Los Mitos De Origen Que Un Pueblo Guarda Son La Justificación Que El Hombre Necesita Para Pertenecer A Un Grupo Determinado, De Esta Forma La Historia Se Va Escribiendo Para Comunicar Un Pasado Común.
Enviado por guadalupehzm • 8 de Octubre de 2014 • 1.392 Palabras (6 Páginas) • 596 Visitas
Los mexicas no difieren de los demás y plasman sus leyendas y tradiciones en manuscritos "pintados", mejor conocidos como códices. Para fundamentar su posición, ya como tenochcas poderosos, tienen que adornar su pasado haciéndolo prestigioso e inclusive queman sus antiguos documentos para editar su historia (Izcoatl, 1427-1440), rompen con sus orígenes bárbaros y sin gloria, y visten a sus antepasados con honores y privilegios. Los registros pictográficos que a partir de allí se realizan tienen la finalidad de dar una identidad social al pueblo.
De esta manera, los mexicas se pintan a si mismos como guías y precursores de la idea de emigrar hacia tierras sureñas. Con el pretexto del mandato de su dios Huitzilopochtli, emprenden un largo viaje, y junto con otras tribus salen de su tierra natal, hacia la tierra prometida, donde serán soberanos y amos del mundo.
La "Tira de la Peregrinación', también llamada "Códice Boturini" o "Tira del Museo" es uno de los documentos antiguos más conocidos de la cultura náhuatl, que justifica el asentamiento de los mexicas en el Valle de México, con gran elegancia recupera creencias originarias y ancestrales. Fechado como colonial temprano se le llama "Tira" por su formato alargado y doblado en forma de biombo que marca 21 páginas y media de tamaños desiguales; y "de la Peregrinación" por su temática acerca del arduo recorrido de los grupos nahuas-chichimecas desde su tierra de origen.
Ya que el documento perteneció originalmente a la colección del italiano Lorenzo Boturini Benaducci (1702-1751), la "pintura" adquirió el nombre de "Códice Boturini".
El relato es fluido gracias a su ritmo sincopado, comenzando en la primera página con la representación de la legendaria Aztlán vestida de gloria como lugar sagrado de origen, el tlacuilo representa el islote bordeado de agua, las seis casas que simbolizan los barrios o sectores del sitio y una pirámide central con el glifo caña de agua (Aacatl), refiriéndose probable- mente al jefe principal o dios patrono de la localidad. Los gobernantes sentados, la mujer llamada Chimalma (la del escudo) y el hombre, observan al personaje que valerosamente cruza en canoa el espacio acuoso y ya en terreno firme sus pisadas marcan el rumbo al cual se dirige, llegando a Teoculhuacan (cerro sagrado que tiene una joroba) donde ha nacido o donde habita el dios Huitzilopochtli (colibrí zurdo o del Sur). El dios con máscara de colibrí asoma la cabeza a través del follaje que decora una cueva dentro del cerro, de su boca surge el canto precioso, discurso de exhortación para emprender un largo viaje. El documento, escueto en imágenes, representa un mito mencionando en forma sutil el evento, el observador debe recrear mental o verbalmente la imagen completa y aunque la historia va adquiriendo poder, el quehacer humano nunca se separa por completo de la leyenda.
Las tribus se organizan y alineadas en vertical, cada casa indica una tribu, cada glifo muestra un nombre, y cada personaje sentado al frente es el jefe responsable de su grupo. De sus bocas, el elemento curvo nos remite al aliento divino, ellos tienen el poder del discurso hablado con el que logran hacer ejecutar el mandato del dios.
Al pasar por un paraje, los peregrinos construyen un templo para su dios Huitzilopochtli, se concentran alrededor del chiquihuite y disfrutan de un refrigerio; el árbol frondoso a la sombra del cual se han refugiado se quiebra y cae estrepitosamente, dotado de brazos y manos transmite el enojo del colibri zurdo, quien encolerizado ordena a las tribus separarse. El supremo mandatario Aacatl (caña de agua) transmite la noticia al jefe de los acolhua quien llorando se despide. Los demás jefes de las tribus lloran su desdicha alrededor de Huitzilopochtli, se niegan a cambiar de rumbo e imploran que los dejen seguir el mismo camino que los aztecas (Chimalpahin, 1982: Quinta relación).
Los cuatro teomamas recogen sus pertenencias sagradas y muestran el camino con sus huellas hasta que se detienen al ver que el sol, representado por un águila, lleva en sus garras el átlatl o lanza dardos que le obsequiará al jefe náhuatl quien a su vez asume la responsabilidad de obtener sangre y corazones para alimentar a los dioses, adquiriendo a partir de aquí el nombre de mexicas. El supremo sacerdote Acatl procede
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