Mexico Mutilado

Aún cuando el autor tiene claridad sobre la realidad nacional de estos momentos, es clara una melancólica loa hacia el pueblo mexicano: pueblo engañado, seducido por los más viles intereses, adormecido hasta el grado de no tener rumbo ni esperanza, traicionado por la misma Iglesia católica, para la cual no tiene Martín Moreno más que desdeños y arrogantes ironías. Pero, si vamos un poco más allá del sentimiento nacionalista, si volvemos la cara a ese pueblo miserable que dejó entrar en once ocasiones al Benemérito, al Instrumento de Dios, como llamaban a Santa Anna, al Palacio de Gobierno, a la silla presidencial; si nos detenemos a observar y corroborar tantos “trozos” de México: el del sur contra el norte, el costero contra el del bajío, el criollo contra el indígena, etcétera, quizá podamos ver que, si bien un Estado rige sobre un territorio bajo una constitución malhecha y contradictoria, dictada hace ya casi un siglo, observamos, dentro de un estado no hay unidad y se forman grupos que luchan por intereses propios. Esta realidad era más clara en tiempos de Santa Anna. Y así es que se percibe un país dividido que expresa mucho mejor la realidad que se vivió. México no defendió como nación los territorios arrebatados por Estados Unidos. Nunca hubo una actuación en conjunto, solidaria y patriótica, sino brotes de odio y desprecio contra la nación americana. Paralelamente a la guerra contra Estados Unidos, en México se vivía una lucha de poderes entre Paredes, Santa Anna, Gómez Farías, José Mariano Salas y muchos otros, que se disputaban la gloria del banco presidencial haciendo caso omiso a la situación nacional. Un aspecto que es importante recalcar es la apatía del pueblo para defender su territorio y que fue condición para la pérdida y, en segundo, y como consecuencia, además de una actitud de desinterés, es decir parece que que la gente parece no importarle la situación y en cambio tiene una actitud que intenta evadir la realidad desviando la mirada, ocultándola con una mano mientras, por el otro lado se hace daño. Con esto me refiero a la famosa frase “el que no conoce su historia esta condenado a repetirla”. Y es que la historia, según muchos expertos, no sirve de nada si no la sabemos aplicar a nuestros días pues, de lo contrario, se convierte en un academicismo nostálgico que desempolva recuerdos para crear anticuarios. Si algo podemos aprender de esta fracción de la historia mexicana, me parece que es esa desunión y falta de comunión en el pueblo mexicano que, no podemos negarlo, fue culpable de la pérdida de la mitad del territorio. Sólo desde una perspectiva sociológica que entienda la raíz de la indiferencia mexicana ante el dolor y la injusticia podemos aprender algo de estos conflictos, sólo así podremos ir tras un México unido, pensante y patriota.

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