Ofrendas Prehispánicas
Enviado por BABBISGREY • 19 de Noviembre de 2012 • 1.015 Palabras (5 Páginas) • 821 Visitas
Para ofrendas, las prehispánicas
Acaban de pasar el día primero y dos de noviembre, en los cuales les rendimos culto a los que se nos han ido, el Día de Muertos. El olor a copal y cempasúchil abunda en los mercados, en las calles y en las casas; calaveritas de azúcar por todos lados, veladoras, papel picado y demás adornos que colocamos en nuestras ofrendas para dar la bienvenida a nuestros seres queridos que, desde algún lugar, nos siguen observando y siempre estarán con nosotros.
Pero los tiempos cambian y con el paso de los años, las tradiciones también. ¿Años? ¡Siglos, más bien! Y es que nuestros antepasados también rendían culto a sus muertos. Ofrendas, rituales y sacrificios eran el pan de cada día de los mexicas y junto con esto, celebraciones en grande, pues ellos, no le temían a la muerte.
Pero la muerte en la cultura mexica, como en la mayoría de las culturas Mesoamericanas, no representa el final de la vida, sino el inicio del camino a una nueva forma de existir junto a los dioses.
Más que el hecho de morir, importa más lo que sigue al morir. Y es ese otro mundo sobre el que hacemos representaciones, costumbres y tradiciones, pues ante el camino desconocido que la muerte nos señala, sólo es posible imaginarla con símbolos.
Aunque consideraban que el ciclo de la vida culminaba con la muerte, consideraban también que esta última era sólo un paso más en la existencia, por ello debían realizar algunas ceremonias.
Los habitantes de Mesoamérica creían que después de morir, continuarían viviendo en otro modo. Los muertos eran enterrados con toda clase de objetos que pudieran serles útiles en su viaje a Mictlán. La fiesta de muertos está vinculada con el calendario agrícola prehispánico, porque es la única fiesta que se celebraba cuando iniciaba la recolección o cosecha.
La existencia en el más allá era de acuerdo con la forma de su fallecimiento, no a la conducta observada en la vida.
El Tlalocan o lugar de Tlaloc; considerado como el paraíso del dios de la lluvia. Estaba reserado para aquellos que morían en circunstancias o fenómenos relacionados con el agua (los ahogados, los fulminados por un rayo, resfríos, lepra, pulmonía, etc.) El lugar era una suerte de paraíso terrenal donde les recibía Tlaloc. En ese lugar pasaban la eternidad cazando mariposas, disfrutaban nadando y comiendo deliciosos frutos o jugando pelota. Ahí reinaba un verano eterno.
Con Huitzilopochtli, el dios de la guerra, llegaban sólo quienes morían en combate, los cautivos que eran sacrificados, las mujeres que morían al dar a luz y los comerciantes que habían perecido en las expediciones mercantiles. Llegaban a la casa del sol Ichan Tonatiuh Ilhuícatl (“el cielo que es la orada del Sol”). Morir peleando era para los aztecas la mejor muerte, una muerte deseada, pues ella otorgaba la posibilidad de acompañar al sol en su diario nacimiento y trascender como pájaros.
El tercer destino de los muertos era el Mictlán o lugar de los muertos, ubicado en las profundidades de la tierra, reservado para los no clasificados o para quienes morían naturalmente. Era
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