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La cultura andina, desde sus orígenes, ha desarrollado una diversidad de formas de expresión y comunicación artísticas;


Enviado por   •  12 de Agosto de 2016  •  Monografía  •  2.366 Palabras (10 Páginas)  •  455 Visitas

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Introducción

La cultura andina, desde sus orígenes, ha desarrollado una diversidad de formas de expresión y comunicación artísticas; de entre los cuales destaca la danza. Esta a su vez, ha ido cambiando de acuerdo con las creencias, costumbres e intereses de cada población que la háyase practicado. En esta ocasión, hablaremos de una danza que se caracteriza por ser una de las más alegóricas y coloridas del departamento de Puno: nos referimos de “la Diablada”.

Para poder hablar de ella, es necesario conocer algunos puntos importantes, tales como su origen, su historia, entre otros. Lo que trataremos de hacer será conocer un poco acerca de esa danza tan importante para la cultura altoandina. Se procurará de ser lo más conciso posible, pero, a su vez, entregarle a usted lector todos los datos relevantes de la danza que estudiaremos a continuación.

“«y dijo a sus discípulos, creced y multiplicaos», «id por el mundo a difundir mi doctrina», parafraseando esos textos bíblicos los puneños donde van, en busca de un mundo mejor, llevan en su equipaje de sueños, sus tradiciones y sus modos de vida, en ese entender, tratamos a continuación en forma muy breve, acerca de la presencia de los puneños en Lima, en lo que respecta a sus más representadas identidades y tradiciones, la música y las danzas, que siempre cargan en la espalda, cual «qhepi» de esperanzas”.

 Escribe: Bruno I. Medina Enríquez
Publicado en el Diario Los Andes de Puno (24 de febrero del 2008)

El origen de la Leyenda

Si nos concentramos en el contexto, donde se desarrolla la escena, veremos una posible “lucha” entre el bien y el mal. Si bien conocemos una variedad de posibles orígenes, no conocemos su originalidad, pues tanto Perú como Bolivia se disputan por ella. En el Perú, poco se sabe acerca de su evolución, además de que los aportes de algunos cronistas indígenas, como Barrionuevo, García, Merino de Zela, Portugal Catacora; entre otros destacados, que relacionan la versión rural-indígena de esta representación con prácticas prehispánicas, al igual que el investigador Enrique Cuentas Ormachea en su libro “Presencia de Puno en la Cultura Popular”, pues es el único autor que aplica esa misma lectura también a la Diablada urbana-mestiza. Todos ellos interpretaron la decoración de las máscaras con figuras zoomórficas, así como la introducción del papel de diversos animales, diversos símbolos de fertilidad, rituales o danzas de la caza prehispánica.

Otros autores entienden a los personajes diabólicos de esta representación incluso como una continuación de la cultura andina-prehispánica, porque ven en ellos la personificación de poderosos seres de las minas; pues dice la leyenda que un grupo de mineros, cerca de 1675, que quedaron atrapados en la mina de Laykacota, de su afiebrada cabeza, vieron salir de la cueva a unos “diablos” armados que los querían atacar. Ellos se encomendaron a la Virgen del Socavón y, como milagro, descendió el arcángel San Gabriel con una espada en la mano, con la que derrotó a los “diablos”. Los mineros, al ser rescatados, bailan la Diablada en honor a la Virgen del Socavón, que fue llamada desde entonces como Virgen de la Candelaria, por el fuego que vieron esos hombres en la mina.

2.1. Cosmovisión Andina

Para el hombre andino, desde el comienzo, no existían seres espirituales de naturaleza maligna que sean odiados, sino respetados. Este en el caso de Supay, quien era un pequeño dios solitario y destructor, al que le rendían culto, temerosos, porque desde sus alforjas derramaba la inmensa variedad de males que conoce el mundo.

Dicen que cuando los españoles llegaron con su diablo, este le preguntó a Supay: “¿Quién eres?”, a lo que contesta Supay: “S-Supay. ¿Quién eres tú?”. Y este le responde: “Yo soy Satanás”. Una vez vencidos los indios, Satanás invitó a Supay a irse con él para enseñarle muchas cosas, mas Supay no quiso y fue a refugiarse en las quiebras de las montañas, para así ayudar a los indios.

Supay solo reaparece para ayudar a sus antiguas víctimas, a cuidar a las llamas, de las vacas y de los asnos, cuando están en peligro. Supay es quién libra a los indios de las enfermedades y quien enjuaga sus lágrimas. Es quién ayuda a los mineros…

Al identificarse la mina con la Virgen del Socavón, se produce un extraño sincretismo, surgiendo la danza de la Diablada: una mezcla de ángeles y demonios que coexisten en una continua lucha donde se hacen sutiles y difusas las líneas que diferencian el bien y el mal.

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Historia

En 1577, los jesuitas se establecieron en Juli (capital de la provincia de Chucuito conocida como la “Roma de América”), Puno, y en los días festivos, se realizaban funciones teatrales a los que ya estaban acostumbrados los aimaras y se presentaban comedias y auto-sacramentales. El Dr. Ricardo Arbulú indica que una carta del padre Diego Gonzáles Holguín a su superior, los jesuitas en su misión en Juli, enseñaron a los nativos una danza-canto sobre los siete pecados capitales y cómo los ángeles vencen a los demonios, para cristianizar a los indígenas de la zona y, debido a eso, es que Juli es uno de los centros culturales desde donde se difunde la figura del diablo, cerca del siglo XVI.

El director Miguel Rubio Zapata recoge la versión del profesor Edwin Loza Huarachi, danzante y mascarero, quien afirma que la Diablada puneña tiene su posible origen en la “danza de Anchanchu”, y es anterior a los auto-sacramentales.

El antropólogo Alejandro Ortiz Rescaniere, recopila el "Mito del Supaya (kastilla aruDiablo)" en Puno de un relato de Isidro Rojas, aimara de 89 años. En el relato, Jesucristo se enfrenta a su hijo Supaya. Isidro Rojas afirma que el mito es el origen de la Morenada y la Diablada de Puno. En la cosmología aimara, Jesucristo es Thunupa y Supaya son demonios.

La danza siempre estuvo vinculada con la fiesta de la Virgen de la Candelaria desde 1606.  Ésta surge a raíz de una leyenda popular. En 1675, cerca de la mina Laykacota, el español José Salcedo mandó a destruir las casas de los mineros, pero desistió porque vieron a la Virgen María luchando contra el diablillo de la mina. Por el fuego observado en la mina, nace el culto a la Virgen de la Candelaria.

La representación tuvo muchos cambios desde esas fechas, cambios como las máscaras que en su tiempo eran de yeso y para los cabellos eran utilizados los hilos de los costales de bayeta de la época; todo era tradicional y pequeño, se presentaba en fechas importantes de la Iglesia católica. El personaje incorporó características del diablo europeo, como un fauno con cola y tridente.

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