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Monografia


Enviado por   •  7 de Noviembre de 2012  •  1.968 Palabras (8 Páginas)  •  396 Visitas

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Álvaro Obregón

(Siquisava, Sonora, 1880 - San Ángel, México, 1928) Revolucionario mexicano que alcanzó la presidencia de la República. Al general Álvaro Obregón corresponde gran parte del mérito de haber acabado con la violencia revolucionaria que conmovió la vida de México durante diez dramáticos años.

Después de destacar como uno de los más hábiles estrategas en el campo de batalla, cuando ocupó la Presidencia del país se mostró como un político inteligente y enérgico, iniciando la institucionalización de las conquistas sociales postuladas por la Revolución y logrando importantes avances en política exterior.

Hijo de Francisco Obregón, un modesto agricultor, y de Cenobia Salido, desde muy pequeño se familiarizó con las faenas del campo, tareas que alternó con sus estudios primarios. Acabados éstos y ya adolescente, trabajó en una hacienda de Huatabampo durante unos años. Al cumplir los dieciocho de edad entró a trabajar en un ingenio de Novolato, en el Estado de Sinaloa, donde permaneció muy poco tiempo, antes de volver a los trabajos agrícolas.

Álvaro se mostró siempre como un muchacho trabajador e inteligente, dotado de una gran personalidad. En 1903, a los veintitrés años, casó con Refugio Urrea, y dos años más tarde adquirió un pequeño rancho a orillas del río Mayo. Los años siguientes fueron esforzados y también dolorosos, ya que su esposa, que le había dado dos hijos -Humberto y Refugio-, murió. Si bien Álvaro era un hombre hecho para el sacrificio, no lo era sin embargo para el dolor, y el 2 de marzo de 1910 contrajo nuevo matrimonio con María Tapia, una hermosa mujer que le daría siete hijos más.

Poco después de producirse el triunfo de la revolución maderista, Obregón fue elegido presidente municipal de Huatabampo y, en 1912, bajo el mando del general Agustín Sanginés, luchó contra el general Pascual Orozco, en Chihuahua, con el grado de teniente coronel. El agricultor había decidido canjear el arado por las armas.

Desde sus primeras acciones militares, Álvaro Obregón demostró gran talento como estratega, lo que le dio considerable prestigio dentro del ejército. Así, en febrero de 1913, al ocupar Victoriano Huerta el poder, tomó partido por José María Maytorena y, reconociendo como jefe de la Revolución a Venustiano Carranza, combatió en el bando constitucionalista. En una serie de eficaces golpes y planificadas batallas derrotó a los federales del norte del país, asegurando con ello un amplio territorio fronterizo con Estados Unidos.

Nombrado jefe del Cuerpo de Ejército del Noroeste, el ya general Obregón invadió Sinaloa y tomó Culiacán en noviembre de 1913. Después de un intensivo entrenamiento de sus tropas y de que se repararan las líneas ferroviarias, que le aseguraban el transporte para la nueva campaña, Obregón marchó hacia el sur, sitió Mazatlán y continuó su avance hacia Jalisco. Con una serie de sorprendentes movimientos tácticos infligió a los huertistas dos espectaculares derrotas en Orendáin y El Castillo y, poco después, tomó Guadalajara.

Tras firmar con Eduardo Iturbide, el 10 de agosto de 1914, los acuerdos de Teoloyucan, que establecían la entrada del Ejército Constitucionalista en la capital y las condiciones de rendición y disolución del Ejército Huertista, Obregón entró en Ciudad de México. Carranza ocupó la Presidencia, pero Pancho Villa y Emiliano Zapata lo rechazaron.

El general Obregón intentó en vano dialogar con Villa para resolver la conflictiva situación, pero el caudillo del norte logró apresarlo y estuvo, incluso, a punto de fusilarlo. Una vez concluida la convención de Aguascalientes, en octubre de 1914, y de que Pancho Villa y Emiliano Zapata entraran en la capital, Álvaro Obregón siguió a Carranza en calidad de jefe del Ejército de Operaciones.

John Pershing, Pancho Villa y Álvaro Obregón (1914)

Después de derrotar a las tropas de Emiliano Zapata entró nuevamente en México y, en un gesto que ejemplificaba su decisión de acabar con las insurrecciones, se dejó crecer la barba y anunció que no se la quitaría hasta no acabar definitivamente con Pancho Villa. Obregón cumplió con su promesa tras vencer a los villistas en cuatro importantes batallas que tuvieron lugar en 1915. Los dos enfrentamientos de Celaya, ocurridos en abril, la batalla de Silao y León, en la que perdió un brazo, entre el 1 y el 5 de junio, y la librada en las proximidades de Aguascalientes, entre el 6 y el 10 de julio, fueron todas modelos de planificación táctica y estratégica.

Pero más que su triunfo militar sobre las huestes del Centauro del Norte, lo que realmente consolidó la posición de Obregón y proyectó su figura como caudillo nacional fue la victoria política que obtuvo al decretar una ley de salarios mínimos en varios estados norteños.

Tras sus fulgurantes éxitos militares y la pacificación del norte del país, donde logró reducir el poderío de Pancho Villa a meras acciones guerrilleras, el general Obregón ocupó, entre marzo de 1916 y mayo de 1917, la Secretaría de Guerra y Marina. Durante ese año debió enfrentar una crisis con Estados Unidos, provocada por las incursiones de Villa en el territorio de ese país, sobre todo a raíz del asalto a la localidad norteamericana de Columbus. También en ese período fundó la Academia de Estado Mayor y la Escuela Médico Militar.

Con la sanción de la Constitución de 1917, Obregón consideró que la etapa militar de la Revolución había acabado y que la República ya contaba con un instrumento fundamental para su reorganización. Se retiró entonces a su hacienda de Navojoa. Durante algo más de un año, este hombre corpulento, de rostro redondo, frente despejada, bigote rotundo y mirada penetrante, dedicó su tiempo a las tareas agrícolas y a instrumentar los medios para obtener mejores beneficios de los productos del campo. Con tal fin creó en Navojoa la Agencia Comercial y la Liga Garbancera. Pero Obregón seguía atento a lo que sucedía en el país y, al ver que las conquistas revolucionarias no sólo no se profundizaban sino que corrían peligro de ser destruidas por los conservadores, decidió aceptar su candidatura a la Presidencia de la República en las elecciones de 1920.

Aunque toda la clase dirigente conocía sus razones, el 1 de junio de 1919 las explicó al pueblo en un memorable manifiesto: "Muchos de los hombres de más alto relieve dentro del orden militar y del orden civil han

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