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EL HOMBRE NECESITA DE DIOS ?


Enviado por   •  16 de Octubre de 2012  •  444 Palabras (2 Páginas)  •  773 Visitas

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SACIAR EL HAMBRE

La existencia humana se ve atravesada y signada por la tensión entre el hambre de trascendencia y la experiencia de la propia limitación. La persona humana descubre un dinamismo que brota de su naturaleza más profunda y que la lleva a aspirar a la plenitud de la realización. Nada de lo que el mundo le ofrece al ser humano parece saciarlo plenamente, nada de lo que puebla la tierra es capaz de aliviar auténticamente sus anhelos más profundos, pues su naturaleza trascendente reclama el horizonte sobrenatural que sólo Dios le puede ofrecer. Se constata así la profundidad de las palabras de San Agustín que reclaman la santidad: "Nos creaste para Ti y nuestro corazón andará siempre inquieto mientras no descanse en Ti" (Confesiones I, 1, 1).

EL DESEO DE SANTIDAD

No se debe confundir el deseo de santidad -ejercicio de virtud consciente y voluntario de cooperación con la gracia- con el hambre de Dios que habita en el hombre como huella inscrita en su propia naturaleza y que puede ser traicionado si se trata de saciar con meros sucedáneos.

El pecado origina la ruptura y el desorden en la interioridad del hombre. Por ello, si no se es consecuente con los dinamismos auténticos, saliendo al encuentro de la gracia derramada en nuestros corazones, los anhelos humanos más profundos pueden verse tristemente frustrados.

El deseo de santidad no es otra cosa que la adhesión cordial y profunda al Señor Jesús. Pero es más que un simple querer; se trata de orientar toda la fuerza vital de la persona no hacia algo, sino hacia el encuentro con Alguien. Se sitúa de lleno en la fe del corazón, centro de la existencia misma.

El deseo de santidad debe ser entendido como un camino hacia un encuentro. Aunque no sea necesariamente un amor ya realizado, sí se puede comprender como el deseo de amar, el querer. Consiste en un aprendizaje de amor. En la medida en que se va conociendo se va amando más y el mismo amor va llevando a conocer mejor.

En ese sentido el amor humano por otra persona nos ilustra. Si bien, al inicio de una relación humana no hay conocimiento pleno de la otra persona, existe un deseo de conocer más para poder amar más, ya que nadie ama aquello que no conoce.

Sin embargo, para poder seguir al Señor Jesús, no basta conocerlo, ni siquiera basta experimentar su amor, es necesario que desde la propia libertad la persona opte consciente y radicalmente -desde su raíz más profunda- por responder al amor de Dios que nos invita a la plenitud. El joven rico del Evangelio es un triste caso de aquel que conoce, sabe y no quiere querer.

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