La historia de la escuela de ciencias físicas y matemáticas de la universidad ULA
jenduart18Tutorial3 de Junio de 2013
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El auténtico nacimiento de la enseñanza formal, institucionalizada y permanente para esta área profesional en el país deba esperar a 1831, cuando la República iniciaba su tránsito en solitario tras la disolución de la Gran Colombia y aún se recuperaba de las convulsiones de la lucha por la Independencia. Ese año se decreta el establecimiento de la Academia de Matemáticas en Caracas, alentada por el fervor, capacidad e iniciativa de Juan Manuel Cagigal. Este venezolano se había educado como ingeniero y matemático en España y Francia, habiendo vuelto al país a impulsar una institución de formación profesional para ingenieros que siguiese la huella de las que había conocido en Europa. Pese a las circunstancias difíciles, pudo lograr apoyo oficial, lo que estimo se debió en gran medida a que reorientó la visión que traía en mente del extranjero (con el modelo civil de la Escuela Politécnica de París en que estudió), hacia la propuesta de una escuela de formación de oficiales militares técnicamente calificados (recibirían título de ingenieros con 6 años de estudios), en la que hubiese además posibilidad de impartir capacitación técnica a civiles (egresarían como agrimensores a los 4 años de formación).
No fue nada fácil el inicio y posterior sobrevivencia de la Academia de Matemáticas, pese a ser una entidad de élite y para una élite. El soporte gubernamental significaba poco dada la debilidad institucional y financiera del Estado en aquellos tiempos. Los docentes disponibles eran muy escasos, al punto que se comenzaron actividades con sólo dos profesores: Cagigal y José Rafael Acevedo, quien desde 1827 regentaba la primera Cátedra de Matemáticas en la Universidad Central de Venezuela; para superar tal limitación después se incorporarían a dicha labor algunos de los egresados de la propia Academia. Por lo demás, el peso de la adscripción militar dada a la institución para conseguir respaldo oficial, implicó que progresivamente quedara menos espacio para la formación de civiles, aparte que siendo una instancia de obediencia castrense se vio sometida a los vaivenes bélicos de nuestro agitado siglo XIX. No obstante, el celo de Cagigal y el apoyo que recibió de algunos interesados en su idea (por ejemplo desde la Sociedad de Amigos del País) permitieron superar esos arduos principios, de modo que en 1835 reciben su título 7 agrimensores y en 1837 egresan 4 ingenieros.
En 1841 Cagigal deja la dirección por enfermedad y le sustituye Olegario Meneses, uno de los primeros egresados de 1837, bajo cuya gestión se mantiene por un tiempo el impulso que su fundador había dado a la Academia. Sin embargo, para fines de la década de 1840, los reportes de funcionamiento anotan múltiples dificultades, que se reflejan en repetidos ceses de actividades y largos períodos sin que haya egresados de la institución. De hecho, aunque la Academia de Matemáticas oficialmente funcionó de 1831 a 1872, sólo tuvo 17 promociones con un total de 97 egresados, en su mayoría dedicados por entero al ejercicio de las armas, con poca o ninguna actividad específicamente ingenieril. Esto en buena medida porque en la Venezuela de mediados del S. XIX los conflictos político-militares inhiben o liquidan las escasas posibilidades que se presentaban para la acción civil y constructiva. Pese a tal panorama, hay algunos hechos y procesos que debemos rescatar en ese período. En 1861 (y de ello celebramos 150 años en este 2011) se funda el Colegio de Ingenieros de Venezuela, cuerpo dependiente del Ministerio de Guerra pero que pronto comienza a ser integrado por más civiles y a interesarse de modo creciente por asuntos ajenos a lo castrense, como se evidencia en publicaciones, eventos y acciones que promueve. De paso anotemos que uno de sus fundadores, Alejandro Ibarra, era un egresado de la Academia de Matemáticas que se dedicó a la docencia universitaria y llegó a ser el primer ingeniero Rector de la UCV en 1870.
En 1867 hay registro de los primeros títulos de agrimensor que otorga la UCV, con lo cual se abre un camino para la formación esencialmente civil de los ingenieros, que tendrá sus siguientes hitos en 1872 al suspenderse la Academia de Matemáticas (que para el presidente Antonio Guzmán Blanco era “un nido de godos”); en 1874 con la creación de la Facultad de Ciencias Exactas de la UCV, autorizada para otorgar títulos de ingeniero civil y agrimensor; en 1877 con los primeros 7 egresados de esa Facultad; en 1879 con la adscripción oficial de recursos y personal de la Academia de Matemáticas a la UCV; y en 1881 con el fin del status militar del Colegio de Ingenieros, que pasa a ser subordinado al Ministerio de Instrucción Pública.
