No hay duda de que ésta es una manera "bienpensante" de pensar
Enviado por CristinaOjeda • 12 de Septiembre de 2014 • Informe • 396 Palabras (2 Páginas) • 341 Visitas
No hay duda de que ésta es una manera "bienpensante" de pensar. Una manera en
la que es, desde luego, fácil caer, si uno se queda en la extraordinaria sugestión que
provocan esos millones de personas que hoy, en los países occidentales, disfrutan de
bienes de consumo que les permiten una vida confortable, mientras quizá sus padres o
sus abuelos lucharon por conseguir un escueto nivel de subsistencia.
Es difícil sustraerse a este fenómeno, y ello quiere decir que la realidad de una
sociedad de consumo ha de ser extraída, indagando debajo de su superficie. Esto es: no
se trata de negar el hecho del consumo masivo; esto está a la vista, cada uno lo vivimos
en nuestra esfera individual. Pero lo "bienpensante" consiste en quedarse en la
externidad del fenómeno.
Gran parte de la cuestión consiste en saber "por qué" se consume, y "quién"
decide este consumo. Para el análisis "bienpensante" es el consumidor quien decide el
consumo. Y esto es evidente, sobre todo después de estudiar los manuales de economía
clásica. Para los economistas tradicionales el consumo es el objeto de la actividad
productiva, y por tanto un bien. Ellos no imaginaban que un día la gran masa tuviera
acceso a un nivel elevado de consumo, y ello, siguiendo vigente la estructura capitalista.
Pero es fácil deducir que, si hubieran previsto la posibilidad de este evento, lo hubieran
considerado un bien, un feliz acontecimiento, sin discusión posible1
.
El juicio sobre la sociedad de consumo está, por tanto, lleno de trampas. Tales
trampas proceden del hecho indiscutible de que hoy se consume -consume por encima
del nivel de subsistencia la gran mayoría de las poblaciones occidentales-, mientras no
hace tantos años el consumo era un privilegio, algo reservado a los poseedores de renta
o de beneficio de capital, mientras el trabajador, considerado hasta el final como costo
de producción, recibía una cantidad que correspondiera todo lo más -en lenguaje de
Marshall- a "su costo de producción y de preparación", es decir, como traduce
Galbraith, a "el coste de producir hijos"2
. Es fácil entonces concluir -llevados por la
apariencia del fenómeno que nos hipoteca a considerarlo como "bueno"- que lo que se
ha producido es una adecuación de la producción al consumo; que hoy el consumo
prima sobre la producción. E incluso concretar que ello ha tenido lugar como
consecuencia de los movimientos reivindicatorios de los trabajadores.
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