Mascaras Mexicanas
Enviado por tony71 • 5 de Febrero de 2013 • 566 Palabras (3 Páginas) • 651 Visitas
En el segundo capítulo, Paz, habla sobre el machismo y diferentes facetas que vive el mexicano a lo largo de su vida, la cual denomina “Máscaras mexicanas”. Se refiere a la variedad de mascaras que el mexicano utiliza en la vida para protegerse para que no le hagan daño, y no sólo de los hombres, sino también de las mujeres, las cuales portan una máscara que a los demás les conviene ver.
Tanto es el miedo a que el mexicano se abra al exterior, que nos ocultamos en el lenguaje: “El lenguaje popular refleja hasta que punto nos defendemos del exterior; la idea de la “hombría” consiste en no rajarse” pp.33
En el mexicano, abrirse es muestra de una debilidad, de humillarse, de “rajarse”, pero el no hacerlo es “permitir que el mundo exterior penetre en su intimidad” pp.33.
Los mexicanos consideran a la mujer, como un mero instrumento de los deseos del hombre, de los fines de la ley o la sociedad. Solo participa de manera pasiva en las decisiones y la vida en general. “Prostituta, diosa, gran señora, amante, la mujer transmite o conserva, pero no crea, los valores y energías que le confían la naturaleza o la sociedad” pp. 39.
“El mexicano, siempre está plantado en su arisca soledad, espinoso y cortés a un tiempo, todo le sirve para defenderse: el silencio y la palabra, la cortesía y el desprecio, la ironía y la resignación. Tan celoso de su intimidad, como de la ajena. Aún en la disputa prefiere la expresión velada a la injuria: ´al buen entendedor pocas palabras´. En suma, entre la realidad y su persona se establece una muralla, no por invisible menos infranqueable, de impasibilidad y lejanía. El mexicano siempre está lejos, lejos del mundo y de los demás. Lejos, también, de sí mismo”. pp. 32
Simular es igual a inventar o, mejor, aparentar y así eludir la condición en la que vive. El que disimula no representa, sino que quiere hacerse invisible, pasar inadvertido, sin renunciar a su ser.
En un ejemplo de simular o querer pasar inadvertido, Octavio Paz recuerda una vez, que oyó un leve ruido en el cuarto vecino al suyo y pregunto en voz alta: ¿Quién anda ahí?, y la voz de una criada, contestó: “No es nadie, señor soy yo”.
“No solo nos disimulamos a nosotros mismos y nos hacemos transparentes y fantasmales; también disimulamos la existencia de nuestros semejantes” pp. 49.
La nada de pronto se vuelve un sustantivo propio, se hace un ser y a la vez se convierte en ninguno: “Don Nadie, padre español de Ninguno, posee don, vientre, honra, cuenta en el banco y habla con voz fuerte y segura” pp. 49.
En ese talante, “Nadie” no existe, simplemente se disimula la existencia, se obra y se actúa como si no existiera. Lo nulificamos, lo “ninguneamos”. Y si todos somos ninguno, no existe ninguno de nosotros. El círculo se cierra y la sombra de Ninguno se extiende sobre México.
Hasta qué punto
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