“Mein Kampf” de Adolfo Hitler
Enviado por bigpapa056 • 17 de Abril de 2013 • Reseña • 1.218 Palabras (5 Páginas) • 440 Visitas
“MI LUCHA” (“Mein Kampf”), de Adolfo Hitler, es un libro de palpitante actualidad y sin duda una de las obras de
política más sensacionales que se conoce en la postguerra. Circula por el mundo traducido a ocho idiomas diferentes y
hace tiempo que la edición alemana ha alcanzado una cifra de millones.
Si hasta antes del 30 de enero de 1933, fecha en que Hitler asumió el gobierno del Reich, se consideraba a “Mein
Kampf” como el catecismo del movimiento nacionalsocialista, en la larga lucha que éste sostuviera para llegar a
imponerse, ahora que Alemania está saturada de la ideología hitleriana, bien se podría afirmar que “Mein Kampf”
constituye la carta magna por excelencia de este poderoso Estado que, en el corazón de Europa, rige hoy el conjunto
armónico de la vida de un gran pueblo de 67 millones de habitantes.
El carácter de autobiografía que tiene la obra, aumenta su interés, perfilando, a través de hechos realmente vividos, la
recia personalidad del hombre a quién sus conciudadanos han consagrado con el nombre único de FÜHRER.
En las páginas de “Mi Lucha”, el lector encontrará enunciados todos los problemas fundamentales que afectan a la
Nación Alemana y cuya solución viene abordando sistemáticamente el gobierno nacionalsocialista. Quien juzgue sin
ofuscamientos doctrinarios la obra renovadora del Tercer Reich, habrá de convenir en que Hitler fue dueño de la
verdad de su causa al impulsar un vigoroso movimiento de exaltación nacional llamado a aniquilar el marxismo que
estaba devorando el alma popular de Alemania. El nacionalsocialismo llegó al gobierno por medios legales, fiel a la
norma que Hitler proclamara desde la oposición: “El camino del Poder nos lo señala la ley”. Bien ganado tiene por eso
el galardón de haber batido en trece años de lucha a sus adversarios políticos en el campo de las lides democráticas.
El socialismo nacional que practica el actual régimen en Alemania, revela, en hechos tangibles, la acción del Estado a
favor de las clases desvalidas; es un socialismo realista y humano, fundado en la moral del trabajo, que nada tiene en
común con la vonciglería del marxismo internacional que explota en el mundo la miseria de las masas. Hitler, que
nación en esfera modesta y forjó su personalidad en la experiencia de una vida de lucha y de privaciones, sabe que
dentro de la estructura de un pueblo y de su economía no caben preferencias odiosas, sino un espíritu de mutua
comprensión y de justa valoración del rol de cada uno y de su esfuerzo en el conjunto de la nacionalidad. La ideología
hitleriana, en este orden, es una elevada ética, porque busca en el individuo la ponderación del mérito por el trabajo.
El campesino y el obrero, así como el trabajador mental, todos tienen su lugar y ni a uno ni a otro puede
menospreciárseles, como factores eficientes de la colectividad que integran. El Estado nacionalsocialista no es
dictadura del proletariado ni puede serlo, puesto que repudia los privilegios.
Uno de los órganos representativos de la prensa inglesa – el “Daily Mail” – editorializaba hace poco sobre la situación
de la nueva Alemania en los siguientes términos: “El gobierno de Hitler promete ser el más duradero de cuantos haya
visto Alemania y Europa mismo. En él nada hay inestable como ocurre en el gobierno de los países de régimen
parlamentario, donde un partido intriga contra el otro y donde el Premier no representa sino una parte de la nación
dividida. Hitler ha probado no ser un demagogo, sino un estadista y un verdadero reformador. Europa no deberá
olvidar que gracias a él fue rechazado de una vez para todas el comunismo, que con su horda sangrienta amenazaba
en 1932 avasallar a todo el Continente. Que los críticos digan lo que quieran, pero no podrán negar que el gobierno
nacionalsocialista ha llevado a la práctica muchas de las ideas de Platón y que lo anima una pasión
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