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Las relaciones oficialismo-oposición durante el primer peronismo


Enviado por   •  26 de Octubre de 2015  •  Informe  •  2.890 Palabras (12 Páginas)  •  189 Visitas

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Las relaciones oficialismo-oposición durante el primer peronismo, que comprende el período de sus 2 primeros gobiernos (del 46 al 55) fueron tan complejas como conflictivas, hostiles y autoritaristas.

Este aglutinante movimiento fue más que innovador en lo que hasta allí había sido la política argentina, ya que si bien era una heterogénea coalición que detrás del fuerte personalismo de Perón alineaba intereses de sectores como la Iglesia, la burguesía nacional y militares; venía cargado de contenido de clase, no en lo que refiere a la lucha (papel que si tomó durante los tiempos de resistencia), pero si con respecto a la integración político-social de sectores históricamente excluidos. La felicidad del pueblo y la justicia social por las que bregaba la doctrina peronista se veían reflejadas en una impresionante distribución de la riqueza como sello de una movilidad social ascendente nunca antes vista por estas latitudes. Este complejo fenómeno abre un surco entre las viejas disputas radicalismo-conservadurismo que marcará un antes y un después en la política argentina.

La relación con la oposición nace con especial virulencia desde antes que Perón asuma debido a la coyuntura internacional, donde la Unión Democrática asocia al incipiente movimiento hijo de la “Revolución del 43” con el fascismo, debido a su férrea postura neutralista y a las concesiones de su Secretario de Trabajo a los obreros, entendidas como actitudes demagógicas del decadente régimen del cual formaba parte. Luego de ganar las elecciones gracias al buen aprovechamiento de la irrupción de Braden , los errores tácticos de la Unión Democrática y la histórica jornada del 17 de Octubre donde queda marcada a fuego la relación Perón-Trabajadores, el conflicto con los partidos opositores iría “in crescendo”.

Luego del malabarismo de medidas y conseciones que realizó para mantener unida la coalición que armó poco tiempo antes de las elecciones, el peronismo en el poder contaba con el respaldo de las FFAA, la iglesia y de amplios sectores populares. A esto hay que sumarle la favorable coyuntura económica a final de la guerra para Argentina. A pesar de todas estas ventajas, Perón y su Gabinete fueron por más y se propusieron reforzar el régimen mediante el control burocrático. Para ello, como primera medida, inició juicio político a los miembros de la Suprema Corte de Justicia que se habían resistido las reformas laborales impulsadas por el Coronel anteriormente, para posteriormente destituirlos con el objetivo de purgar el Poder Judicial. El peronismo desde su primer presidencia empezaba a mostrar su objetivo hegemónico y autoritario en el campo político, exigiendo lealtad a su líder como método de condena a la disidencia; además de un intento de perpetuarse en el mando estatal con la Reforma Constitucional del 49, donde introdujo, además de derechos sociales, la supresión del colegio electoral y la propiedad estatal de los recursos energéticos, la posibilidad de reelección inmediata.

Para la reelección del 51, en las que Perón-Quijano se imponen aplastantemente a la fórmula Balbín-Frondizi, instrucciones presidenciales hicieron que el Congreso sancionara una nueva Ley Electoral bajo la cual se modificaron arbitrariamente a conveniencia del régimen los límites de las circunscripciones bajo la cual el oficialismo se hizo de todas las bancas menos 14, que quedaron en manos de la oposición. En la Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, esta nueva distribución hizo que, a pesar de que el radicalismo sacase el 42% y el peronismo el 53%, estos últimos obtuviesen 23 bancas contra 5 de los primeros. A estas medidas hay que sumar la prohibición del acceso a los medios afines al justicialismo (ampliamente dominantes) a la oposición política, así como la persecución y encarcelamiento a intentos de independencia en muchos casos .

El sesgo autoritarista del peronismo dejaba en segundo plano su propio poder de oferta política al electorado, que parecía ser ya suficiente con la consolidación de Eva Duarte como puente entre Perón y los humildes; para entrar en el terreno de la manipulación electoral y el entorpecimiento del pluralismo político, despojando a la oposición de recursos válidos para la competencia en situación de paridad. De todas maneras, esta tendencia no llevó nunca a la supresión de las elecciones porque Perón sabía de la importancia de la legitimidad y además por el compromiso adquirido con la jerarquía militar.

Bajo este clima empieza a tomar forma el antiperonismo, que ya no solo provenía de los sectores conservadores que se horrorizaban por lo que consideraban un fenómeno “advenedizo”, inmoral y ofensivo a lo tradicional y lo republicano; sino también para sectores demócratas, universitarios y de izquierda (que de todas maneras nunca suscribieron al fenómeno peronista).

En las regiones más atrasadas y menos pobladas la oposición política resistió de manera más eficaz, pero el peronismo, con la bandera de la justicia social y las restricciones a disidentes, provocó fracturas en todo el arco opositor. Para la izquierda, Socialistas y Comunistas, fue un golpe aniquilador la perdida de electorado y deserción al Partido Laborista (luego diluido). Buena parte de los Comunistas reconocían que el peronismo tenía llegada a los trabajadores. Eran ambiguos, críticos, pero de reconocer. Esta actitud, si bien sin mayores réditos, los dejó mejor parados luego del 55 que a los Socialistas, quienes quedaron apegados al discurso nazi-peronista de la II Guerra Mundial perdiendo casi todo su peso político. Muchos jefes del conservadurismo terminaron en el frente peronista, que también dividió al radicalismo. El claro ejemplo es la UCR-Junta Renovadora que formó parte de la coalición que ganó las primeras elecciones, y la UCR Intransigente que fueron más críticos de la Unión Democrática y rescataron la inteligencia de Perón (como Frondizi), a diferencia de los Unionistas que tenían un rechazo más enérgico por él.

El creciente autoritarismo anteriormente descrito lleva a la polarización político-social a la disyuntiva “peronismo-antiperonismo”, esta disputa excede la lucha de clases misma, un compañero obrero podía ser “gorila” si era “contra”. Excede también la crisis económica posterior a los tiempos de bonanza, la cual ya había sido superada por más que muchos antiperonistas la hubieran presentado como excusa a lo que venía.

A la muerte de “Evita” y la “intentona de Menéndez” (fácilmente sofocada), se le suma exacerbando la efervescencia del clima imperante, la ruptura interna del frente peronista con parte de las FFAA (especialmente la Marina) y la Iglesia, grandes artífices junto con buena parte de la oposición política, para la irrupción de la “Revolución Libertadora” que derroca

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