Mascaras Mexicanas

MASCARAS MEXICANAS

En este capítulo el autor analiza nuestra sociedad mexicana y habla sobre los rasgos heredados de temperamento o carácter con los que se identifica el mexicano. Además llega a la conclusión de que el mexicano se vuelve un ser solitario e individualista.

El autor muestra la soledad a la que el mexicano se somete sin proponérselo. De acuerdo con Octavio Paz, el mexicano desconfía de sus capacidades, se avergüenza de su origen, tiene un hábito de mentir, de disimular, se reprime y es muy consciente de su apariencia. Todo esto lo lleva a ponerse dos máscaras: una es la que muestra al mundo y la otra es su yo verdadero y es en esta parte donde el ser auténtico está solo porque, como dice el autor, no se “abre”, no quiere que nadie traspase su mundo privado, prefiere aparentar.

El mexicano usa máscaras para proteger su intimidad, no le interesa la ajena y por lo tanto, el círculo de la soledad se vuelve a cerrar. La manera instintiva en la que considera peligroso a todo lo que representa lo exterior, tiene su razón histórica, donde las derrotas, las ha sufrido con dignidad y por lo tanto no carece de grandeza. Habla también sobre pensamientos muy particulares del mexicano que siempre está presente en todos los aspectos de su vida, en el lenguaje popular por ejemplo, hombría, dice Octavio Paz, es ser “macho”. Éste es un ser impenetrable, encerrado en sí mismo, capaz de guardarse y guardar lo que se le confía. Es decir, prefiere encerrarse en su propia soledad, en ese “laberinto”. El no abrirse y confiar en los demás, escribe el autor, es un ideal muy arraigado en la cultura mexicana. En el momento en que este confía y renuncia a su soledad, pasa a llamarse “rajado” o en otras palabras, renuncia a su hombría, a ese “machismo”

Otro aspecto que nombra el autor es en el que la influencia de este pensamiento es inevitable en sus relaciones con el mundo femenino. La mujer, en México, dice Octavio Paz, “siempre está a la espera de lo que el hombre diga”, “es el reflejo de la voluntad y querer masculinos”, “es el producto de la vanidad del hombre heredada de los españoles”. Es “un ser oscuro, secreto y pasivo, no se le atribuyen malos instintos: se pretende que ni siquiera los tiene”. O sea que el mexicano disimula, aparenta no ver nada y hace de cuenta como que no están ahí, pero también hace una comparación ya que dice que en otros países se festeja abiertamente a la mujer en comparación con nosotros los mexicanos, que prefieren ocultar las gracias y virtudes de sus mujeres. Pero, ante la vida social, sus mujeres son diosas, señoras.

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