La Muerte De Lord Edgware
Enviado por yileinyacosta • 30 de Enero de 2014 • 337 Palabras (2 Páginas) • 302 Visitas
CAPITULO UNO
UNA REPRESENTACIÓN TEATRAL
El público es sumamente olvidadizo. El asesinato de George Alfred Saint
Vincent Marsh, cuarto barón de Edgware, que tan intensamente apasionó a la
opinión, ha pasado ya al olvido y otros hechos posteriores han acaparado su
interés.
Debo confesar que por expreso deseo de mi amigo Hércules Poirot no figuró
su nombre en el suceso, ya que si intervino en él no fue por su propia voluntad.
Los laureles, por tanto, se los llevaron los demás, como él quería, pues, desde
su punto de vista, aquello constituyó uno de sus fracasos, ya que si consiguió
ponerse, por fin, sobre la verdadera pista del criminal fue debido a sorprender
en la calle cierta conversación que sostenían dos desconocidos.
De todos modos, lo cierto es que él fue quien descubrió al asesino.
Mi opinión personal coincide con la de mi amigo en que, aun no habiendo
sido descubierto el culpable, es muy improbable que el crimen le hubiese
servido a éste para lograr sus propósitos.
Y ahora creo que ha llegado el momento de explicar cuanto sé del suceso,
diciendo también que al relatarlo cumplo los deseos de una de las mujeres más
hermosas que he conocido. Me acordaré siempre del día en que Poirot,
paseándose a grandes zancadas por la habitación de nuestra casa, nos contó
lo ocurrido.
Mi relato empieza en un teatro de Londres, en el mes de junio del pasado
año. Por entonces hacía furor la actriz teatral Charlotte Adams. El año anterior
debutó con gran éxito y estuvo trabajando unos días. Pero al siguiente actuó
durante tres semanas en uno de los más importantes teatros de la capital,
siendo aquella noche la de su despedida.
Charlotte Adams era una muchacha norteamericana, de gran talento. Se
presentaba en escena sola, sin maquillaje y sin ningún decorado. Su trabajo
consistía en imitar a un sinfín de personalidades de todos los países. Hablaba
con facilidad varios idiomas. Uno de los números de su repertorio, Una noche
en un hotel extranjero, era realmente asombroso. Parodiaba, uno tras otro, a
americanos, a turistas alemanes, a toda una familia inglesa de clase media, a
muchachas de dudosa moralidad, a nobles rusos arruinados, sin omitir a los
serviciales camareros.
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