Las décadas finales del siglo XIX marcan novedades resaltantes en el andar de la ingeniería y su enseñanza en nuestro suelo. El contacto con los procesos de cambio científico-tecnológico y de expansión del poderío político-económico que ocurren en Europa Occidental y Norteamérica se hace más regular, lo que se traduce tanto en el arribo al país de empresas capitalistas, recursos técnicos, productos y procedimientos que al llegar plantean exigencias de ingeniería, como en que a través de publicaciones o de algún personal calificado recibamos al menos parte del conocimiento y habilidad ingenieril que está evolucionando rápidamente en los centros de poder mundial.
Se combinan tales circunstancias con que entre 1870 y 1889 la hegemonía política del caudillo Antonio Guzmán Blanco impone relativa estabilidad, asentada en una situación económica que le favoreció, de modo que para la enseñanza de la ingeniería esta situación se traduce en un modesto auge, donde de 1883 a 1893 hay 11 promociones y 137 egresados de la UCV como ingenieros civiles, quienes encuentran campo para su ejercicio profesional en las posibilidades que abre el atenuado impulso modernizador que se vivió bajo el guzmancismo. Incluso, vemos que la enseñanza de ingeniería se extiende fuera de Caracas. Recordando el precedente del fallido intento de una Escuela de Ingeniería para Maracaibo en 1863, tenemos que: entre 1884 y 1889 la Universidad de Los Andes otorga 7 grados de agrimensor; en 1886 cinco estudiantes que habían cursado la carrera de ingeniería en el Colegio Federal de Maracaibo, vienen a Caracas a presentar tesis y recibir grado profesional en la UCV; en 1892 la Universidad de Valencia tiene una Facultad de Ingeniería Civil, de donde egresan 4 profesionales hasta su clausura; también en 1892 se gradúa un ingeniero de la Universidad del Zulia, que como la anterior, funcionó entre 1891 y 1904. Así mismo, evocaremos el esfuerzo del Ing. Miguel Palacio por hacer funcionar entre 1893 y 1898 una Escuela de Minas en Guasipati, Edo. Bolívar, que finalmente no fue autorizada a otorgar títulos de ingeniero de minas.
Llegando a los últimos años del siglo XIX, el ejercicio como rectores de la UCV por otros dos ingenieros, Jesús Muñoz Tébar en 1887 (volvería al cargo de 1906 a 1908) y Alberto Smith de 1897 a 1899, indica el reconocimiento que hay en la universidad hacia la profesión, su enseñanza y quienes la ejercen. No deja de hacerse presente una perspectiva crítica, expuesta en un trabajo que publica en 1895 el distinguido ingeniero y docente Felipe Aguerrevere, texto pionero en el análisis de la enseñanza de la ingeniería en Venezuela, cuyas observaciones sobre la necesidad de resolver carencias en la formación práctica conservan hoy agudeza y vigencia. Mencionemos también que el cese de las condiciones un tanto más favorables de años anteriores se refleja en una apreciable disminución de los egresados en ingeniería (y la nueva opción afín de arquitectura) después de 1893. Adicionalmente, hay un hecho para recordar: en 1899 reciben en la UCV el grado de agrimensores las hermanas Delfina, Adriana y Dolores Duarte, quienes aún cuando no cursaron la carrera en las aulas, presentaron y fueron reconocidas en las pruebas que confirmaron su capacidad profesional, siendo las primeras mujeres con título universitario obtenido en este país.
Al aproximarse y comenzar el siglo XX, dificultades económicas y conflictos políticos son patentes en Venezuela, con un recrudecimiento de las pugnas por el poder que finalmente llevan al triunfo en 1899 del caudillismo militar andino encabezado por Cipriano Castro, quien superando fuertes retos militares internos e incluso un agresivo bloqueo naval de potencias europeas, se mantiene al mando hasta ser desplazado por su subalterno inmediato y compadre Juan Vicente Gómez a fines de 1908. Por supuesto, en semejante clima aún más enrarecido por el despotismo gubernamental es poco lo que podía prosperar la enseñanza de la ingeniería: ya apuntamos que en 1904 se clausuraron las universidades de Maracaibo y Valencia, igualmente quedó en el papel la Facultad de Ciencias Exactas anunciada por la ULA en 1898, mientras que la UCV debió soportar también su ración de autoritarismo y arbitrariedades. Se refleja esta situación difícil en el bajo número de egresados en el área entre 1900 y 1912 (todos de la UCV): 33 ingenieros y dos arquitectos.
En los primeros años del gomecismo, mientras el régimen se consolidaba, hubo cierto ambiente más abierto en la UCV, como muestra la creación del Centro de Estudiantes de Ingeniería en 1911 (¡un Centenario que ojalá no pase desapercibido en esta Facultad!). Pero en cuanto pudo el gobierno apretó las tuercas y en 1912 clausura la Universidad Central hasta 1922. De aquel sombrío evento, retengamos para la memoria institucional la digna actitud que mantuvo el Ing. Alberto Smith, de nuevo en el rectorado ucevista, quien en castigo debió ir al destierro hasta la muerte del dictador. Para disimular los efectos
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