una forma definida y del cual hasta cuyos límites no se conocían.
Este mundo de interminable fantasía da lugar a un aspecto que proliferó mucho durante la Edad Media: los Monstruos.
MIRABILIS, MAGICUM, MIRACULOSUS
Hacia fines de la Edad Media el mundo estaba lleno de monstruos y su existencia era algo que todo hombre experimentaba en algún momento de su vida.
Había todo tipo de monstruos que iban desde seres deformes y figuras humanas mezcladas con animales hasta plantas monstruosas e islas remotas donde acontecían todo tipo de fenómenos.
El vehículo esencial -y en un momento el único- para dar a conocer estos monstruos fue la palabra, el relato. La fuente más remota de la literatura se encuentra en los mitos mediante los cuales el ser humano siempre intentó responder a sus orígenes y a su destino, dando respuestas a los misterios de la naturaleza y particularmente de la vida y la muerte. En toda cultura está presente el mito y es parte de la literatura folklórica y maravillosa.
La creación de estos relatos míticos es el producto de la imaginación colectiva que modifica su realidad intentando así dar respuesta a los sucesos más enigmáticos. Y esa transformación simbólica no casualmente se da con frecuencia mediante la encarnación en seres monstruosos.
La modalidad de lo fantástico constituye desde la perspectiva actual una categoría del espíritu de la literatura, algo que sólo cabe en la imaginación. T. Todorov define lo fantástico como una percepción vacilante de hechos excepcionales, quedando así situado -por la duda existente entre una explicación natural o sobrenatural- entre otros subgéneros afines como lo maravilloso y lo extraño. Y desde una postura más abarcadora, la literatura fantástica integra las obras que tanto por su temática, situaciones, atmósfera y el propio lenguaje introducen en un mundo distinto al de la percepción común. En todo caso, se trata de una cuestión de representación, de proyección simbólica que implica directamente al lector, al aceptar el pacto de la ficción.
Pero si nos remitimos al universo medieval, con objeto de contrastar el pasado, se constata que lo extraordinario se da como algo objetivo ─considerándose más un estado de cosas que una categoría─, se vincula con lo sagrado y forma parte de una suprarrealidad. Por ello los límites entre historia, mitos y leyendas suelen quedar difuminados. Algunas de estas peculiaridades han sido observadas por Jacques Le Goff, quien propone los adjetivos mirabilis, magicus y miraculosus para explicar el ámbito de lo sobrenatural en el imaginario medieval.
Se trata de una definición que ya ofrece dos elementos para su caracterización: que es obra de Dios y que es maravillosa. De hecho, es la misma etimología para milagro y maravilla: ambas voces devenidas de la raíz latina MIR que remite a lo asombroso, a lo admirable; pues así como el verbo miror, mirari significa maravillarse, admirar, el adjetivo mirus, mira, mirum significa admirable, asombroso, maravilloso; de donde tanto mirabilis como miraculum reciben el sentido de hechos admirables, maravillosos.
En la Edad Media, el adjetivo miraculosus al parecer comenzaría a referirse exclusivamente a las maravillas de origen divino, por lo que los milagros se singularizaron frente a las otras maravillas de distinto signo que poblaban la imaginación y la realidad medievales; es decir, todo milagro era en este sentido una maravilla, aunque no toda maravilla era un milagro.
Para encontrar el lugar del milagro entre las maravillas, Jacques Le Goff, establece las posibilidades de lo maravilloso en el contexto medieval y distingue que lo sobrenatural se dividiría en occidente, entre los siglos XII y XIII, en tres dominios: mirabilis, que nombra lo maravilloso con orígenes precristianos; magicus, lo sobrenatural maléfico, satánico y, finalmente, miraculosus, lo maravilloso cristiano.
Sin embargo, la recuperación latina del vocablo griego μαγιχυς (magicus) remite más a lo meramente misterioso que a lo satánico, lo que llevó a Le Goff a sugerir que en esta categoría podía caber también la magia «blanca»; sea como fuere, esta tipología señala con precisión un lugar especial para el milagro, diferente al de las otras maravillas, lo que puede complementarse con el hecho de que no todo lo maravilloso o extraordinario era sobrenatural en la Edad Media, pues sin duda los prodigios, seres deformes o demás monstruosidades podrían no salir del ámbito de lo aceptado
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