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Orfeo Y Euridice


Enviado por   •  31 de Marzo de 2015  •  794 Palabras (4 Páginas)  •  235 Visitas

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En tiempos antiguos, había un rey de Tracia llamado Eagro. Como las mujeres mortales no le satisfacían, se enamoró de la musa Calíope. A ella también le gustó y de su unión nació un niño, al que llamaron Orfeo. Calíope tenía el don divino de poder cantar, que enseñó con destreza a su hijo. Tan hermosos eran los cantos del niño que el propio dios Apolo estaba encantado, y le regaló una lira que tocó con tanta dulzura que hasta las piedras lloraban.

Cuando creció, apareció un heraldo que le anunció el intento de Jasón de traer de vuelta el vellocino de oro. Se unió gustoso a los otros valientes griegos en el viaje, utilizando su música para vencer las muchas dificultades que en el camino surgieron. Pero deseaba volver a Tracia, pues estaba enamorado de una bella doncella llamada Eurídice. No obstante, el amor no se mostró generoso con ellos: justo después de casarse, ella dio con una víbora que la mordió y murió.

Orfeo se mostró inconsolable. Con su arpa en la mano, tomó la senda de los espíritus de los muertos y descendió a los infiernos. En su camino, encantó con sortilegios todos los guardianes hasta que consiguió llegar a la morada del dios Hades, señor del inframundo. Intercedió a Hades y a Perséfone a favor de su Eurídice y juró que si no conseguía volver a la tierra con ella, permanecería en el mundo de los muertos para siempre. Sus corazones se ablandaron con los cantos de Orfeo y los dioses cedieron. Le dijeron que se marchase y que su mujer iría tras él pero que no podría durante el viaje de vuelta mirar hacia atrás, so pena de perderla para siempre. Justo cuando volvía a la superficie, se giró para ver si no se había perdido en la espesa niebla. Ella estaba justo detrás de él, pero aún no había llegado a la superficie. Hermes, el mensajero, que les había seguido, invisible, la cogió y tiró de ella para devolverla al mudo de los muertos. Orfeo sólo tuvo un breve instante para levantar su velo y mirar su cara una última vez. Entonces, despareció. Con el corazón destrozado, Orfeo no podía soportar mirar a otra mujer, y durante los tres años siguientes, sirvió de sacerdote en el templo de Apolo. Las muchachas seguían acosándolo, pero las rechazaba, lo que les provocaba indignación. Orfeo no había perdido el deseo sino que ahora su pasión era el amor de los muchachos. Enseñó a los hombres de la Tracia el arte de amar muchachos y les reveló que, a través de ese amor, se podía volver a sentir la juventud, tocar la inocencia de la juventud, oler las flores de la primavera. Tuvo muchos amantes. El más destacado era el joven Calais, el alado, hijo de Boreo, el viento del Norte, su amigo y compañero en el Argos.

Pero el destino había dispuesto que su amor por Calais tendría un final abrupto. A principios de una primavera, durante las dionisiacas, ocurrió, cuando las mujeres de la Tracia asumían el papel de Ménades, las

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