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alejobsas2012Tesis17 de Mayo de 2015

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s asteroides forman parte de los denominados cuerpos menores del Sistema Solar, junto con los satélites y los cometas. El primero de ellos, Ceres, fue descubierto por el astrónomo italiano Giuseppe Piazzi a principios del siglo XIX. Su descubrimiento no se debió a la casualidad, sino a los intentos de los astrónomos de la época por encontrar el astro desconocido (el famoso Planeta X) que presuntamente debía orbitar entre Marte y Júpiter según lo predicho por la ley de Titius-Bode. Puesto que pronto se descubrió que Ceres era demasiado pequeño para ser considerado como un planeta —en agosto de 2006 se le recalificó como planeta enano—, se siguió rastreando esta zona del espacio, no hallándose el escurridizo e inexistente astro pero sí nuevos asteroides: Palas, Juno, Vesta y muchos otros. En la actualidad (diciembre de 2011) hay catalogados más de trescientos diez mil objetos de este tipo y se conocen muchos más, ya descubiertos, que están a la espera de su catalogación definitiva, incrementándose continuamente su número. Los astrónomos calculan que debe de existir una gran cantidad de asteroides (centenares de miles) que todavía no han sido descubiertos a causa de su pequeño tamaño.

En contra de la creencia popular (y totalmente errónea) de que los asteroides pudieran ser los restos de un planeta destruido por una hipotética catástrofe cósmica, estos cuerpos son los residuos del primitivo Sistema Solar, formado en principio por una infinidad de planetésimos (pequeños objetos) que, al contrario que el resto de estos cuerpos, no llegaron a agregarse formando planetas o satélites, probablemente debido a las perturbaciones gravitatorias de los planetas vecinos. Serían, pues, el material sobrante de la construcción del Sistema Solar.

La mayor parte de los asteroides orbitan entre Marte y Júpiter, en el por ello denominado cinturón de asteroides, aunque no están distribuidos uniformemente sino formando familias (Hungarias, Floras, Phocaea, Koronis, Eos, Themis, Cibeles y Hildas) las cuales toman su nombre del primer asteroide descubierto del grupo. Entre las órbitas de las diferentes familias existen espacios vacíos, producidos por las perturbaciones gravitatorias de los planetas vecinos, conocidos con el nombre de Lagunas de Kirkwood. Algunos de estos grupos presentan características orbitales peculiares tal como ocurre con los Hildas, de los que están catalogados más de 400, los cuales presentan una resonancia orbital de tipo 3:2 con Júpiter.

Muchos otros asteroides, por el contrario, forman parte de grupos con trayectorias orbitales distintas, pudiéndoselos dividir en dos grandes grupos, los que se encuentran en el interior de la órbita de Marte y los que discurren más allá de la de Júpiter. Un caso particular lo constituyen los asteroides troyanos, llamados así por recibir sus nombres de personajes de la Ilíada, que comparten órbita con Júpiter precediéndolo o siguiéndolo a 60 grados de distancia, es decir, en los puntos de Lagrange L4 y L5. En la actualidad se conocen unos 5.000 troyanos de Júpiter, a lo que hay que sumar un troyano de la Tierra descubierto en 2010, tres troyanos de Marte, uno de los cuales ha sido bautizado con el nombre de Eureka, y ocho de Neptuno. Curiosamente no se conocen troyanos del resto de los planetas del Sistema Solar, lo que no quiere decir que no se puedan descubrir en un futuro.

Los asteroides internos, denominados NEO —iniciales del término inglés Near Earth Objects, Objetos cercanos a la Tierra —, han sido clasificados en cuatro grupos distintos dependiendo de las características de sus respectivas órbitas. El grupo de asteroides Atón, formado por cerca de 700 cuerpos, describe órbitas interiores a la de la Tierra, aunque en su afelio pueden llegar a cruzarse con ésta. Los asteroides Apolo —unos 4.200— discurren por el exterior de la órbita terrestre, aunque al encontrarse su perihelio a distancias inferiores a una unidad astronómica pueden llegar a cruzarse con ésta. Los 3.500 del grupo Amor, por último orbitan entre la Tierra y Marte y, aunque no llegan a cruzarse en ningún momento con nuestro planeta, sí pueden intersectar la órbita de Marte. La cuarta familia de asteroides cercanos a la Tierra, los Apohele, no ha sido definida sino hasta fechas muy recientes —en 2003—, siendo su característica particular que la totalidad de su órbita discurre por el interior de la terrestre sin llegar a rebasarla en ningún momento, a diferencia de los Atón; dado lo reciente de su descubrimiento, tan sólo se han confirmado hasta ahora una decena de asteroides de este tipo. Se especula asimismo con la existencia de un grupo más, los Vulcanoides, que al igual que el inexistente planeta Vulcano se desplazarían por el interior de la órbita de Mercurio, pero hasta el momento no ha sido descubierto ninguno.

