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La actividad de Рablo Neruda por la salvación de los republicanos refugiados en Сhile


Enviado por   •  5 de Marzo de 2015  •  Ensayo  •  1.395 Palabras (6 Páginas)  •  220 Visitas

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Era fines de enero de 1939. Las tropas franquistas avanzaban con rapidez sobre el frente catalán, ocupando, arrasando y saqueando villorrios, pueblos y ciudades. A las12.15 hrs. del día jueves 9 de febrero, los nacionales llegaban a la frontera francesa y ejercían el control total sobre los pasos fronterizos desde Puigcerdá hasta Port Bou. Al día siguiente se daba por terminada la guerra en Cataluña, aunque en otros puntos de la península, como Alicante, Almería y Madrid, continuaban los bombardeos sobre las últimas posiciones republicanas y arreciaban los enfrentamientos armados. Todo terminaría oficialmente el sábado 1° de abril de 1939. Sin embargo, por muchos años continuarían los caprichosos fusilamientos de adversarios, luego de burdos simulacros de juicio, una verdadera farsa legal en la que no se resguardaron las mínimas garantías para los encarcelados, como le ocurrió a mi abuelo paterno, Jaime Ferrer Carbó, a quien nunca pude conocer ni besar, como tampoco escuchar un cuento o aprender una canción de sus labios.

Para miles de republicanos, Francia era la única alternativa. Desde el sábado 28 de enero hasta el domingo 5 de febrero, habían logrado cruzar la frontera francesa 170.000 mujeres y niños, 60.000 hombres y 10.000 heridos, cifras que irían en aumento hasta pronto superar el medio millón de personas. Pero llegar a Francia no era fácil; había que cruzar los Pirineos en pleno invierno, soportando durante varios días intensas lluvias y nevazones. Sólo algunos pudieron realizar parte del trayecto en vehículos. La mayoría lo hizo a pie o en mulas, cargando todos los enseres que podían, los que poco a poco fueron arrojando, incapaces de soportar su peso. Eran lastimosas caravanas que enfilaban por distintos senderos pirenaicos: familias completas con ancianas abuelas y niños en brazos, mujeres embarazadas, hombres extenuados, combatientes que aún conservaban el fusil y el ideal de recuperar la República, pues para ellos esa derrota no era definitiva.

Para algunos, Francia significó una acogida agradable, comida, techo y abrigo, proporcionados por familias francesas o españolas residentes. Para la gran mayoría, en cambio, su arribo a tierra extranjera no fue otra cosa que añadir otro amargo capítulo a la ya demasiado larga historia de padecimientos vivida durante los años de la cruenta guerra fraticida. Las primeras palabras francesas que oyeron estos refugiados fueron una orden seca: Allez!, allez! Circulez!, circulez!

Con ellas sonando en sus oídos y clavándoles el alma, fueron conducidos como manada a campos de concentración: Le Perthus, Prats de Molló, Argelés sur Mer, Agde, Saint Ciprien, Tour de Carol, Mont Louis, Amelié- les- Bains, Arles sur Tech, Vernet-les-Bains, Tours, Barcares, Septfonds, Bram, Mazeres…

Cercados de alambradas, rodeados de ametralladoras empuñadas por guardias senegaleses, gendarmes y gardes mobiles franceses, generalmente teniendo por techo las estrellas de un cielo frío, en cada campo de concentración se hacinaban hombres y mujeres por separado en pésimas condiciones higiénicas y mal alimentados. Sobre la arena de las playas del sur de Francia, refugiados republicanos derramaban sus lágrimas y otros sucumbían víctimas de la enfermedad, del hambre y de la añoranza.

Mientras tanto, en Chile gobernaba el profesor radical Pedro Aguirre Cerda, quien en octubre de 1938 había sido elegido Presidente de la República, encabezando las fuerzas del Frente Popular. Fundamental en su triunfo presidencial había sido la labor política y propagandística realizada por Pablo Neruda, poco después de regresar de España, donde había sido cónsul en Barcelona y Madrid. El amor que Neruda había aprendido a sentir por España y su gente—huella imborrable dejó en él el cobarde asesinato de su entrañable amigo Federico García Lorca— lo impulsó a solicitarle al presidente Aguirre Cerda que lo designara cónsul encargado de la emigración española con sede en París. La respuesta del mandatario chileno no se hizo esperar:

—Sí, tráigame millares de españoles. Tráigame pescadores, tráigame vascos, castellanos, extremeños… Tenemos trabajo para todos .

Y, satisfecho, Neruda se dirigió a Francia a cumplir “la más noble misión que he ejercido en mi vida: la de sacar españoles de sus prisiones y enviarlos a mi patria. Así podría mi poesía desparramarse como una luz radiante venida desde América entre esos montones

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