Los asteroides externos se clasifican asimismo en varias categorías. El pequeño grupo de asteroides Centauros —unos 130—, de los cuales el más conocido es Quirón, sitúan sus órbitas entre las de Júpiter y Neptuno, mientras los aproximadamente 350 asteroides Hidalgo -por el de este mismo nombre—, pese a discurrir también por estas mismas regiones del Sistema Solar se adentran en el interior de éste todavía más que sus compañeros, atravesando la órbita de Júpiter e incluso, en ocasiones, también la de Marte. Un tercer grupo es el de los Damocloides, llamados así por ser Damocles su principal representante, del que tan sólo se conocen unos 40; sus trayectorias orbitales son similares a las de los Hidalgo, pero con unos valores mucho más elevados de excentricidad e inclinación orbital, lo que los convierte en unos auténticos vagabundos del Sistema Solar.

Las trayectorias de estos asteroides no son estables, por lo que podrían verse perturbadas al pasar por las cercanías de alguno de los planetas gigantes; de hecho, buena parte de los pequeños satélites exteriores de estos cuatro planetas presentan trayectorias orbitales que hacen pensar que pudiera tratarse de asteroides capturados. Tampoco está clara la naturaleza exacta de estos asteroides, ya que en realidad se trata de cuerpos intermedios entre los asteroides propiamente dichos y los cometas; cuando hace algunos años Quirón se aproximó al perihelio de su excéntrica órbita, se pudo apreciar la aparición de una tenue cabellera. Esto se debe al hecho de que gran parte de los cuerpos que orbitan en el Sistema Solar externo están compuestos mayoritariamente por hielo y por otras sustancias volátiles congeladas, como por ejemplo el amoníaco, las cuales subliman al acercarse estos cuerpos al Sol.

Por último, aquellos asteroides cuya órbita se halla más allá de la de Neptuno se denominan transneptunianos. Aunque estos objetos son conocidos desde época muy reciente (principios de los años noventa), en la actualidad están catalogados alrededor de 1.250, lo que parece indicar la existencia de un segundo cinturón de asteroides —denominado Cinturón de Kuiper — en las profundidades heladas que forman las fronteras del Sistema Solar entre las 30 y las 50 unidades astronómicas, calculándose que deben de existir alrededor de unos 70.000 mayores de 100 kilómetros de diámetro. Los transneptunianos conocidos hasta el momento son astros de considerable tamaño, del orden de los varios cientos de kilómetros de diámetro e incluso más de mil, siendo pues bastante mayores que sus homólogos del cinturón principal.

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Recreación artística de Sedna (NASA)

Tras la creación, en agosto de 2006, de la nueva categoría de los planetas enanos, han sido incluidos en este nuevo apartado, además de Plutón (por sus características físicas y orbitales un transneptuniano) y de Ceres, los transneptunianos Makemake y Haumea y el objeto del disco disperso —se denomina así a los cuerpos que orbitan más allá del Cinturón de Kuiper— Eris, de tamaño ligeramente superior, al que hasta hace poco fuera considerado el noveno planeta del Sistema Solar. Otros transneptunianos de gran tamaño están a la espera de ser catalogados como planetas enanos; es el caso de Sedna, Orco, Quaoar, Varuna, Ixión, Caos y varios más todavía sin nombre oficial, todos ellos con tamaños comprendidos entre los de Ceres y Plutón, y no es de descartar que en un futuro sean descubiertos otros de mayor tamaño.

Dependiendo de las características de su órbita los transneptunianos han sido clasificados en varios grupos diferentes (plutinos, cubewanos, twotinos, objetos del disco disperso...), aunque estas divisiones todavía son, en algunos casos, un tanto confusas. Los plutinos son aquellos situados a 39 unidades astronómicas, es decir, en la parte interna del Cinturón de Kuiper; al igual que sucede con Plutón, con el que comparten órbitas similares, sus períodos de traslación presentan una resonancia 3:2 con el de Neptuno, lo que los provee de una estabilidad orbital mayor que la de otros objetos del Cinturón de Kuiper. Los transneptunianos que orbitan a partir de 41 unidades astronómicas, sin resonancia orbital con Neptuno, han sido bautizados con el nombre de cubewanos. Más allá, en el borde exterior del Cinturón de Kuiper a unas 48 unidades astronómicas, están los twotinos, llamados así por presentar una resonancia orbital 2:1 con Neptuno.

Las órbitas de los objetos del disco disperso (Scattered Disk Objects), de los que hay identificados unos 200 en la actualidad, se sitúan más allá del Cinturón de Kuiper, adentrándose en ocasiones hasta la todavía más alejada Nube de Oort. Se cree que estos cuerpos fueron expulsados de la región de los transneptunianos por las perturbaciones gravitatorias, lo que ha movido a los astrónomos

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